Esta pequeña población ha sido desde sus principios un privilegiado enclave agropecuario, enmarcado en un paraje de gran belleza. Las gentes de estas tierras se ocupaban, sobre todo, de pequeñas labores agrarias y de la explotación de cabañas ganaderas de índole familiar.
A mediados del siglo XVIII aparecen las primeras alusiones directas a la aldea. Será la propiedad de Valdehigueras la que se erija en protagonista de una parte de su
historia, por los continuos contenciosos mantenidos con la población lindante de
Campofrío. Esta antigua propiedad comunal fue donada por una morada al uso común de los vecinos de ambas aldeas. Se dividió en dos mitades, quedando la mitad de cada uno de ellos en el lado contrario de su demarcación municipal con la curiosa intención de fomentar las buenas relaciones entre ambas. Por esas fechas parece que existió una propuesta de unión para los dos núcleos tomando como asentamiento
la dehesa comunal de Los Bueyes. Todos estos restos documentales nos muestran la existencia de una comunidad agrícola apegada a la tierra y sus
costumbres. A partir de la segunda mitad del siglo XIX, el devenir histórico de La
Granada de
Rio-Tinto queda ligado a la minería de la
Cuenca de Río Tinto al ser partícipe de la vida social, política y económica de la nueva transformación que sufría la comarca tras la venta de las
minas a los ingleses. Sus dehesas suministraban leña para las calcinaciones del mineral y sus hombres compaginaron la cría del
ganado con el trabajo remunerado de la
mina.
El libro 'Expedientes carcelarios de Fuenteheridos, Galaroza y La Granada de Riotinto (
Huelva). Prisión Provincial, 1936-1939' (Facediciones, 2008), de Juan José Antequera Luengo y Juan José Luengo Jiménez, da cuenta de cuantos vecinos sufrieron prisión durante la guerra civil española.