En una comunidad habitada por animales, había uno que sobresalía por su astucia. Este era un gallo que disfrutaba de engañar a los demás. Se posaba en la vereda de un
camino y, cuando un forastero pasaba en busca de
comida y le pedía una dirección, el gallo siempre le daba una indicación errónea. Luego, él mismo se dirigía a buscar la provisión y la guardaba en su almacén. Un día, mientras el sol brillaba en el
cielo, una
vaca muy hambrienta se acercó al gallo y le preguntó: "Hola, señor Gallo, me
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