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FRAILES: La mañana era perfecta e invitaba a pedalear, una temperatura...

La mañana era perfecta e invitaba a pedalear, una temperatura excelente. No tardó mi telaraña en comenzar a quejarse de algo, de vez en cuando la cadena sonaba y efectivamente, antes de comenzar es ascenso hacia Charilla, veo que un eslabón está a punto de partirse, así que me lío manos a la obra con la reparación, con la sombra del coche escoba y el coche de final de carrera pisándome los talones. Conseguí arreglarla y continuar. Antes de llegar a Charilla volví a conectar con mi grupo y ya en la salida de este pueblo los dejé definitivamente, menos a Rafa que también le había dado suelta a los pedales e iba por delante, era bajada y ahí ya no me quise esperar, había que disfrutarla. Casi llegando al nacimiento del río San Juan, cerca de Castillo de Locubín, conecto de nuevo con Rafa justo después de los tres pasos que había que hacer por el cauce del rio Guadalcotón, por allí me partía de risa yo solo imaginándome a los amigos José y Carlos que ya sabían exactamente por donde era el mejor sitio para cruzar el río y no quedarse pinchados en medio del charco, me preguntaba como les habría ido. Ya tuvimos este año varios momentos de risa en esa zona, siempre que cruzábamos nos esperábamos en la otra parte para ver al resto como les iba. Total, que ya en Castillo de Locubín me despedí también de Rafa y me fui en busca de los solchantes estos que se habían propuesto pasar la meta antes que yo. Y llegó la temida Camorra, allí vi ya varios ciclistas achuchándole a la bicicleta, me encontré a Jose Luis que se defendía lo mejor que podía en semejante pecharral y al amigo Nico ¿os suena este nombre de algo?, el pobre iba también que no podía tirando de la bicicleta, me acuerdo la noche anterior, cuando fue a recoger el dorsal y la equipación que tenía reservada. ¡Pilló un mosqueo la criatura!, cuando vio que el maillot no le bajaba del ombligo a pesar de que era la talla que el había reservado.
Bueno pues después, bajando de la Camorra, me encuentro primero con Custodio, me comenta que los otros van un poco más adelante, piso un poquillo el acelerador y termino por fín cogiéndolos, primero a Javi y luego los dos solchantes, pero los mamoncetes no querían saber nada de mí, Carlos parecía que había visto al demonio pinchapapas e iba como gato que trepa la olla y José que no quería ser menos, era la guerra, allí no había amigos. Carlos aprovechó la siguiente bajada para hacer que me tragara todo el polvo posible, y así fue, yo creía que iba por delante más ciclistas, pero no, la polvareda era toda suya. Llegamos a la mimbre llorona, donde el par de títeres dieron buena cuenta de la fenomenal sombra que vierte dicho árbol, ya cerca de la ermita de Chircales, allí los dejé al par de dos, que se iban a dedicar un rato a amolar lantaura. En la ermita realicé la siguiente parada, esta vez no me acerqué a llenar agua en el grifo, lo hice desde la misa acequia. Me encontré allí con Isidro, un amigo con muy buena pata que conocí en la subida a la Pandera, llegó también Rafa y a continuación cuando ya me iba aparecen los dos insurrectos otra vez, nada que no me los iba a quitar ni con agua caliente, pasaron de largo, sobre todo José que no quería saber nada de la ermita, ni del cristo, ni del agua, ¡claro!, la última vez que estuvimos allí se entretuvo en romper un cántaro que había allí de las flores de la iglesia, pues como para pararse. En Valdepeñas, definitivamente me despedí de ellos, ya que iban ha hacer la ruta corta. Continúo subiendo el puerto de Navalayegua consciente de que al no llevar a mis dos gregarios había muchas posibilidades de pinchazo, de ahí para atrás todo había sido un camino de rosas, pero ahora estaba solo. Efectivamente no pasó mucho tiempo y cuando mejor iba subiendo, alguien me dice por detrás que llevaba la rueda trasera floja, ¡mi gozo en un pozo!, ya me paro a meter aire para poder terminar el ascenso y arreglarla en lo alto del puerto. Allí arriba me encuentro al tío de Santi que me ayuda con la reparación. Cuando estoy para salir llega Rafa, con ciertos problemas musculares que a pesar de todo no le impiden continuar. Comienzo la bajada hacia Cortijo Prados, momentos estos de especial belleza por las impresionantes vistas ayudadas por un día de claridad total en la atmosfera. No tardo en ver al frente a nuestra diosa, como siempre desafiante y a la izquierda poco más abajo el pantano del Quiebrajano, precioso. La bajada la realice en solitario y nada me impedía disfrutar del paisaje. Avituallamiento en Cortijo Prados, y comienza el ascenso del puerto de Alamillos, seguido del de la Sierra del trigo, con otro avituallamiento.