Pinos Puente, cuna de ilustres veterinarios
JOSÉ ANTONIO GARCÍA LÓPEZ/PROFESOR DE LA FACULTAD DE FARMACIA DE GRANADA
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EN la segundad mitad del siglo XIX, Pinos Puente inicia una etapa de desarrollo económico sin precedentes, gracias a la revolución del cultivo del lino y del cáñamo. El crecimiento agrícola provocó un incremento repentino y significativo de la población, que se duplicó en menos de un siglo, más de treinta años antes que lo hiciera la población española. En 1752 tenía 1.206 vecinos y en 1860 la cifra ascendía a 3.543, situándose Pinos Puente entre los cinco mayores municipios de la provincia. Las razones de este crecimiento de la población, vertiginoso para la época, tienen que ver con la alta demanda de mano de obra que generaba la actividad agrícola y con las oportunidades que ello ofrecía para establecerse en el pueblo a trabajadores forasteros.
Pinos Puente se convirtió a lo largo del siglo XIX en un pueblo habitado sobre todo por jornaleros y pequeños labradores; frente a ellos, un reducido grupo de grandes propietarios y labradores, siendo los foráneos dueños del 92% de la superficie entonces productiva. Un pueblo con una estructura social desequilibrada y profundamente desigualitaria, que lo convertiría, en el primer tercio del siglo XX, en uno de los símbolos de la lucha obrera y campesina y diera la fama que ha tenido siempre como pueblo con una alta conflictividad social, uno de sus rasgos identitarios fundamentales.
En medio de esta situación ocurre un hecho atípico para la época y para un pueblo, como Pinos Puente, con algo más de 3.000 habitantes repartidos en numerosas cortijadas. Cinco jóvenes, independientemente, con vistas más altas que las meras tramas localistas, deciden cursar carrera universitaria y además ésta es la de Veterinaria: Antonio Moreno Ruiz (1860-1925), José Ruiz Fernández (asesinado en El Castillo de Locubín en 1887), Manuel García Muñoz (que participó en la Asamblea Constitutiva del Colegio de Veterinarios de Granada), Antonio Martínez Delgado (Profesor Veterinario en 1899) e Ildefonso García Cid (1875-1958). Todos ellos de origen muy humilde; el primero era jornalero y el último, hijo de un herrador. Ninguno pertenecía a la oligarquía local, ese reducido grupo de familias y grandes hacendados que de forma ininterrumpida, e independientemente del signo político del gobierno central, coparon todos los puestos concejiles. Habría que esperar a casi mediados del siglo XX para que otro joven vecino decidiera cursar la licenciatura de Veterinaria: Francisco García Navarro (1922-1993).
La explicación a este hecho atípico la encontramos en la influencia que sobre ellos ejerciera otro pionero, que años antes había roto esquemas, D. Antonio Ruiz Fernández (1833-1905), figura estelar de la veterinaria española y la más importante de la historia moderna de Pinos. Su inteligencia y sabiduría la puso al servicio de los demás y muy particularmente al servicio de sus paisanos. Aún desde la distancia, algunos veranos incluso los pasaba en el extranjero, en vez de relajarse y recrearse en los importantes cargos que ocupó, se preocupa por los jóvenes de su pueblo y en cuanto detecta a alguno con posibilidades, lo orienta, estimula y protege para que abandone las tareas agrícolas y ganaderas propias del medio, como había hecho él mismo, y curse una carrera universitaria.
D. Antonio Ruiz Fernández muy joven marcha a Madrid donde fue alumno pensionado de enfermería y colaborador con otros cinco destacados alumnos en la magna Exposición de Agricultura, celebrada en 1857, lo que le valió medalla y diploma expedido por su majestad la Reina. Cursó sus estudios con manifiesta brillantez, obteniendo sobresaliente en todas las materias y titulándose como veterinario de Primera (1858) en la Escuela de Madrid. En 1860 es nombrado catedrático supernumerario, ejerciendo como Secretario de la misma Escuela.
En 1871 es nombrado catedrático numerario de Agricultura y Zootecnia en la Escuela Subalterna de Córdoba. Su ansia permanente de ampliar conocimientos hace que en 1872 se gradúe en Medicina y Cirugía en la Universidad de Madrid. En 1886 fue nombrado Director de la Escuela de Veterinaria de Córdoba, cargo que ocupa hasta su fallecimiento en 1905.
Durante sus 45 años de actividad incesante, su impronta es indeleble en la configuración futura de la joven Escuela de Veterinaria de Córdoba. Cuidadoso, ordenado, perseverante, bonachón, coleccionista riguroso, destaca rápidamente como profesor digno, lleno de celo y conocimientos. Regala a la Escuela sus colecciones completas de animales y plantas nocivas a las especies domésticas. Realiza sustituciones frecuentes y eficaces a otros profesores, incluso de materias distintas. Estructura y mejora los medios que dispone la Escuela y emite apreciados dictámenes sobre problemas de mataderos y otros de salud pública solicitados por las autoridades municipales y provinciales de Córdoba. Fue un progresista científico, uniéndose de inmediato a las modernas doctrinas de Pasteur.
Prestigio
Gozó de gran prestigio entre los estudiantes, participando continuamente en toda clase de actividades culturales. Defendió la exigencia del Bachillerato para poder acceder a los estudios de Veterinaria. Fue socio de número de la Academia Central de Veterinaria y numerario del prestigioso Liceo Artístico y Literario de Granada; nombrado vocal de la Junta Central de la Liga Nacional de los Veterinarios Españoles y Caballero de la Real Orden de Isabel la Católica.
La sesión del Claustro de Profesores en que se dio cuenta de su fallecimiento tuvo cinco minutos de duelo y su cadáver se expuso en el Salón de Actos de la Escuela, haciéndose eco de la noticia el diario local 'Córdoba'.
De todos sus discípulos de Pinos Puente, es sin duda, su sobrino, D. Antonio Moreno Ruiz el que destaca sobremanera. Fue el primer alumno de la Escuela de Veterinaria de Córdoba que alcanza la cátedra en su propia Escuela.
A los 22 años se hizo militar, titulándose como Profesor Veterinario en 1887. Obtuvo la calificación de sobresaliente en todas las materias, excepto en las de Física-Química y Historia Natural en las que figura con notable y aprovechado. Fue alumno pensionando, lo que le permitió residir algunos cursos en al propia Escuela.
El mismo año de finalizar sus estudios fue nombrado ayudante; un año después interiniza la cátedra de Anatomía General y Descriptiva, y en 1888 la de Patología. En 1891 obtiene la cátedra de Patología General y Especial, Clínica Médica, Farmacología, Arte de recetar, Terapéutica y Medicina legal, que es clave en el ejercicio profesional de la época y la que, sin duda, prestigia en la mayor medida. En 1916, se encarga, además, de la explicación de la asignatura de Inspección de sustancias alimenticias.
Su actividad es puramente científica y docente, creó las llamadas 'excursiones científicas', salvo un breve paso por la Secretaria de la Escuela. D. Antonio Moreno Ruiz representa la honradez, la sencillez, el esfuerzo, la dedicación y la constancia. Como especialista insigne es continuamente requerido en tratamientos, jurados, comisiones, tribunales, informes, etc., recibiendo incluso el agradecimiento del Ministerio de Guerra, en nombre del Rey y Reina Regente. Publicó destacados artículos en revistas científicas, siendo redactor de la revista 'Inspección Veterinaria'. Fundó el 'Boletín del Laboratorio Microbiológico de Córdoba'. Fue socio cooperador del Liceo Artístico y Literario, socio numerario de la Real Sociedad Económica de Amigos del País y Académico Correspondiente de la Real Academia de Ciencias, Bellas Letras y Nobles Artes.
La estima de los alumnos por su persona fue tal que en 1886 fue nombrado Vicepresidente de la Sociedad 'Los Escolares Veterinarios' y, a su cese, Presidente Honorario de la misma. Fue miembro de la Comisión de Salubridad Pública y de la Junta Local de Sanidad de Córdoba. Potenció extraordinariamente el asociacionismo profesional, creando y siendo el primer secretario del Colegio de Veterinarios de Córdoba. Presidió la Asamblea Constitutiva del Colegio de Veterinarios de Granada y fue nombrado Presidente de Honor de la mayoría de los colegios de veterinarios de Andalucía.
Fue uno de los veterinarios vanguardistas de la microbiología, incluso con carácter privado en su Laboratorio Histoquímico y Bacteriológico de Córdoba, donde preparaba vacunas contra el carbunco, mal rojo, viruela, así como tuberculina y maleína. Diariamente se elaboraban panecillos fosfatados y se esterilizaba leche para la alimentación de niños, enfermos del estómago y convalecientes.
Un gran encuentro
Su honestidad profesional le hace pedir voluntariamente la jubilación, mermadas las facultades a causa de una hemorragia cerebral sufrida en 1923, falleciendo en 1925. El claustro de profesores de la Escuela hace constar en acta que «con la muerte de D. Antonio Moreno, la clase pierde un gran maestro, la cátedra uno de sus más fieles servidores y la nación uno de sus más preclaros hombres».
Pinos Puente, por razones geográficas, ha sido lugar obligado de paso, por lo que ha sido referenciado frecuentemente por los personajes que lo han visitado, desde navegantes hasta científicos, pasando por viajeros famosos, militares, literatos, artistas, etc. Sin embargo, este pueblo también ha sabido dar grandes personajes como los relatados aquí.
Son estos, unos breves apuntes de un trabajo más amplio que está llevando a cabo quien suscribe este artículo, nieto de Ildefonso García Cid, y que pronto esperamos que vea la luz.
JOSÉ ANTONIO GARCÍA LÓPEZ/PROFESOR DE LA FACULTAD DE FARMACIA DE GRANADA
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EN la segundad mitad del siglo XIX, Pinos Puente inicia una etapa de desarrollo económico sin precedentes, gracias a la revolución del cultivo del lino y del cáñamo. El crecimiento agrícola provocó un incremento repentino y significativo de la población, que se duplicó en menos de un siglo, más de treinta años antes que lo hiciera la población española. En 1752 tenía 1.206 vecinos y en 1860 la cifra ascendía a 3.543, situándose Pinos Puente entre los cinco mayores municipios de la provincia. Las razones de este crecimiento de la población, vertiginoso para la época, tienen que ver con la alta demanda de mano de obra que generaba la actividad agrícola y con las oportunidades que ello ofrecía para establecerse en el pueblo a trabajadores forasteros.
Pinos Puente se convirtió a lo largo del siglo XIX en un pueblo habitado sobre todo por jornaleros y pequeños labradores; frente a ellos, un reducido grupo de grandes propietarios y labradores, siendo los foráneos dueños del 92% de la superficie entonces productiva. Un pueblo con una estructura social desequilibrada y profundamente desigualitaria, que lo convertiría, en el primer tercio del siglo XX, en uno de los símbolos de la lucha obrera y campesina y diera la fama que ha tenido siempre como pueblo con una alta conflictividad social, uno de sus rasgos identitarios fundamentales.
En medio de esta situación ocurre un hecho atípico para la época y para un pueblo, como Pinos Puente, con algo más de 3.000 habitantes repartidos en numerosas cortijadas. Cinco jóvenes, independientemente, con vistas más altas que las meras tramas localistas, deciden cursar carrera universitaria y además ésta es la de Veterinaria: Antonio Moreno Ruiz (1860-1925), José Ruiz Fernández (asesinado en El Castillo de Locubín en 1887), Manuel García Muñoz (que participó en la Asamblea Constitutiva del Colegio de Veterinarios de Granada), Antonio Martínez Delgado (Profesor Veterinario en 1899) e Ildefonso García Cid (1875-1958). Todos ellos de origen muy humilde; el primero era jornalero y el último, hijo de un herrador. Ninguno pertenecía a la oligarquía local, ese reducido grupo de familias y grandes hacendados que de forma ininterrumpida, e independientemente del signo político del gobierno central, coparon todos los puestos concejiles. Habría que esperar a casi mediados del siglo XX para que otro joven vecino decidiera cursar la licenciatura de Veterinaria: Francisco García Navarro (1922-1993).
La explicación a este hecho atípico la encontramos en la influencia que sobre ellos ejerciera otro pionero, que años antes había roto esquemas, D. Antonio Ruiz Fernández (1833-1905), figura estelar de la veterinaria española y la más importante de la historia moderna de Pinos. Su inteligencia y sabiduría la puso al servicio de los demás y muy particularmente al servicio de sus paisanos. Aún desde la distancia, algunos veranos incluso los pasaba en el extranjero, en vez de relajarse y recrearse en los importantes cargos que ocupó, se preocupa por los jóvenes de su pueblo y en cuanto detecta a alguno con posibilidades, lo orienta, estimula y protege para que abandone las tareas agrícolas y ganaderas propias del medio, como había hecho él mismo, y curse una carrera universitaria.
D. Antonio Ruiz Fernández muy joven marcha a Madrid donde fue alumno pensionado de enfermería y colaborador con otros cinco destacados alumnos en la magna Exposición de Agricultura, celebrada en 1857, lo que le valió medalla y diploma expedido por su majestad la Reina. Cursó sus estudios con manifiesta brillantez, obteniendo sobresaliente en todas las materias y titulándose como veterinario de Primera (1858) en la Escuela de Madrid. En 1860 es nombrado catedrático supernumerario, ejerciendo como Secretario de la misma Escuela.
En 1871 es nombrado catedrático numerario de Agricultura y Zootecnia en la Escuela Subalterna de Córdoba. Su ansia permanente de ampliar conocimientos hace que en 1872 se gradúe en Medicina y Cirugía en la Universidad de Madrid. En 1886 fue nombrado Director de la Escuela de Veterinaria de Córdoba, cargo que ocupa hasta su fallecimiento en 1905.
Durante sus 45 años de actividad incesante, su impronta es indeleble en la configuración futura de la joven Escuela de Veterinaria de Córdoba. Cuidadoso, ordenado, perseverante, bonachón, coleccionista riguroso, destaca rápidamente como profesor digno, lleno de celo y conocimientos. Regala a la Escuela sus colecciones completas de animales y plantas nocivas a las especies domésticas. Realiza sustituciones frecuentes y eficaces a otros profesores, incluso de materias distintas. Estructura y mejora los medios que dispone la Escuela y emite apreciados dictámenes sobre problemas de mataderos y otros de salud pública solicitados por las autoridades municipales y provinciales de Córdoba. Fue un progresista científico, uniéndose de inmediato a las modernas doctrinas de Pasteur.
Prestigio
Gozó de gran prestigio entre los estudiantes, participando continuamente en toda clase de actividades culturales. Defendió la exigencia del Bachillerato para poder acceder a los estudios de Veterinaria. Fue socio de número de la Academia Central de Veterinaria y numerario del prestigioso Liceo Artístico y Literario de Granada; nombrado vocal de la Junta Central de la Liga Nacional de los Veterinarios Españoles y Caballero de la Real Orden de Isabel la Católica.
La sesión del Claustro de Profesores en que se dio cuenta de su fallecimiento tuvo cinco minutos de duelo y su cadáver se expuso en el Salón de Actos de la Escuela, haciéndose eco de la noticia el diario local 'Córdoba'.
De todos sus discípulos de Pinos Puente, es sin duda, su sobrino, D. Antonio Moreno Ruiz el que destaca sobremanera. Fue el primer alumno de la Escuela de Veterinaria de Córdoba que alcanza la cátedra en su propia Escuela.
A los 22 años se hizo militar, titulándose como Profesor Veterinario en 1887. Obtuvo la calificación de sobresaliente en todas las materias, excepto en las de Física-Química y Historia Natural en las que figura con notable y aprovechado. Fue alumno pensionando, lo que le permitió residir algunos cursos en al propia Escuela.
El mismo año de finalizar sus estudios fue nombrado ayudante; un año después interiniza la cátedra de Anatomía General y Descriptiva, y en 1888 la de Patología. En 1891 obtiene la cátedra de Patología General y Especial, Clínica Médica, Farmacología, Arte de recetar, Terapéutica y Medicina legal, que es clave en el ejercicio profesional de la época y la que, sin duda, prestigia en la mayor medida. En 1916, se encarga, además, de la explicación de la asignatura de Inspección de sustancias alimenticias.
Su actividad es puramente científica y docente, creó las llamadas 'excursiones científicas', salvo un breve paso por la Secretaria de la Escuela. D. Antonio Moreno Ruiz representa la honradez, la sencillez, el esfuerzo, la dedicación y la constancia. Como especialista insigne es continuamente requerido en tratamientos, jurados, comisiones, tribunales, informes, etc., recibiendo incluso el agradecimiento del Ministerio de Guerra, en nombre del Rey y Reina Regente. Publicó destacados artículos en revistas científicas, siendo redactor de la revista 'Inspección Veterinaria'. Fundó el 'Boletín del Laboratorio Microbiológico de Córdoba'. Fue socio cooperador del Liceo Artístico y Literario, socio numerario de la Real Sociedad Económica de Amigos del País y Académico Correspondiente de la Real Academia de Ciencias, Bellas Letras y Nobles Artes.
La estima de los alumnos por su persona fue tal que en 1886 fue nombrado Vicepresidente de la Sociedad 'Los Escolares Veterinarios' y, a su cese, Presidente Honorario de la misma. Fue miembro de la Comisión de Salubridad Pública y de la Junta Local de Sanidad de Córdoba. Potenció extraordinariamente el asociacionismo profesional, creando y siendo el primer secretario del Colegio de Veterinarios de Córdoba. Presidió la Asamblea Constitutiva del Colegio de Veterinarios de Granada y fue nombrado Presidente de Honor de la mayoría de los colegios de veterinarios de Andalucía.
Fue uno de los veterinarios vanguardistas de la microbiología, incluso con carácter privado en su Laboratorio Histoquímico y Bacteriológico de Córdoba, donde preparaba vacunas contra el carbunco, mal rojo, viruela, así como tuberculina y maleína. Diariamente se elaboraban panecillos fosfatados y se esterilizaba leche para la alimentación de niños, enfermos del estómago y convalecientes.
Un gran encuentro
Su honestidad profesional le hace pedir voluntariamente la jubilación, mermadas las facultades a causa de una hemorragia cerebral sufrida en 1923, falleciendo en 1925. El claustro de profesores de la Escuela hace constar en acta que «con la muerte de D. Antonio Moreno, la clase pierde un gran maestro, la cátedra uno de sus más fieles servidores y la nación uno de sus más preclaros hombres».
Pinos Puente, por razones geográficas, ha sido lugar obligado de paso, por lo que ha sido referenciado frecuentemente por los personajes que lo han visitado, desde navegantes hasta científicos, pasando por viajeros famosos, militares, literatos, artistas, etc. Sin embargo, este pueblo también ha sabido dar grandes personajes como los relatados aquí.
Son estos, unos breves apuntes de un trabajo más amplio que está llevando a cabo quien suscribe este artículo, nieto de Ildefonso García Cid, y que pronto esperamos que vea la luz.