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Potro de tortura en escalera en Mazmorra en el castillo de los Guzmanes, NIEBLA

Potro de tortura en escalera: La Constitutio Criminalis Theresiana de 1769 prescribe el estiramiento en una escalera inclinada. Nótese la dislocación de los hombros y el abrasamiento de los costados y las axilas mediante una antorcha compuesta de siete bujías- ni ocho ni seis -, cortadas a la medida oficial exacta, ni una pulgada más ni una pulgada menos. Si la víctima ya paralizada, con los hombros dislocados y, moribundo a causa de las infecciones producidas por las quemaduras, seguía no obstante sin confesar, el tribunal estaba obligado- como siempre se hacía en casos similares, cualquiera que fuese el método de tortura a reconocer su inocencia. Pero era prácticamente imposible utilizar ese tipo de armas en campo abierto. En realidad el declive estratégico de la caballería está relacionado con barios fenómenos, tanto relativos a transformaciones sociales como a transformaciones militares el arma de fuego asentará el golpe final, aunque más adelante. El arco largo y la ballesta eran eficaces contra formaciones a cuatrocientos metros de distancia, aunque el arco podía lanzar trece flechas por minuto y la ballesta solo dos. Los caballeros disponían de armaduras completas, toda de acero, a veces incluso de dos capas con numerosísimas piezas adecuadamente articuladas. Continuaban usando espadas, uno de los signos distintivos caballerescos aun en tiempos de paz, y puñales de muy diverso tipos. Pero el arma ofensiva de la caballería era la lanza, que, una vez que abandonó el campo de batalla se refugió en el deporte: torneos y juegos, que encontrarán su momento mágico en las cortes del siglo XV. La alabarda era un arma terrible, propia del ejercito suizo y luego muy extendida: Mezcla de lanza y hacha, resultaba arma de punta y filo al mismo tiempo
(21 de Abril de 2019)