UN HOMBRE INCANSABLE: Yendo por la cuesta del Molinillo, hay un almacén con puertas metálicas grandes, a través de ellas, casi siempre le veías trabajando, todas las horas del día y algunas de muy mañana. Era un hombre afable, saludaba con agrado y con un pelín de ironia, pero siempre con gesto agradable, solía decir: “anda con Dios.”Todo lo compraba y vendía. Era exigente con los suyos. Sencillo en el vestir, su ropa un poco gastada y a veces parcheada, solía ser confundido, no precisamente por ser el dueño. Comía con gusto y placer una rebanada de pan y un tomate, y todo sin parar de hacer cosas. Siempre canturreaba, el humor nunca lo perdía. Le gustaba hablar de gente emprendedora, se sentía alagado en el fondo, cuando alguien sin rubor, le alagaba su empresa, surgida casi de la nada. A.r.