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Sevilla, año 1902, cuarenta y siete grados a la
sombra... ¿efecto invernadero?, ¿cambio climático?... yo me acuerdo desde niño de los
veranos largos, largos...
noches eternas de calor y tertulias en las
puertas hasta las tantas porque nadie podia dormir. Se repite la
historia.