La
fiesta anual más importante y tradicional era (y es ahora, aunque cambiada de fecha) La Fiesta del Higo, el último domingo de agosto. La aldea se engalanaba y sus magníficos habitantes recibían con los brazos abiertos a los visitantes, especialmente a los que llegábamos andando desde
Cortelazor bordeando primero la encina del
joven novio que fue devorado por los lobos junto a ella, y más adelante el Cercado de La Muchacha, otra criatura víctima también de la misma dinastía lúpica. Los lobos desaparecieron hace muchas décadas pero los humanos seguimos viajando a
Corterrangel a tomarnos unas cañas, como hace algún tiempo hacíamos en la
casa de Picaporte, el mejor alcalde pedáneo del Mundo.