Ni una aguja
Dunichand era un mercader muy rico, orgulloso de sus riquezas y posesiones. Por cada negocio exitoso que realizaba hacía colocar una bandera en su techo. Varias banderas ondeaban en el techo de su casa, proclamando su fortuna al mundo.
Un día su Gurú le dijo:
-Hermano ¿me harías un favor?
-Por supuesto Maestro ¿qué no haría yo por ti? -dijo Dunichand con gran reverencia- ordena y tu sirviente te obedecerá.
... (ver texto completo)
Dunichand era un mercader muy rico, orgulloso de sus riquezas y posesiones. Por cada negocio exitoso que realizaba hacía colocar una bandera en su techo. Varias banderas ondeaban en el techo de su casa, proclamando su fortuna al mundo.
Un día su Gurú le dijo:
-Hermano ¿me harías un favor?
-Por supuesto Maestro ¿qué no haría yo por ti? -dijo Dunichand con gran reverencia- ordena y tu sirviente te obedecerá.
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