Se trata de uno de los
edificios que con más transformaciones nos ha legado la ciudad. No ha sido nunca estudiado en profundidad, pero por su localización en uno de los puntos más estratégicos de la ciudad, y los restos conservados, representan importantes claves para el conocimiento de su evolución a lo largo de la
Historia. En la década de los años veinte del presente siglo, al encontrarse en
ruina y sin culto, se comenzó a derribar para facilitar la circulación del tráfico rodado, quedando sólo en pie parte del
ábside en la cabecera y la primitiva
puerta central de acceso en los pies de la
iglesia, perdiéndose desde esos momentos la parte central de las tres naves cristianas y el crucero, que todavía se encontraba en buen estado a finales del siglo XIX, según
fotografía publicada por Amador de los
Ríos. Los restos paleocristianos y visigodos empotrados en sus muro llevaron a amador de los Ríos a considerar la existencia en el lugar de un primitivo templo cristiano, quizás la sede episcopal de la Elepla visigoda, que habría servido de base para la construcción de una de las principales mezquitas de la Labla musulmana, construida con cinco naves y almina. La transformación al culto cristiano después de la conquista, con planta latina y un ábside en cantería de gran calidad y presencia, conllevaría un importante cambio en su fisonomía, tal vez su derribo completo o de parte de sus posibles cinco naves, adaptación del alminar a
campanario, elevación de alturas, tapiado de
puertas, etc.