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BEAS: No sientas extrañeza Porque a verte vengo. La voz...

No sientas extrañeza
Porque a verte vengo.
La voz de tu llamada
La escuche en sueño.
Ese eco tan divino
Lo sentí en mi pecho.

Quien me enseño a quererte
Se marcho hace tiempo.
Dejándome en penumbra
Con un vacío inmenso.
Hundido en la tristeza,
En el desaliento.
Mi vieja de mi alma.
La que tanto quise.

Al sentir tu llamada
Se estremeció mi cuerpo.
Se adentró la alegría,
La paz y el sosiego.
Con tu amor, tu dulzura,
Con tu consuelo.

Fue como si en mi ventana
Diera el reflejo un rayito
De sol en un día de invierno.
Cuando ya el rocío va desapareciendo,
Cuando el hielo de la escarcha lo desvanece el viento.

Fuiste como la lumbre
De ese fuego lento,
En la vieja chimenea
Con el chisporroteo
Que al consumirse deja
El leño seco.

A implorarte perdón
Vengo de lejos.
Soy quién te despreció
En aquel tiempo.
No me atrevo a mirarte
Que vergüenza siento.

Yo sé que me perdonas.
Seguro estoy de eso.
Lo noto en tus ojos
Que me miran serenos
Se que yo haya vuelto.

¡Virgen de los Clarines!
¡Escucha mi ruego!
No me tengas en cuenta
Aquel desprecio.

Yo soy un buen Beasino.
Soy también un Clarinero.
Quien te lleva en el alma,
Dentro, muy dentro.
Quiero que Tú, sepas
Que yo también te quiero.

Que mientras tenga fuerzas,
Mientras me quede aliento,
Seré aquel peregrino.
Aquel que fui un tiempo.
En aquella senda
Se aquel camino viejo.
Al son del tamboril
Con su ronco acento.
En medio de plegarias
Cantos y rezos

Poesía de un beasino que se fue al Clarines de los cielos.