Nunca podré olvidar en los primeros días del mes de octubre, antes de irnos al seminario, era el mes del rosario, el mes de los novios. La iglesia llena, un seminarista rezando el rosario en el pulpito, la gente respondiendo al Dios te salve Maria con el Santa Maria madre de Dios o con el eco monótono del "ora pro nobis". La puerta de la iglesia semioscura alumbrada por una bombilla de 25 V. y falnqueada por dos hileras de jovenes esperando a las muchachas para intentar la relacion y poder ennoviarse. La calle abajo, tambien en penumbra, con la gente comentando y con mucho cuidado para no escurrirse, hasta llegar al pollo Laino donde el peligro pasaba y la tension se deshacia. Años aquellos de sombra y de esperanza. Era mi pueblo y mi juventud en el.
