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FRAILES: Buenas noches:...

Buenas noches:
En primer lugar y aunque sea tarde, felicidades a todos los que no haya felicitado, en especial a Pepe de Encarna, que sabia que el sábado era su cumple, y por no felicitarlo antes de tiempo, al final se me ha pasado.
Ahora como lo prometido es deuda os dedicaré la crónica, con mi particular manera para darle emoción, aunque no la tenga, jejejeje
Después de tantas ganas que teníamos de ir ha hacer la ruta de senderismo de la “Vereda de la estrella”, conseguimos un fin de semana que no lloviera, y sobre todo que nos viniera a todos bien, bueno a 24 fraileros, que nos es poco, aunque nos faltó Pepe y Loly, que no pudieron venir.
Por la mañana, todos muy contentos nos encaminamos hasta Güejar Sierra, pueblo muy bonito que se encuentra a bastante altura en Sierra Nevada, ya subiendo por la carretera, las vistas eran bonitas, íbamos por una carretera estrecha, de curvas y con un precipicio que se posaba en el Embalse de Canales, al pasar el pueblo la carretera se estrechaba más aún, llegamos a cruzar varios túneles, los cuales creo que eran los que cruzaba el antiguo tranvía de Granada, hasta que llegamos al final de la carretera, en donde en un pequeño aparcamiento dejamos el coche. Empezamos la ruta más arriba de donde comenzaba, cruzando el rio Genil, por un puente de madera, justo donde indicaba el cartel de información nos echamos unas fotos todos juntos, con nuestras sonrisas de oreja a oreja, las cuales se nos quedaron por el camino, jejejeje
La “Vereda”, como su nombre lo indica, era una vereda estrecha la cual no nos dejaba ir mas de dos juntos, empezaba con una pequeña subida, la que después llaneaba durante cuatro km., allí disfrutamos del paisaje, un barranco llamado “el barrando de San Juan”, con un colorido espectacular propio del otoño, y con sus correspondientes castaños plagados de castañas, sobre todo el famoso “Castaño Abuelo”, con un tronco inmenso, y unas raíces que salían fuera del terreno, propio de su edad.
Al poco llegamos a un punto en donde la ruta se dividía en dos opciones, seguir por el lado derecho del barrando, con una suave subida de 14 km., o cruzar de nuevo el río, para subir por la Cuesta de los Presidiarios, nadie habíamos ido nunca, a excepción del guía que llevábamos, el cual decidió subir los Presidiarios porque sería mas emocionante, con el consecuente aumento de km por hacer. Todos como niños le seguimos sin saber lo que nos esperaba, la cuesta tenía un 30 % de desnivel, que parede poco, pero es una burrada, haciendo zig-zag, y sorteando cipreses, veíamos a otros senderistas que habían decidido la corta, de cachondeo y dada la lejanía en la que estábamos con respecto a ellos, no se nos ocurrió otra cosa que llamarles tontos, quien nos iba a alcanzar, yo para mis adentros imaginándome lo que nos esperaba, me decía: “los tontos somos nosotros”, jjjjjjj. Cada uno a su ritmo y dejando atrás todo el líquido que contenía nuestro cuerpo, conseguimos llegar arriba, una vez arriba y maldiciendo la cuesta, sus presidiarios y hasta la madre de estos, fue cuando empezó casi lo peor, empezamos a surcar una “vereilla”, la cual nos llevó a ver los tres grandes gigantes de Sierra Nevada, a la derecha El Veleta, en el centro El Mulhacen y a la izquierda La Alcazaba, una estampa única y digna de merecer después de la subida que habíamos hecho, simplemente precioso el paisaje, el que nos acompañó, a lo largo de otros cinco o seis km, para mi los peores de toda mi vida, la vereilla se estrechaba cada vez mas, y con un precipio a tu derecha que te invitaba a caer y dejar tu vida volar por el barranco, si cometias el error de tropezar o resbalar, le tengo pánico a las alturas, pero no había otra opción a excepción de la de volver y bajar los presidiarios, y hacerte las rodillas astillas, así que con pies firmes y cabeza fría, mirando lo menos posible al precipicio, allá que nos encaminamos todos, despacio y sin casi observar el paisaje hasta llegar al encuentro de los dos barrancos llamados Valdeinfierno y Valdecasillas.
Una vez allí, tuvimos que descalzarnos para cruzar el rio que sumaba las aguas de estos dos barrancos, aguas que agradecieron nuestros pies destrozados, todos nos subimos los pantalones y cruzamos, pero un compañero ni corto ni perezoso, se quito el pantalón y en paños menores cruzó el río delante de todos y otros tantos que había desconocidos, característico de él que siempre nos está haciendo reir.
Eran sobre las tres y media, con los pies metidos en el rio a punto de congelarse, y almorzando pudimos comprobar por donde habíamos surcado la vereilla peligrosa, pánico nos dio, al darnos cuenta la peligrosidad y la altura por la que habíamos ido, otros atrevidos como nosotros la hicieron al revés, que fue cuando nos dimos cuenta, ninguno de nosotros nos imaginábamos realmente por donde habíamos pasado, se veían como hormigas por la vereilla.
Sin descansar mucho nos pusimos en marcha de vuelta, por el lado opuesto del barranco del cual habíamos subido, lo que realmente podríamos decir que es la vereda de la estrella, una antigua vereda por la cual bajaban los minerales que sacaban de las minas de la estrella. Durante este camino pudimos disfrutar de todo el paisaje mas tranquilamente, el rio, sus cascadas, cabras montesas, vacas, pudimos sentir las malas vibraciones de recordatorios a gente que había perdido por allí la vida….., y sobre todo tuvimos muuuucho tiempo de poder darnos cuenta de todo lo que se nos iba pasando por la cabeza en aquella vereda, que aunque llana y fácil, fue eterna para todos, y que se llevó la ilusión y la alegría con la que empezamos, unas veces solos y otras con algún otro, todos fuimos bajando el barranco de San Juan, trozo a trozo, curva a curva hasta llegar a los coches, en los que casi sin decirnos ni adiós, nos montamos con los pies reventados y volvimos a Frailes, con nuestro objetivo cumplido, con un buen recuerdo, pero con la amarga sensación de la descabellada locura de haber surcado la Cuesta de los Presidiarios, y haber puesto nuestra vida en peligro.
Fue bonito, pero hay mejores, la volveremos ha hacer pero de distinta forma, nuestra vida vale mucho, mas que la propia naturaleza.