La
bóveda que cubre al
río Cerezuelo, un afluente del Guadalquivir, es una obra maestra de la ingeniería renacentista, diseñada para soportar la construcción de la
Iglesia de
Santa María. Este
monumento de medio cañón no solo solventó la incomunicación entre ambos lados del río, sino que también permitió la creación de un amplio espacio urbano que hoy es conocido como la
plaza de Santa María. Esta plaza estaba destinada a albergar dependencias públicas bajo la mirada de un templo
monumental.