Aquí se asentaron distintos
pueblos, por lo que la ciudad ha recibido numerosos nombres: Ilípula para los tartessos, Ilipla para los
romanos, Elepla para los visigodos, Lebla para los musulmanes y
Niebla para los castellanos. Su extensión, por tanto, ha variado a lo largo de los años, llegando incluso hasta el Algarve portugués durante el reinado de Ibn Mahfuz a comienzos del siglo XI. Niebla se puede considerar la capital histórico-cultural de esta zona peninsular, por lo que atesora un rico patrimonio que ha heredado de las distintas culturas que pasaron por estas tierras a lo largo de los siglos. Y es que contaba con una fácil comunicación gracias al
río Tinto, que en época fenicia era navegable hasta las mismas
puertas de la ciudad. Además, durante la época
romana pasaba por Niebla la calzada que unía la desembocadura del río Guadiana con Itálica, lo que le otorgaba una situación privilegiada para su economía, política y administración. También cabe destacar que fue en esta ciudad donde se utilizó por primera vez en Europa la pólvora con fines bélicos.