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HUESA: No fue baladí la observación que hice en su día respecto...

No fue baladí la observación que hice en su día respecto a la corriente progresista mayoritaria en el pueblo y en lo que posibilitaba la definición del concepto que se quería de pueblo.
Enlazando con el tema y por tocar alguno de los muchos aspectos que son susceptibles de ser tocados, centrémonos en la estética urbanística del pueblo. ¡Qué lejos está Huesa de esa imagen blanca del pueblo andaluz! Lo fue en décadas anteriores pero hemos renunciado a que siga siéndolo.
El desmadre urbanístico es total, la personalidad propia que en décadas pasadas tenía como pueblo andaluz, se perdió. Más se parece al típico pueblo gris y ocre que prevalece en otras comunidades como la manchega, valenciana y alguna otra, que no precisan de esa blancura como seña de identidad, que no precisan del uso de la cal para combinar elementos identitarios y climatológicos.
¿A quién es imputable tal desatino? La respuesta es obvia: a los gobernantes. Nunca se puede culpar de éllo al ciudadano como no se puede pretender que tenga inquietudes urbanísticas estéticas que no vayan más allá que procurarse una habitabilidad para seres y enseres.
Las administraciones municipales, sean del signo que sean, están obligadas, por compromisos posiblemente no escritos, a hacer abstracción de sus criterios personales en aras de algo que va a quedar para los tiempos y deberían sentirse avergonzados de sí mismos y de su dejación cada vez que pasen por delante de un delito (estético) urbanístico y pedir perdón públicamente por haberlo consentido o por no haberlo impedido. No está reñida la estética o el criterio con la economía.
Nunca es tarde para enmendar estos desmanes. Cada vez llegan a los consistorios munícipes más preparados y más sensibles y es precisamente a los ciudadanos que tenéis derecho a voto a los que os corresponde exigir el cumplimiento de la vuelta a la personalidad e idiosincracia del ser andaluz, que debe manisfestarse también en la personalidad propia de sus pueblos.