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MOROS Y CRISTIANOS:
Después de Roma, tanto moros como cristianos cultivaron el olivo en Andalucía.
Los moros ya distinguían entre tres calidades de aceite: el mejor era el "zayt al-mamá", o aceite de agua, que salía de aceituna madura antes de prensar la pasta; le seguía en calidad el "zayt al masara", o aceite de almazara, resultado de prensar entre capachos la pasta molida. Finalmente había una tercera clase, inferior, el "zayt al matbaj", o aceite cocido, resultante de un segundo prensado después de escaldar la masa con agua hirviendo.
Los cristianos que conquistaron Andalucía prosiguieron con el cultivo de sus olivares.
Según la leyenda, cuando la aceituna madura, los moros expulsados de Andalucía mandan desde Africa una bandada de zorzales. Cada pájaro coge tres aceitunas, dos en las patas y una en el pico, y regresan con ellas a Africa para entregarlas a sus amos. De este modo, los moros van renovando la propiedad de sus olivos y nunca pierden el derecho a recuperarlos.
Los colonizadores de América llevaron aceite al Nuevo Mundo en unas vasijas especiales, las botijuelas, que recuerdan por su forma y material a las ánforas romanas aunque eran de tamaño más pequeño y sin asas.
También se llevaron plantones de olivo y parece que fue en Perú donde se plantaron los primeros cien olivos por Antonio o Nicolás de Ribera, el Viejo.
Hoy hay olivos en California, Méjico, Perú, Chile, Argentina, Sudáfrica, China, Japón, etc.