¡Muy buenas foreros! Acabo de leer vuestros comentarios y... vaya envidia me dais. Por lo que he leido os habeis pegado una candelaria de alucine ¿no? Muy bien que haceis, si señor, mantener vivo ese espíritu joven y por muchos muchos muchos años más ¡Yo en cambio, me he pegado una semanita que no veas... 4 horitas de estudio toooodas las tardes más mis seis correspondientes por las mañanas y encima, para más inri, esas 4 horitas de MATEMÁTICAS. Vamos, no me he enterado de la candelaria. Pero en fin... a ver que hacemos. Papá tu y yo nos lo pasamos mejor acostandonos tempranito ¡eh! A ver si nos contais con más detalle ese pedazo de candelaria ¿ok?
Muchos saludos a todos ¡
Muchos saludos a todos ¡
Memorias de nuestra primera pinchitera:
Después de aquella conversación en la boda de Rafa, un grupo de gente se decide a organizar la dicha acampada. Todos estaban dispuestos, pero.... nadie tenia preparativos. Llegó el sábado por la tarde y los pinchiteros estaban reunidos para organizarla, el cielo abarcaba unas nubes grises, que digo grises....., ¡negras!, pero a pesar de las inclemencias del tiempo decidimos seguir adelante, Chache Juan apañó las tiendas, los demás hombres prepararon la comida y la bebida, y las mujeres los demás preparativos, para aquella noche que apuntaba a ser dura. Al final ponemos rumbo a la nava, sitio espectacular, con su gran llanura y aquella era de trillar, en la cual decidimos pinchar las tiendas. El dueño del cortijo de la nava, que había hecho la ronda de tarde a sus animales, nos ofreció una pequeñísima habitación del cortijo, para refugiarnos en caso de lluvia, aunque nos pareció innecesario. Mientras montábamos el campamento el cielo que parecía ser negro dejo de parecerlo y anocheció, en donde dejamos de ver las nubes amenazantes.
Habiendo montado el campamento con una gran hoguera, decidimos cenarnos los manjares, entre otros una gran bandeja de pinchitos para los cuales no teníamos sus correspondientes herramientas y poderlos asar, así que decidimos ponerlos en dos parrillas cruzadas para que no se cayeran al fuego, a lo que al sacarlos de este, se nos olvido el fin de las dos parrillas superpuestas, y en el camino del fuego a la mesa, los pinchitos quedaron esparcidos por todo el suelo de aquella oscura noche.
Una vez calentados nuestros estómagos, el cielo decidió que había que acostarse y empezó a llover de una manera, como si nunca lo hubiera hecho, y aquella habitación que al principio, no vimos necesaria, fue nuestra fiel compañera hasta bien entrada la noche, junto con innumerables juegos de cartas, el tabú y una botella de tía Maria.
Desafiando a aquella noche de lluvia nos acostamos casi de madrugada, torpes de nosotros, que no nos dimos cuenta de que un puñetero gallo estaba esperando acostarnos, para anunciarnos que pronto llegaría el alba y de esta manera no dejarnos pegar ojo. Corrió peligro su cabeza, pero fue indultado.
Al día siguiente lucio un sol esplendido el cual disfrutamos explorando aquella parte de sierra tan bonita, y recordando la noche tan buena que pasamos en aquella habitación BIT, con una mesa camilla de poco más de medio metro y cuatro sillas antiguas de anea.
En fin historias para no dormir, je, je, pero de allí aparte de traernos todas las pulgas que los animales del dueño del cortijo tenían, sobre todo CRIS, ¿te acuerdas?, nos trajimos el buen sabor de boca de nuestras hazañas.
Yo solo recuerdo que fue en los días once y doce de octubre de aquel año, vosotros pinchiteros, ¿os acordáis que año fue?
Después de aquella conversación en la boda de Rafa, un grupo de gente se decide a organizar la dicha acampada. Todos estaban dispuestos, pero.... nadie tenia preparativos. Llegó el sábado por la tarde y los pinchiteros estaban reunidos para organizarla, el cielo abarcaba unas nubes grises, que digo grises....., ¡negras!, pero a pesar de las inclemencias del tiempo decidimos seguir adelante, Chache Juan apañó las tiendas, los demás hombres prepararon la comida y la bebida, y las mujeres los demás preparativos, para aquella noche que apuntaba a ser dura. Al final ponemos rumbo a la nava, sitio espectacular, con su gran llanura y aquella era de trillar, en la cual decidimos pinchar las tiendas. El dueño del cortijo de la nava, que había hecho la ronda de tarde a sus animales, nos ofreció una pequeñísima habitación del cortijo, para refugiarnos en caso de lluvia, aunque nos pareció innecesario. Mientras montábamos el campamento el cielo que parecía ser negro dejo de parecerlo y anocheció, en donde dejamos de ver las nubes amenazantes.
Habiendo montado el campamento con una gran hoguera, decidimos cenarnos los manjares, entre otros una gran bandeja de pinchitos para los cuales no teníamos sus correspondientes herramientas y poderlos asar, así que decidimos ponerlos en dos parrillas cruzadas para que no se cayeran al fuego, a lo que al sacarlos de este, se nos olvido el fin de las dos parrillas superpuestas, y en el camino del fuego a la mesa, los pinchitos quedaron esparcidos por todo el suelo de aquella oscura noche.
Una vez calentados nuestros estómagos, el cielo decidió que había que acostarse y empezó a llover de una manera, como si nunca lo hubiera hecho, y aquella habitación que al principio, no vimos necesaria, fue nuestra fiel compañera hasta bien entrada la noche, junto con innumerables juegos de cartas, el tabú y una botella de tía Maria.
Desafiando a aquella noche de lluvia nos acostamos casi de madrugada, torpes de nosotros, que no nos dimos cuenta de que un puñetero gallo estaba esperando acostarnos, para anunciarnos que pronto llegaría el alba y de esta manera no dejarnos pegar ojo. Corrió peligro su cabeza, pero fue indultado.
Al día siguiente lucio un sol esplendido el cual disfrutamos explorando aquella parte de sierra tan bonita, y recordando la noche tan buena que pasamos en aquella habitación BIT, con una mesa camilla de poco más de medio metro y cuatro sillas antiguas de anea.
En fin historias para no dormir, je, je, pero de allí aparte de traernos todas las pulgas que los animales del dueño del cortijo tenían, sobre todo CRIS, ¿te acuerdas?, nos trajimos el buen sabor de boca de nuestras hazañas.
Yo solo recuerdo que fue en los días once y doce de octubre de aquel año, vosotros pinchiteros, ¿os acordáis que año fue?