Los orígenes de la ciudad de
Niebla se remontan al Neolítico. Se cree que la
gruta que fue encontrada en los Bermejales de Niebla, fue habitada por los clanes del hombre del Neolítico; existía allí una especie de taller comercial de objetos de
piedra y alguna
cerámica cocida al fuego. De este período también quedan vestigios como el Dolmen de la Lobita, al parecer construido por la raza Ligur que habitó el Coto de Doñana. Sin embargo parece que la fundación de Niebla se debe a los fenicios o los Turdetanos, que utilizaron la palabra “Ilipula” de su lengua de origen como nombre de la ciudad. Otros creen que la fundación de Niebla se debe a los celtíberos. Tras éstos, aparecen los cartagineses, siendo Niebla ya una ciudad estratégica y fortificada. Éstos construyeron un pequeño
puerto para seguir el
comercio de metales. Los
romanos, al mando de Publio Cornelio Escipión, tras varios intentos y numerosas batallas, consiguieron apoderarse de “Ilipula”. Tras ocuparla los Romanos, la reconstruyen y le permiten incluso acuñar moneda propia en la que aparece el nombre de la ciudad.