En el término de Chiclana se halló uno de los elementos más significativos de la cultura ibérica, una magnífica fíbula de plata maciza, que representa una escena de
caza por una cara y por la otra una deidad femenina arropada por dos
caballos. Esta pieza formaba parte de un conjunto, conocido como tesoro de Chiclana, localizado en 1972 en El Engarbo. Está compuesto por un conjunto de 22 denarios republicanos y otras treinta y ocho piezas, todas ellas de plata, fechadas en torno a los siglos Y y II a J.C. Durante esta etapa debió estar vinculado al área oretana y ser escenario de las luchas entre púnicos y oretanos en la Segunda Guerra Púnica.
En época
romana se produjo una proliferación de pequeños asentamientos agropecuarios en su término, villas, entre la que se cuenta la del Calar de la Muchacha.
Chiclana se cita en la Crónica del Arzobispo Ximénez de Rada y en las de Fernando III, por quien fue conquistada en torno a 1235. El rey la entregó a su canciller a cambio de Jandulilla, pero poco después la recuperó para entregársela a la Orden de Santiago, junto a muchas otras localidades de la zona, cesión que fue confirmada por Alfonso X en 1254. La localidad llegó a ser cabecera de la Encomienda santiaguista de
Montizón-Chiclana. Durante mucho tiempo fue su comendador el famoso guerrero-poeta Jorge Manrique, que era uno de los trece caballeros que formaban el capítulo dirigente de la Orden de Santiago. Se conocen las obras que realizó en la fortaleza: "una
escalera de caracol para una
puerta falsa, dos canes, una
cueva, una alacena para librería".
De los inicios de la contemporaneidad, en esta población cabe destacar dos hechos, los destrozos ocasionados por las tropas napoleónicas en 1811 y las frecuentes correrías que en el marco de la I guerra carlista realizaron sus partidarios por estas tierras.
La población perteneció al Reino de
Toledo y a la Orden de Santiago hasta la desaparición de las Ordenes
Militares en el siglo XIX. Posteriormente pasó a depender de la Abadía de
Beas de Segura y del partido de Segura de la
Sierra, por lo que a su tradicional nombre de Chiclana añadió el de Segura.
En el término de Chiclana se halló uno de los elementos más significativos de la cultura ibérica, una magnífica fíbula de plata maciza, que representa una escena de caza por una cara y por la otra una deidad femenina arropada por dos caballos. Esta pieza formaba parte de un conjunto, conocido como tesoro de Chiclana, localizado en 1972 en El Engarbo. Está compuesto por un conjunto de 22 denarios republicanos y otras treinta y ocho piezas, todas ellas de plata, fechadas en torno a los siglos Y y II a J.C. Durante esta etapa debió estar vinculado al área oretana y ser escenario de las luchas entre púnicos y oretanos en la Segunda Guerra Púnica. En época romana se produjo una proliferación de pequeños asentamientos agropecuarios en su término, villas, entre la que se cuenta la del Calar de la Muchacha. Chiclana se cita en la Crónica del Arzobispo Ximénez de Rada y en las de Fernando III, por quien fue conquistada en torno a 1235. El rey la entregó a su canciller a cambio de Jandulilla, pero poco después la recuperó para entregársela a la Orden de Santiago, junto a muchas otras localidades de la zona, cesión que fue confirmada por Alfonso X en 1254. La localidad llegó a ser cabecera de la Encomienda santiaguista de Montizón-Chiclana. Durante mucho tiempo fue su comendador el famoso guerrero-poeta Jorge Manrique, que era uno de los trece caballeros que formaban el capítulo dirigente de la Orden de Santiago. Se conocen las obras que realizó en la fortaleza: una escalera de caracol para una puerta falsa, dos canes, una cueva, una alacena para librería. De los inicios de la contemporaneidad, en esta población cabe destacar dos hechos, los destrozos ocasionados por las tropas napoleónicas en 1811 y las frecuentes correrías que en el marco de la I guerra carlista realizaron sus partidarios por estas tierras. La población perteneció al Reino de Toledo y a la Orden de Santiago hasta la desaparición de las Ordenes Militares en el siglo XIX. Posteriormente pasó a depender de la Abadía de Beas de Segura y del partido de Segura de la Sierra, por lo que a su tradicional nombre de Chiclana añadió el de Segura.