Cualquiera que sepa discrepar del cura y tenga la valentía para decir lo que piensa, aunque sea para contradecirlo, puede aportar, no solo a la parroquia sino a cualquier actividad social. Por eso creo que no hay que dar nombres, lo mismo que no se han dado nombres de los capillitas y veletas que bailan al son que le toca el cura e incluso se enfadan con vecinos de toda la vida por cuestiones intrancesdentes. Los curas van y vienen y nosotros seguimos aquí y tenemos que vernos todos los días.