Teja, adobe y carbón
y la madera entreabierta,
mecida por el brasero,
marcaban la tierra
donde mis manos dibujaron infancia;
fuera,
el sonido del adoquín,
tras el surco del cereal,
se perdía hacia los soportales
con ecos de granito
y jueves de mercado
bajo la espadaña y el santo protector.
Tras el hielo de la edad,
entre brasas de distancia,
guardo las voces de esa calle
y la desnudez del que ya no soy.
Teja, adobe y carbón
y la madera entreabierta
son cenizas
de la memoria.
y la madera entreabierta,
mecida por el brasero,
marcaban la tierra
donde mis manos dibujaron infancia;
fuera,
el sonido del adoquín,
tras el surco del cereal,
se perdía hacia los soportales
con ecos de granito
y jueves de mercado
bajo la espadaña y el santo protector.
Tras el hielo de la edad,
entre brasas de distancia,
guardo las voces de esa calle
y la desnudez del que ya no soy.
Teja, adobe y carbón
y la madera entreabierta
son cenizas
de la memoria.