El
castillo anda achacoso, pero mantiene aún la sólida personalidad con la que fue construido.
Romanos y visigodos lo habitaron hasta que las dinastías musulmanas edificaron en él un alcázar y
palacio revestido de vistosos azulejos, yeserías y
cerámicas. Cuando la población permaneció bajo la protección del Califato de
Córdoba el alcázar sirvió de residencia de los emires. Décadas después, cuando la población lucha por su independencia, nuevos reyes establecen aquí su morada. Finalmente, Alfonso X El Sabio lo concede a los condes de
Niebla, a la
familia Guzmán, que lo enriquecerá y llenará de lujos en tiempos posteriores. En los primeros años del siglo XV Enrique de Guzmán mandó edificar la
torre del
Homenaje. Cuentan las crónicas que esta torre llegó a alcanzar la altura que la Giralda de
Sevilla. Desgraciadamente, el terremoto de Lisboa de 1755 acabó con él.