Una vez dejada atrás dicha vereda km 86 continuamos ascendiendo. Todavía nos quedan tres crestas que pasar en unos 10km, con una primera parte de terreno bastante irregular tanto de subida como de bajada. Tres crestas antes del abordaje de la famosa cuesta del cachondeo. Por ese tramo también me cruzo con la ambulancia que también llevaba prisa. Espero a los colegas en el penúltimo avituallamiento. El amigo José cuando llegó a llenar agua se quedó pinchado como un clavo, con la pata tiesa, casi tienen que llamar a la grua para despegarlo del suelo, los calambres seguían castigándolo. Esperamos a Carlos y le volvemos a echar mano del Reflex y en poco rato continuamos, que esto se acaba. En la siguiente bajada Carlos pierde uno de los botes del agua. Poco a poco me voy metiendo cada vez mas cerca del tajo y del último reto: La cuesta del Cachondeo, de un kilometro mas o menos, empedrado con un porcentaje entre el 15 y 18%. Sin prisa pero sin pausa comienzo a subir, me encuentro con un ciclista que se le caía completamente uno de los pedales (ya es mala suerte a pocos metros del final), increíble el montón de ciclistas que volví a dejar atrás, unos iban subidos y otros achuchandole a la bici. Estos últimos podrían ser un 98% del total que iban subiendo en esos momentos, y casi sin creérmelo la temida cuesta se quedó atrás, y justo al final me encuentro al amigo Francis, y su inseparable cámara para inmortalizar todo cuanto pudiera. También se encuentra con él, mi sobrino, (el novel cosechero Luis José. Se me ha quedado grabado ese calificativo). Tras los saludos de alegría, aparco la bestia y espero con ellos la llegada de Carlos y José, mientras comentamos distintas hazañas. No tardan mucho en subir, primero José, poco después Carlos, que decide no parar, no fuera a ser que luego no hubiera quien lo arrancara y la meta estaba a la vuelta de la esquina. Una vez que pasa salimos nosotros igualmente, pasamos ahora por encima del tajo, y a continuación por la plaza de toros mas antigua de España, gente a ambos lados de la calle animando esos últimos metros con voces y aplausos. El arco de meta ocupaba el ancho de un parque. Justo ahí los distintos familiares nos esperaban y cada uno nos fuimos a abrazarnos con ellos, allí me esperaban mi Capi, mi David, mi pequeña rubia Paloma, mi sobrinete Alejandro y mi cuñada María José. La emoción y la alegría afloró por parte de todos. Poco después pasamos ya la línea de meta, donde nos toman el tiempo. ¿Qué que tiempo echamos?, pues la verdad es que no me interesa mucho, ni eso ni el puesto en la clasificación, ambos aún no los he consultado. Lo verdaderamente importante para mí en ese día, a parte del reencuentro con la familia y el llegar sano y salvo, fue, 101 kilometros de recorrido con la buena compañía de los ya mencionados colegas de telaraña, inolvidables momentos que solo ellos saben rubricar y que ya forman parte de la historia, de una bonita historia.
Después de la llegada, medalla, camiseta, y a por la deseada comida final, que esta también tuvo su historia. Nos iban echando la comida en unas bandejas desechables, y al final nos deberían de haber puesto el refresco, y resulta que el legionario encargado de ese trabajo no nos puso nada y nosotros no nos dimos cuenta hasta que llegamos a la mesa. Volvimos para reclamarla y nos dijeron que nanai de la china, que lo que queríamos era pasarnos de listos y repetir bebida. Menos mal que allí estaba el amigo José, que era el menos agarrao, y además tenía dinero y así pudimos disfrutar de una refrescante cervecita. El filete empanado y la pasta de macarrones exquisita. No sé si lo he mencionado, pero el trato y la labor realizada por parte de todos los legionarios excelente.
Creíamos que ya se había acabado la historia, pues nó. Ahora tocaba volver al camping en bicicleta. 5km mas de vuelta, ya de noche, eso sí, con las correspondientes luces. Despues de comer, y rejuntarnos en los alrededores de la plaza de toros, nos fotografiamos con la escultura del torero con el toro y vamos saliendo. En esto que llamo al coleguita castillero que estaba por otro lado esperando sus cosas (este hizo duatlón), y entre pitos y flautas, cuando quiero acordar no veo a nadie conocido. Multitud de gente por todos lados, llamando a unos y a otros y nadie contestaba, todos se me habían perdido. Con todo esto y puesto que conocía el camino, emprendí este de vuelta. A pesar de llevar buenas luces para ver y ser visto, no me hacía ni chispa de gracia la carretera y a esa hora había bastante circulación. Esta vez me dio alegría escuchar el canto de un pavo real, era prueba evidente de que el camping estaba a pocos metros. Para los demás el camino de vuelta al camping también tuvo su historia…. algún coche que se perdió, y por parte de los ciclistas…. un pinchazo, esta vez le tocó a Carlos. ¡Tiene tarea la cosa!, llamada telefónica y lo recogieron con el coche, a él y a su telaraña.
Esa noche dormimos todos como troncos.
Perdonar la extensión, pero son mis impresiones a lomos de la telaraña en ese acontecimiento.
Gracias, buenas noches y hasta la próxima.
Después de la llegada, medalla, camiseta, y a por la deseada comida final, que esta también tuvo su historia. Nos iban echando la comida en unas bandejas desechables, y al final nos deberían de haber puesto el refresco, y resulta que el legionario encargado de ese trabajo no nos puso nada y nosotros no nos dimos cuenta hasta que llegamos a la mesa. Volvimos para reclamarla y nos dijeron que nanai de la china, que lo que queríamos era pasarnos de listos y repetir bebida. Menos mal que allí estaba el amigo José, que era el menos agarrao, y además tenía dinero y así pudimos disfrutar de una refrescante cervecita. El filete empanado y la pasta de macarrones exquisita. No sé si lo he mencionado, pero el trato y la labor realizada por parte de todos los legionarios excelente.
Creíamos que ya se había acabado la historia, pues nó. Ahora tocaba volver al camping en bicicleta. 5km mas de vuelta, ya de noche, eso sí, con las correspondientes luces. Despues de comer, y rejuntarnos en los alrededores de la plaza de toros, nos fotografiamos con la escultura del torero con el toro y vamos saliendo. En esto que llamo al coleguita castillero que estaba por otro lado esperando sus cosas (este hizo duatlón), y entre pitos y flautas, cuando quiero acordar no veo a nadie conocido. Multitud de gente por todos lados, llamando a unos y a otros y nadie contestaba, todos se me habían perdido. Con todo esto y puesto que conocía el camino, emprendí este de vuelta. A pesar de llevar buenas luces para ver y ser visto, no me hacía ni chispa de gracia la carretera y a esa hora había bastante circulación. Esta vez me dio alegría escuchar el canto de un pavo real, era prueba evidente de que el camping estaba a pocos metros. Para los demás el camino de vuelta al camping también tuvo su historia…. algún coche que se perdió, y por parte de los ciclistas…. un pinchazo, esta vez le tocó a Carlos. ¡Tiene tarea la cosa!, llamada telefónica y lo recogieron con el coche, a él y a su telaraña.
Esa noche dormimos todos como troncos.
Perdonar la extensión, pero son mis impresiones a lomos de la telaraña en ese acontecimiento.
Gracias, buenas noches y hasta la próxima.