AL SEÑOR JEFE POLÍTICO.
El Pueblo del Castillo de Locubín, que tiene más de mil vecinos, ha estado gobernado siempre con cetro de hierro por su Vicario Eclesiástico, que lo ha mandado a su arbitrio, y siempre ha existido en él el gobierno teocrático, siéndoles indiferente a sus habitantes el que la España se gobierne despótica o constitucionalmente, pues ellos no dependían sino del capricho de su Vicario y de la familia de los Álvarez, íntimamente unida al expresado Vicario, a la que pertenecen D. Francisco y D. Pedro Álvarez, el primero Escribano, y el segundo ex –monje Jerónimo.
El Comandante de la Milicia Nacional y yo hicimos repetidas veces presente al Sr. Gobernador civil todo esto con más especificación y presentando datos, y únicamente conseguimos que el R. Obispo Abad de Alcalá la Real, a presencia del Sr. Diputado de la Junta Provincial D. Francisco de Paula Serrano, reconviniese y amonestase al Vicario, con lo que solo se logró obrase con más cautela que anteriormente; pero luego que yo tomé posesión de la vara de Alcalde 1º puse trabas al déspota, auxiliado, aunque sin la debida energía, por el Ayuntamiento, al que no faltaban ni faltan deseos de romper esta cadena, y los contiene el temer de que sino consiguen romperla sirvan de blanco a los tiros de sus opresores. Separé al Escribano de la Secretaría de Ayuntamiento, pues habiendo sido oficial de Realistas y bastante inepto para Secretario, me pareció más justo y conveniente elegir en su lugar a D. Lorenzo Santaella que la desempeñó en 1822 y 23, que nunca ha desmentido su propensión a las libertades patrias y que por su instrucción puede desempeñar la del de Madrid.
Le hago presente a V. S. el bosquejo que antecede para que se haga cargo de la suerte infeliz de aquella Villa.
De resultas de la muerte del Cura Párroco, y viendo que se dilataba fijar edictos para las oposiciones que deben preceder al nombramiento, pedimos y conseguimos del Sr. Gobernador civil se nombrase un Ecónomo, para cuyo encargo se eligió a D. Domingo Rosales, exclaustrado del Orden Tercero de San Francisco, que ha estado desempeñando sus funciones casi un año con aprobación general, y el mismo gustoso con este encargo; pero me sorprendí luego que supe había renunciado, y sido elegido en su lugar el D. Pedro Álvarez, lo que no tengo dudas es una intriga fraguada por el Dinasta y los Álvarez y con consentimiento del R. Obispo que siempre se ha manifestado adicto al Vicario, porque veo los une el ser de una misma opinión.
No he tratado al D. Pedro, por lo que ignoro su modo de pensar; pero era Prior del Monasterio de Baza, y esto, y aún más el pertenecer a la expresada familia, me basta para tenerlo, por lo menos, como sospechoso de no se afecto al Gobierno actual; y para suplicar a V. S. se nombre un Cura Ecónomo que no sea natural del Castillo ni de los pueblos inmediatos, que es el modo de evitar intrigas y de que se sirva mejor a la Iglesia y a los fieles. Dios guarde a Usted muchos años. Jaén, a 19 de Enero de 1839.
SANTIAGO PARERA.
El Pueblo del Castillo de Locubín, que tiene más de mil vecinos, ha estado gobernado siempre con cetro de hierro por su Vicario Eclesiástico, que lo ha mandado a su arbitrio, y siempre ha existido en él el gobierno teocrático, siéndoles indiferente a sus habitantes el que la España se gobierne despótica o constitucionalmente, pues ellos no dependían sino del capricho de su Vicario y de la familia de los Álvarez, íntimamente unida al expresado Vicario, a la que pertenecen D. Francisco y D. Pedro Álvarez, el primero Escribano, y el segundo ex –monje Jerónimo.
El Comandante de la Milicia Nacional y yo hicimos repetidas veces presente al Sr. Gobernador civil todo esto con más especificación y presentando datos, y únicamente conseguimos que el R. Obispo Abad de Alcalá la Real, a presencia del Sr. Diputado de la Junta Provincial D. Francisco de Paula Serrano, reconviniese y amonestase al Vicario, con lo que solo se logró obrase con más cautela que anteriormente; pero luego que yo tomé posesión de la vara de Alcalde 1º puse trabas al déspota, auxiliado, aunque sin la debida energía, por el Ayuntamiento, al que no faltaban ni faltan deseos de romper esta cadena, y los contiene el temer de que sino consiguen romperla sirvan de blanco a los tiros de sus opresores. Separé al Escribano de la Secretaría de Ayuntamiento, pues habiendo sido oficial de Realistas y bastante inepto para Secretario, me pareció más justo y conveniente elegir en su lugar a D. Lorenzo Santaella que la desempeñó en 1822 y 23, que nunca ha desmentido su propensión a las libertades patrias y que por su instrucción puede desempeñar la del de Madrid.
Le hago presente a V. S. el bosquejo que antecede para que se haga cargo de la suerte infeliz de aquella Villa.
De resultas de la muerte del Cura Párroco, y viendo que se dilataba fijar edictos para las oposiciones que deben preceder al nombramiento, pedimos y conseguimos del Sr. Gobernador civil se nombrase un Ecónomo, para cuyo encargo se eligió a D. Domingo Rosales, exclaustrado del Orden Tercero de San Francisco, que ha estado desempeñando sus funciones casi un año con aprobación general, y el mismo gustoso con este encargo; pero me sorprendí luego que supe había renunciado, y sido elegido en su lugar el D. Pedro Álvarez, lo que no tengo dudas es una intriga fraguada por el Dinasta y los Álvarez y con consentimiento del R. Obispo que siempre se ha manifestado adicto al Vicario, porque veo los une el ser de una misma opinión.
No he tratado al D. Pedro, por lo que ignoro su modo de pensar; pero era Prior del Monasterio de Baza, y esto, y aún más el pertenecer a la expresada familia, me basta para tenerlo, por lo menos, como sospechoso de no se afecto al Gobierno actual; y para suplicar a V. S. se nombre un Cura Ecónomo que no sea natural del Castillo ni de los pueblos inmediatos, que es el modo de evitar intrigas y de que se sirva mejor a la Iglesia y a los fieles. Dios guarde a Usted muchos años. Jaén, a 19 de Enero de 1839.
SANTIAGO PARERA.