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HORNOS DE PEAL: Feliz Año, María Ascensión! palos con gusto no duelen...

Querid@s Horneros,

Espero hayais superado todos el 2013 con buena salud y os deseo lo mejor para este año nuevo.
No sé si recordareis que el año pasado os envié un relato de la noche de Reyes en Hornos, allá por el año 1970, pues si me lo permitís, os paso otra historia de esa fecha pero de muchos años antes.

Noche de Reyes (2)

Esta historia la cuenta mi padre cada víspera de Reyes.
Al menos la contaba cuando nos juntábamos porque ya hace años que las distancias nos lo impiden y por teléfono, como que no queda igual…
Pues decía mi padre que era el día de Reyes y a su hermana, mi tita Lola, le habían dejado en las zapatillas un par de caramelos y una naranja.
Para que os situéis, corrían los primeros años de la posguerra y nadie, en mi familia, nadaba en la abundancia. Aunque dice mi padre que a la abuela no le faltaba de nada pero que era muy rácana y lo guardaba todo. Que digo yo, que muy guardado no lo debía tener porque de todos era bien sabido que mi padre le robaba los garbanzos y los vendía para comprarse cigarrillos… pero esa es otra historia.
La Lola era la niña mimada de la abuela y la tenía muy consentida. Aunque todos vivieran en la escasez, para la Lola nunca faltaban pequeñas garguerías en forma de fruta o de vino dulce o de cualquier otro alimento que pudiera reforzar la poca salud que tenía la Lola, según su madre. Mi padre, que tiene un sentido de la justicia que para sí quisiera la mayoría de nuestro elenco judicial, se sentía despreciado y malquerido, más teniendo en cuenta que su hermana se pasaba el día sin hacer nada y él se lo pasaba de sol a sol, labrando y peleando con la mula a ver quier daba más coces. En esa contienda salio perdiendo él y llegó un día con una brecha en la cabeza que le dejó la cara echa un Cristo. Y aunque recibió el golpe a media mañana y le caía la sangre a chorros, no volvió a casa hasta el anochecer, porque a mi padre no hay mula que le gane a terco.
Pero volviendo a los Reyes, la Lola estaba como loca con sus caramelos y su naranja y en aquel estado de embeleso no se le ocurrió más que preguntar a su madre si los Reyes volverían a dejarle algo si ella volvía a dejar las zapatillas debajo de la ventana. La abuela no le hizo ni caso pero mi padre, en cuanto su madre se dio la vuelta, le aseguró a su hermana que sí, que lo harían.
Llegó la noche y la Lola dejó sus zapatillas bajo la ventana con toda la ilusión e inocencia que se tienen en esa edad temprana, siempre que los golpes de la vida no te hayan demostrado lo contrario. Y la Lola, envuelta en algodones por su madre, aún no había tomado conciencia ni de lo que era en sí la realidad de la vida.
Mi padre no era mucho mayor que la Lola pero para él no había Reyes. Ni tan solo una perragorda. Dolido y resentido por lo que a todas luces consideraba una injusticia y un desprecio más hacia él, se fue al establo donde tenían la mula.
A la mañana siguiente, la Lola se despertó llena de emoción en busca de sus regalos.
A primera vista, en las zapatillas no había naranjas, pero recordaba que los caramelos del día anterior habían quedado escondidos bajo el empeine. Deslizó su mano regordeta dentro del calzado, tanteando, despacito. Algo suave y húmedo se le pegó en los dedos, llenando de pronto el aire de un fuerte olor desagradable. En cuanto retiró la mano se oyó un grito en la casa que dejó a la abuela temblando.
- ¡Mamáaaa!, ¡mira lo que me ha hecho Quico!
La abuela se lió a palos con mi padre, pero a él ya no le venía de una zurra. Se partía de risa por dentro y le quedó para siempre en la retina la cara despavorida de mi tía con las manos pringadas de mierda de mula.
¿No querías Reyes ¿? Pues toma Reyes…

Feliz Año, María Ascensión! palos con gusto no duelen y qué bien se la hizo tu padre a "la Lola! y qué bien merecido, y aunque contra un padre o una madre no hay razón, y así lo he visto siempre y lo sigo viendo, la madre también tenía que haber llevado parte en el asunto. Eso hace que en muchas familias exista la envidia y los desavenencias entre hermanos, que los padres no los midan con la misma bara, era la madre la que tenía que haber partido la naranja y los caramelos para los dos, pobre hijo! como no iba ha estar dolido!

saludos!
Respuestas ya existentes para el anterior mensaje:
Aguilachic@, el relato no pretende molestar a nadie, es solo una historieta de las que cuentan los abuelos. A mi me gustaría saber más historietas de ese tipo porque quiero escribir un libro.
Los padres y las madres hacían y hacemos lo que podemos. No siempre es fácil y no siempre nos lo ponen a tiro. Yo tengo dos hijos y son como el día y la noche. No se les puede criar a todos igual porque 20 que tuvieras, 20 diferentes.
La actuación de mi abuela fue injusta, pero su vida tampoco era muy justa ... (ver texto completo)