El
edificio del
colegio muestra una imagen de deterioro que alarma ante la falta de actuación. Ahora, de nuevo, hay una
bandera británica en la avenida de
Italia, muy cerca de donde estuvo el consulado de los alemanes. Era la
Huelva que sufrió las dos grandes guerras, con los ingleses -como aquí gusta llamarles- dueños de la Compañía de
Río Tinto, tan en la mirilla indiscreta de algunos alemanes que en la Isla de Saltés controlaban la salida y entrada de los
barcos cargados del mineral. Aquella Huelva pasó a mejor vida y ahora vuelve la bandera de los ingleses a hondear en la avenida de Italia, la que le quitó el nombre a la
carretera del Odiel para enfatizar a Mussolini, y le daba la mano a la otra avenida, la de la
Alemania de Hitler. Hoy, afortunadamente, no somos una colonia de los ingleses ni aquellos dos majaras gobiernan Europa, aunque tengamos otro problema llamado crisis. Esas avenidas representan ahora a dos países libres. Sí, la bandera británica está ahí en el antiguo Colegio de los Ferroviarios. Parece que la dichosa bandera marca un territorio consular y la inmunidad diplomática les libera. Lo que no le da derecho es a ese estado de deterioro y degradación del edificio y su entorno. Si alguien no lo sabe, no me importa recordarlo y si mucho lo conocen, pues magnífico será reivindicarlo juntos, el edificio del Colegio de los Ferroviarios viene a marcar una época en la educación en Huelva, quizás poco estudiada. La portentosa construcción sólo era comparable al viejo asilo convertido en Colegio de los Maristas y al Instituto
La Rábida, aun orgulloso en la avenida de Manuel Siurot. Se levantó junto a la
Estación de
Sevilla, por encargo de la Asociación General de Empleados y Obreros de los Ferrocarriles de
España para la Zona 23, que era la de Huelva, todavía se puede leer en el azulejo de su
fachada.. Un magnífico edificio para la Huelva de los años veinte del siglo pasado que hoy sigue sorprendiendo, pues pocas construcciones le van a la saga. Lo proyectó, en 1929, el arquitecto Francisco Alonso Martínez. Su carácter exento y su gran volumen le configuran de magnífico aspecto en una zona de interés de la ciudad, junto a la estación. Se trata de una construcción de planta trapezoidal de dos alturas con elevaciones en las alas, que presenta un bello tratamiento del ladrillo así como una interesante y original disposición de huecos, con pinceladas de estilo racionalista. Disponía de un amplio acceso ajardinado y espacios deportivos, en la trasera. El inmueble está compuesto de pequeño sótano, planta baja, primera y entrecubiertas. Un cuerpo central une los dos laterales simétricos, donde se diseñaron los espacios para aulas. En el cuerpo central de acceso se encuentra el vestíbulo en la planta baja, mientras en la alta se situaba el
salón de actos para 350 personas. Contaba con
biblioteca en la planta baja, así como otras dependencias como cocina,
comedor, despachos, sala de profesores y
casa habitación para el conserje. Con esta descripción se puede dar uno una idea de cómo era el centro. Estuvo funcionando como colegio desde el curso 1932-33, uno de los centros claves en la II República. El catedrático Manuel Domínguez Martínez lo dirigió durante muchos años, hizo de él un gran centro educativo, allí en la posguerra contrataba a los maestros represaliados y encarcelados por la República porque decía que eran los mejores.