Que no se muera este foro ¡por Dios! que no se muera nada de Alosno, que el día que algo muera, llorará la guitarra acompañada del fandango.
HORMIGA Y CIGARRA:
Salían las hormiguillas
desde la rojiza tierra,
a buscar el trigo nuevo,
el de la nueva cosecha.
Salían en procesión,
unidos cuerpos y antenas,
parecían un ciempiés
con más de doce cabezas.
Serpenteaban los cardos,
dejan a un lado las piedras,
sorteaban las amapolas
desplazándose posesas.
Un grano de trigo al hombro,
una espiga entre doscientas,
una miga de buen pan:
todo va a la misma cesta.
Se cruzan por el camino
desde la parva a la cueva,
se alientan debilidades
y se pronuncian arengas.
Una cigarra graciosa
sobre un canto las contempla,
y se abanica con una hoja
y su aire la refresca.
Se burla de todas ellas,
las insulta y las increpa:
¡todo el día trabajando
por una ligera cena!
Las hormigas a su aire
¡caminan, andan, se queman!,
y reptan por los laberintos
y el alimento almacenan.
Así se pasan los meses,
las hormigas, ¡de faena!
y la cigarra cantando
o descansando en la siesta.
Terminado ya el verano
y con el invierno en puertas,
se ha cerrado el hormiguero,
porque las nieves se acercan.
Transcurridos unos días,
con las celliscas más gruesas,
escuchan una voz ronca
aporreando la puerta.
¡Dejadme pasar hormigas,
soy la cigarra aquella,
que os saludaba risueña
y os animaba con fuerza!
Una hormiga la más grande,
la reina de todas ellas,
le respondió desde dentro,
¡cigarra, no sea necia!
Cuando nosotros sentíamos
el dolor y las molestias,
tú te reías de todas
para holgazanear bien fresca:
ahora has de padecer
y sufrir con entereza.
El Poeta.
Esto es aplicable a la humanidad y la vida misma.
HORMIGA Y CIGARRA:
Salían las hormiguillas
desde la rojiza tierra,
a buscar el trigo nuevo,
el de la nueva cosecha.
Salían en procesión,
unidos cuerpos y antenas,
parecían un ciempiés
con más de doce cabezas.
Serpenteaban los cardos,
dejan a un lado las piedras,
sorteaban las amapolas
desplazándose posesas.
Un grano de trigo al hombro,
una espiga entre doscientas,
una miga de buen pan:
todo va a la misma cesta.
Se cruzan por el camino
desde la parva a la cueva,
se alientan debilidades
y se pronuncian arengas.
Una cigarra graciosa
sobre un canto las contempla,
y se abanica con una hoja
y su aire la refresca.
Se burla de todas ellas,
las insulta y las increpa:
¡todo el día trabajando
por una ligera cena!
Las hormigas a su aire
¡caminan, andan, se queman!,
y reptan por los laberintos
y el alimento almacenan.
Así se pasan los meses,
las hormigas, ¡de faena!
y la cigarra cantando
o descansando en la siesta.
Terminado ya el verano
y con el invierno en puertas,
se ha cerrado el hormiguero,
porque las nieves se acercan.
Transcurridos unos días,
con las celliscas más gruesas,
escuchan una voz ronca
aporreando la puerta.
¡Dejadme pasar hormigas,
soy la cigarra aquella,
que os saludaba risueña
y os animaba con fuerza!
Una hormiga la más grande,
la reina de todas ellas,
le respondió desde dentro,
¡cigarra, no sea necia!
Cuando nosotros sentíamos
el dolor y las molestias,
tú te reías de todas
para holgazanear bien fresca:
ahora has de padecer
y sufrir con entereza.
El Poeta.
Esto es aplicable a la humanidad y la vida misma.