El
río hace de
espejo en las tardes serenas reflejando las siluetas de ambos
pueblos en sus
aguas, como queriéndose tocar, como queriéndose alcanzar. Al
atardecer la luz se apaga, tenue, tiñendo de amarillo y ocre la cal de las
casas, progresivamente, lentamente, dulcemente. Lástima que esos momentos solo duran algunos minutos, pero te pueden parecer horas al contemplarlos y disfrutarlos. Ven.