Este artilugio sofocaba los gritos de los condenados para que no estorbaran la conversación de los verdugos. "La caja" de hierro del interior del aro es embutida en la boca de la víctima y el collar asegurado en la nuca. Un agujero permite el paso del aire, pero el verdugo lo puede tapar con la punta del dedo y provocar asfixia. A menudo los condenados a la
hoguera eran amordazados de esta manera, sobre todo durante los autos de fe- tal como se llamaban esos grandes espectáculos públicos en los que decenas de herejes eran quemados a la vez- porque los gritos hubieran interferido con la
música sacra Giordano Bruno, culpable de ser una de las inteligencias más luminosas de su tiempo, fué quemado en la
plaza del
Campo dei Fiori en Roma en 1600 con una mordaza de hierro provista de dos largas púas, una de las cuales perforaba la lengua y salía por debajo de la barbilla mientras que la otra perforaba el paladar