La construcción de la bóveda, que probablemente se completó hacia 1536, precede a las fechas inscritas en los muros de la iglesia (1580, 1583 y 1589). Este impresionante espacio subteráneo, accesible al público, permite recorrer un entramado donde la arquitectura renacentista y la naturaleza se unen.
Adentrarse en la bóveda es como viajar al pasado. Sus muros, que han sido testigos de siglos de historia, sostienen la iglesia y la plaza, pero también guardan el murmullo constante del río Cerezuelo, cuyo caudal sigue fluyendo por este.
Adentrarse en la bóveda es como viajar al pasado. Sus muros, que han sido testigos de siglos de historia, sostienen la iglesia y la plaza, pero también guardan el murmullo constante del río Cerezuelo, cuyo caudal sigue fluyendo por este.