La estratégica posición geográfica de
Begíjar, en un entorno de gran riqueza agrícola, posibilitaron su poblamiento desde la más remota
antigüedad. Los restos más antiguos se vinculan al Neolítico Final y la Edad del Cobre (III milenio a. C), en el asentamiento de Las Majadillas y un poco más tardío, de la Edad del Bronce, el de Terrera del Goterón.
De época Ibérica son los restos de una fortificación, cerca de la
Estación de Begíjar, en la que se registró la típica
cerámica pintada. En la etapa
romana se produjo una intensa ocupación humana del territorio por explotaciones agropecuarias, tipo villa, entre las que se cuentan:
Piedra Hincada, Vega del Obispo, en Las Delicias o en la
Casa del Amor Hermoso.
Durante la dominación islámica recibió el nombre de Buxexat y debió de pasar a manos de Fernando III hacia 1226, al mismo tiempo que
Baeza. A partir de este momento tendrá, durante algunos periodos, una vida sumamente agitada, ya que se la disputaron el concejo de la ciudad de Baeza y los obispos de
Jaén, ansiosos unos y otros por hacerse con las rentas que producían sus ricas tierras. Inicialmente Fernando III la dejó adscrita a Baeza, como tierra de realengo. Poco después, el mismo rey, cedió tierras a la Orden de Calatrava, cesión que confirmó Alfonso X en 1254. También cedió otra parte de las tierras al obispado de
Toledo. Pero el gran cambio fue en 1249 cuando entregó el conjunto de la población al Obispado de Jaén.
Un siglo después la población estaba en manos de Enrique Enríquez, adelantado mayor de la frontera. Alfonso XI decidió recuperarla y entregarla nuevamente a Baeza. En el siglo XV el obispo don Rodrigo de Narváez se apodera del
castillo y lo incorpora a las posesiones de la diócesis, pese a las protestas del concejo de Baeza. En este marco Begíjar se verá inmiscuida en las luchas entre la nobleza y Enrique IV. En esta pugna el Obispado y Baeza, en el mismo bando, convertirían a la localidad en un bastión avanzado contra la capital de Jaén controlada por el condestable Lucas de Iranzo. El litigio por esta localidad culminó con el reconocimiento por parte de los Reyes Católicos en 1477 de la propiedad al obispo. Los obispos mantuvieron la propiedad del castillo hasta el siglo XIX. Pero en el siglo XVI, el Castillo se encuentra demasiado deteriorado y costoso de mantener, por lo que los Obispos deciden demolerlo parcialmente y costruyen un Magnífico
Palacio Episcopal renacentista, el cual se conserva espléndidamente con incluso el
huerto medieval y su antiguo sistema de riego.
En 1779 Carlos III le concedió el título de villa, quedando así definitivamente desligado de Baeza.
La estratégica posición geográfica de Begíjar, en un entorno de gran riqueza agrícola, posibilitaron su poblamiento desde la más remota antigüedad. Los restos más antiguos se vinculan al Neolítico Final y la Edad del Cobre (III milenio a. C), en el asentamiento de Las Majadillas y un poco más tardío, de la Edad del Bronce, el de Terrera del Goterón. De época Ibérica son los restos de una fortificación, cerca de la Estación de Begíjar, en la que se registró la típica cerámica pintada. En la etapa romana se produjo una intensa ocupación humana del territorio por explotaciones agropecuarias, tipo villa, entre las que se cuentan: Piedra Hincada, Vega del Obispo, en Las Delicias o en la Casa del Amor Hermoso. Durante la dominación islámica recibió el nombre de Buxexat y debió de pasar a manos de Fernando III hacia 1226, al mismo tiempo que Baeza. A partir de este momento tendrá, durante algunos periodos, una vida sumamente agitada, ya que se la disputaron el concejo de la ciudad de Baeza y los obispos de Jaén, ansiosos unos y otros por hacerse con las rentas que producían sus ricas tierras. Inicialmente Fernando III la dejó adscrita a Baeza, como tierra de realengo. Poco después, el mismo rey, cedió tierras a la Orden de Calatrava, cesión que confirmó Alfonso X en 1254. También cedió otra parte de las tierras al obispado de Toledo. Pero el gran cambio fue en 1249 cuando entregó el conjunto de la población al Obispado de Jaén. Un siglo después la población estaba en manos de Enrique Enríquez, adelantado mayor de la frontera. Alfonso XI decidió recuperarla y entregarla nuevamente a Baeza. En el siglo XV el obispo don Rodrigo de Narváez se apodera del castillo y lo incorpora a las posesiones de la diócesis, pese a las protestas del concejo de Baeza. En este marco Begíjar se verá inmiscuida en las luchas entre la nobleza y Enrique IV. En esta pugna el Obispado y Baeza, en el mismo bando, convertirían a la localidad en un bastión avanzado contra la capital de Jaén controlada por el condestable Lucas de Iranzo. El litigio por esta localidad culminó con el reconocimiento por parte de los Reyes Católicos en 1477 de la propiedad al obispo. Los obispos mantuvieron la propiedad del castillo hasta el siglo XIX, convirtiéndolo en una de sus principales residencias. En 1779 Carlos III le concedió el título de villa, quedando así definitivamente desligado de Baeza.