A finales del siglo XV la villa alcanza una población de 5.000 habitantes, distribuidos por un núcleo urbano conformado por varios ejes, dominados por la
iglesia mayor, el
castillo, el
convento de
San Francisco y el
monasterio de
Santa Clara. Eran momentos de una gran actividad económica y portuaria, lo que propició que los productos del
campo y la sal de las salinas moguereñas, tuvieran salida a través de una flota de
barcos nada despreciable. En el
Puerto de
Moguer se fletaban barcos para ir a las pesquerías en el Estrecho y el norte de África y, especialmente, para ir a la
Mina de Oro. Esta ruta era bien conocida por los marinos de Palos y Moguer, que la recorrían en su actividad comercial, pesquera y en ocasiones de corso contra
embarcaciones extranjeras. Los marinos de los
puertos del estuario del Tinto, entre ellos los del puerto moguereño, eran avezados, curtidos en travesías por el Atlántico y el Mediterráneo. Estos llegaron a constituir linajes de marinos, respetados en toda la comarca, que contaban entre sus miembros con armadores y buenos navegantes que trasmitían el oficio de padres a hijos.