Esa casa que se ve en el fondo, un día, perteneció a mis abuelos... Allí nació mi padre y un par de calles más allá, mi madre... Ellos dos quisieron ganarse la vida en otro entorno y fueron a crear familia a Barcelona, mi ciudad.
Eso no evitó que igualmente me educaran con un amor incondicinal hacia el Sur, sin ni siquiera con lecciones verbales, sin palabras, sin hechos, solo en la distancia, con paciencia y ilusión, esperando que llegara aquel dia al año donde nos levant´´abamos los 5 hijos de madrugada y nos subíamos en aquel Seat que131 de color naranja, el naranjito, y 20 horas más tarde, aparcábamos en la plaza del pueblo, frente a nuestra casa, a la casa azul, donde nos esperaban nuestros seres queridos...
Esa tradición me ha cautivado y ahora no concibo el verano sin pasar por allí, y con pasar nunca es suficiente puesto que una voz que sale de mis venas me dice que me quede, no se quien habla, y no sé porqué lo dice, pero solo sé que consigue hacerme dudar y abandonar mi capital para quedarme sentada en el morabito, tomar cafe en el bar de Mariano, pasear de casa en casa y reirme sin límites tras cualquier conversación...
Hay mucha gente allí que quiero, que amo... Quizás sea la más, aquella que yo me empeñé en considerar Santa, la que más luz desprende, es como una extensión de mi propia madre, quizás sea ella que genera la lluvia de estrellas cada vez que en agosto, vuelvo a mi pueblo...
Es extraño lo que siento, ya tengo 26 años y no sé definir qué es este aroma que me embarga cada vez que pienso en la noche de Manzanilla, en su dama de noche... Lo que sé es que pronto, no será en sueños cuando la vuelva a caminar, pronto estaré allí de nuevo, y quizás algún día, no me vuelva a marchar...
Nacionalidad española, origen catalán, sangre andaluza... Y en mi pensamiento y en mis sueños, aquella casa azul...
Eso no evitó que igualmente me educaran con un amor incondicinal hacia el Sur, sin ni siquiera con lecciones verbales, sin palabras, sin hechos, solo en la distancia, con paciencia y ilusión, esperando que llegara aquel dia al año donde nos levant´´abamos los 5 hijos de madrugada y nos subíamos en aquel Seat que131 de color naranja, el naranjito, y 20 horas más tarde, aparcábamos en la plaza del pueblo, frente a nuestra casa, a la casa azul, donde nos esperaban nuestros seres queridos...
Esa tradición me ha cautivado y ahora no concibo el verano sin pasar por allí, y con pasar nunca es suficiente puesto que una voz que sale de mis venas me dice que me quede, no se quien habla, y no sé porqué lo dice, pero solo sé que consigue hacerme dudar y abandonar mi capital para quedarme sentada en el morabito, tomar cafe en el bar de Mariano, pasear de casa en casa y reirme sin límites tras cualquier conversación...
Hay mucha gente allí que quiero, que amo... Quizás sea la más, aquella que yo me empeñé en considerar Santa, la que más luz desprende, es como una extensión de mi propia madre, quizás sea ella que genera la lluvia de estrellas cada vez que en agosto, vuelvo a mi pueblo...
Es extraño lo que siento, ya tengo 26 años y no sé definir qué es este aroma que me embarga cada vez que pienso en la noche de Manzanilla, en su dama de noche... Lo que sé es que pronto, no será en sueños cuando la vuelva a caminar, pronto estaré allí de nuevo, y quizás algún día, no me vuelva a marchar...
Nacionalidad española, origen catalán, sangre andaluza... Y en mi pensamiento y en mis sueños, aquella casa azul...