CASTILLO DE LOCUBIN: Háganos un análisis de la actualidad política de hoy......

Háganos un análisis de la actualidad política de hoy...

Yo ya he expresado clara y rotundamente en mi libro “Juan Carlos el último Borbón” que España se encuentra en la actualidad en los prolegómenos de un fin de ciclo histórico y que va a tener que enfrentarse en el medio plazo (incluso me he atrevido a señalar el fin de la presente legislatura como frontera para el cambio) a un enorme desafío, a una modificación casi total en su estructura política, territorial, social, institucional… También he escrito que “con la próxima desaparición o abdicación del actual rey de España comenzará en este país la verdadera transición”.

De estas declaraciones mías se desprende sin ninguna duda que estoy firmemente convencido de que los españoles nos encontramos en estos momentos ante una profunda crisis institucional, de identidad nacional, de supervivencia del Estado/Nación, centralista y autoritario, que hemos conformado política y socialmente durante siglos; y que esta crisis se va a sumar, potenciándola y agravándola, a la financiera y económica que padecemos y que, como todo el mundo sabe, ha adquirido una virulencia muy especial a lo largo del último año.

El momento político actual en España es pues, a mi modesto juicio, apasionante (todos los períodos de cambio y renovación son muy importantes y peligrosos para las naciones que deben afrontarlos, sobre todo si ese cambio viene impuesto por el agotamiento del sistema anterior) y el éxito o el fracaso de la apuesta futura que elijamos los españoles dependerá lógicamente (ahora, afortunadamente, no estamos amenazados por ningún poder fáctico armado, aunque todavía quedan algunos tradicionales que pueden poner palos en las ruedas del proceso) de la valía, inteligencia, competencia, moderación y “savoir faire” de los políticos que rijan en esos momentos la frágil nave del Estado.

También he señalado en mis libros que, posiblemente, ese profundo cambio en el ser o no ser de la España actual podría haber comenzado hace ya algún tiempo, coincidiendo quizá con el momento de la llegada al poder de Zapatero el 14 de marzo de 2004. E, incluso, antes tras las masivas manifestaciones contra la guerra de Irak celebradas en Madrid y otras ciudades españolas los días 15 de febrero y 15 de marzo de 2003, en las que miles de banderas republicanas inundaron las calles y plazas de este país portadas y escoltadas por centenares de miles de ilusionados ciudadanos.

En esa dirección del “cambio tranquilo” auspiciado por ZP (que de momento sería solo la punta del iceberg de la profundísima renovación que España necesita para salir del atolladero político, social y económico en el que se encuentra) podrían ir apuestas legislativas tan llamativas y revolucionarias como la del nuevo Estatuto de Cataluña, del matrimonio homosexual, de la igualdad de género, de la memoria histórica… Sin contar con otras iniciativas recientes del Ejecutivo socialista, no menos importantes, como han sido el fracasado (pero no enterrado) proceso de paz con ETA, la nueva financiación de las Autonomías o la reivindicación pública de la II República española.

Pero todo esto, a mi modesto entender, no es suficiente. El tiempo apremia, el régimen político de la transición (el juancarlismo) heredado del franquismo, y con todos sus perversos genes dictatoriales intactos a pesar del lavado de cara democrático impulsado desde dentro, está agotado y debe ser reemplazado cuanto antes. Creo que el presidente Zapatero “se la juega” en lo que queda de legislatura (la “legislatura maldita de ZP” la he calificado repetidamente en mis escritos) si quiere de verdad ganar las próximas elecciones de 2012 y, lo que es mucho más importante para el país, si quiere poner los cimientos (el defendió en su campaña electoral la necesidad de un profundo cambio, aunque sin prisas) de un nuevo Estado español verdaderamente democrático, moderno, solidario, europeo, descentralizado al máximo, respetuoso con las minorías, pueblos y naciones que han conformado a la fuerza durante siglos la España tradicional y, por supuesto (estamos en el siglo XXI), republicano.

Debería, repito, antes de que acabe la actual legislatura, pero con la vista puesta en la siguiente, plantear sin ambages, con valentía y determinación, la modificación total y absoluta de la actual Constitución en lo que se refiere, entre otros, al Título Preliminar Art. 1º-3 y al Título II, promoviendo, según señala el citado texto legal en su Título X Art. 168, la correspondiente votación en ambas Cámaras legislativas y disolviendo las mismas sea cual fuere el resultado de ambas consultas. Y plasmando a continuación en su nuevo programa electoral la determinación absoluta de él y de su partido de continuar por el camino de la citada reforma, aunque el PP se enfrentara a tan importante reforma histórica, e ir a un referéndum para que el pueblo español pueda pronunciarse de una vez (lo debería haber hecho en 1975) sobre el modelo de Estado que prefiere: Monarquía o República.

La decisión de la ciudadanía al respecto (a este historiador no le cabe la menor duda de cual sería el resultado), que debería posibilitarse en todo caso sea cual fuere el resultado de las votaciones en las Cortes, podría substanciarse a lo largo del bienio 2012-2014 llevando al nuevo Gobierno a la apertura de un proceso constituyente que definitivamente abriera las puertas del siglo XXI al pueblo español y pusiera las bases de una futura República federal/confederal de nuevo cuño, en la que todos sus pueblos, regiones, nacionalidades y naciones estuvieran representados, cómodos, ilusionados y sin los contenciosos (algunos sangrientos) que han envilecido durante siglos la historia de los hombres y mujeres que hemos tenido la suerte (durante mucho tiempo, más bien la desgracia) de haber nacido en esta piel de toro llamada España.

Y querría aprovechar las últimas líneas de esta exhaustiva contestación a la primera pregunta planteada para permitirme advertirle al presidente Zapatero, apoyándome en mi experiencia y en los muchos años que llevo dedicado al estudio de la Historia, de lo peligroso que puede resultar, para él en particular pero sobre todo para el PSOE, el seguir mirando para otro lado en esta tan trascendental cuestión de la reforma urgente de este país; centrándose en el exterior y dejando que el tiempo discurra alegre y confiado pensando que el futuro de España se arreglará solo. La cosa no admite demoras: la monarquía juancarlista, repito, está acabada; el actual Estado de las Autonomías no funciona, nos está arruinando a todos y se ha convertido en un demencial campo de Agramante político en el que todos luchan contra todos por conseguir dinero, poder y competencias; la ciudadanía está desorientada, odia a los políticos y se encuentra harta de un sistema que ya no rinde, no le soluciona sus problemas y, además, es corrupto y nada representativo. Si él, el ZP del “cambio tranquilo”, no reacciona y coge el toro de la verdadera transición por los cuernos que no le quepa la menor duda de que esa bandera del “cambio profundo”, de la revolución pacífica y silenciosa en este desorientado país, la enarbolará echando mano de toda la parafernalia posible la derecha; o los propios ciudadanos, echando mano de sus actuales o futuras organizaciones más o menos políticamente incorrectas. No resulta en absoluto arriesgado pensar, para un historiador y estratega que conoce un poco, solo un poco, como ha actuado el pueblo español en otras encrucijadas de su atormentada historia cuando la depresión, la ruina material, la falta de horizontes y el abandono de sus dirigentes le ha colocado en el disparadero de actuar por su cuenta, que el funesto corolario a tanta desidia y falta de clase de sus políticos puede concretarse en el largo plazo en una explosión política, territorial y social de consecuencias nefastas para todos.