Historia:
Las tierras del extenso término de Almonaster muestran huellas y restos materiales de la presencia de pobladores desde épocas muy remotas, como lo atestiguan los múltiples restos arqueológicos localizados en su municipio. Los orígenes de Almonaster son romanos. De esta época son los capiteles, fustes y un ara funeraria encontrados en los alrededores de las ruinas del castillo que se asienta sobre unos muros de fabricación latina. En el siglo VII, en época visigoda, la población se relaciona con un establecimiento religioso, y se construye la basílica-monasterio, sobre la que se asentará la futura mezquita musulmana. Pero hasta el primer tercio del siglo IX no encontraron la primera cita escrita de Almonaster, dada por el geógrafo musulmán Abu Ubaid al Bakri, durante el emirato de Hakarri B. Hisam. Probablemente, el topónimo actual de Almonaster deriva del vocablo al-Munastír, como en el lenguaje hispanomusulmán se denominaba a los viejos monasterios cristianos. En torno a la primera mitad del siglo XIII, las poblaciones más occidentales de Sierra Morena son reconquistadas por las incursiones de Ordenes militares portuguesas, durante el reinado de don Sancho de Portugal, no llegándose a la repoblación. Durante el reinado de Alfonso X, en 1279, Almonaster junto con Zalamea, fueron donadas a la mitra arzobispal de Sevilla a cambio de la Puebla de Cazalla, merced confirmada por Sancho IV en 1286. Habría que pensar que fue por motivos de «unión geográfica y la vocación populacionista» la causa de este trueque, al ser Almonaster y Zalamea extremos pero no fronterizos con Portugal». (Pérez-Embid Wamba, 1986; 246.). Al prelado hispalense don Juan Sánchez se le atribuye la repoblación de Almonaster. La mayor parte de los habitantes de la Sierra de Huelva se concentraba en la villa y en numerosos pagos o alquerías diseminados por su geografía. En 1333, el Concejo de Sevilla pretendió crear cerca de la villa, denominada Valencia, segregándola para ello una parte del término e impidiendo la entrada en el mismo a los vecinos de Almonaster que no quisiesen poblar el nuevo lugar, lo cual motivó el despoblamiento de esta. Sin embargo, el proyecto no llegó s consolidarse y la nueva población desapareció. A finales del siglo XVI, Felipe lI, para paliar su bancarrota económica, pide autorización para enajenar bienes patrimoniales de la Iglesia. Así, en 1579, el papa Gregorio XIII le concede una bula por la que las villas de Almonaster, Zalamea y otras se incorporan a la Corona. Felipe II cedió sus derechos sobre la villa a Nicolás de Grinaldo, príncipe de Salerno, por unas deudas contraídas con la Corona, que a su vez intentó vender su jurisdicción al Marqués de la Algaba, pero los vecinos interceden ante el rey para que la villa permaneciese de realengo, sufragando sus habitantes lo solicitado por éste. El 10 de mayo de 1583 Almonaster quedó de realengo, formando parte del antiguo Reino de Sevilla y añadiendo «la Real» a su topónimo. Entre los siglos XVII-XVIII la actividad de la población se basa en la agricultura, ganadería y en tareas forestales, como la producción de carbón y ciscos vegetales. El crecimiento demográfico producido a partir del siglo XVIII, al que no es ajeno Almonaster, obliga a sus vecinos a roturar nuevas tierras de labor en un término con escasos terrenos fértiles para ello, por lo que entran en numerosos litigios y conflictos de deslindes con las poblaciones colindantes. A mediados del siglo XVIII, Almonaster vuelve a perder su jurisdicción y también los propios, y pasa a ser villa de señorío, perteneciendo a don Gregorio del Valle Clavijo, conde de Villa Santa Ana. Vuelve a recobrar su jurisdicción en 1792, tras un largo pleito con el citado conde y haber depositado 22.000 ducados en las arcas de la Corona. A partir de la segunda mitad del siglo XIX, la población y tierras de Almonaster conocerán una importante trasformación económica con el desarrollo de la actividad minera basada en la explotación del cobre y manganeso. Esta provocará un aumento de la población y la creación de numerosos núcleos de poblamiento. La floreciente actividad alcanzará su auge en los años veinte del presente siglo, y traerá consigo conflictos con los ganaderos y agricultores, a causa del envenenamiento de los ríos y ocupaciones de tierras. Pero los avatares del mercado internacional obligarán al cierre de las minas, al obtenerse el producto más barato en otros países. El libro 'Expedientes carcelarios de Almonaster la Real (Huelva). Prisión Provincial, 1936-1939' (Facediciones, 2008), de Juan José Antequera Luengo y Juan José Luengo Jiménez, da cuenta de cuantos vecinos sufrieron prisión durante la guerra civil española. Actualmente, Almonaster vuelve a ser un núcleo rural que basa su economía en el sector agropecuario.