(CONTINUACIÓN)
Hasta aquí hemos podido comprobar cómo gracias a unas Disposiciones Administrativas se gana o se pierde una hora de nuestra vida. Pero nos podemos preguntar: ¿A dónde va esa hora “virtual”?, o ¿Cómo clasificamos a esa hora “ficticia”?. Yo no me imagino a dónde irán esas horas, solo puedo pensar que al mismo sitio que van los besos que no nos dimos y solo nos los imaginábamos cuando mirábamos a los ojos de nuestra amada. También se juntaran con las cosas que se susurran al oído mientras bailábamos en verano al son de una canción cuya letra hablaba de promesas que nunca olvidaríamos. Al mismo sitio a dónde va el amor que se calla, que se disuelve en el alma y que lo arrastra el viento, como arrastra a las hojas. A ese lugar dónde va el amor cuando se olvida, el amor que antes te quemó la vida y después se durmió poco a poco dolorosamente. El gran poeta romántico Gustavo Adolfo Bécquer tampoco lo sabía y nos dejó su conocida pregunta:
“ ¡Los suspiros son aire y van al aire! ¡Las lágrimas son agua y van al mar!
Dime, mujer, cuando el amor se olvida ¿Sabes tú adónde va?”.
¿Debemos contar esas horas?. Quizás sea mejor hacer caso a lo que nos recomiendan estos hermosos versos:
“Para qué contar las horas? / No volverá lo que se fue, /y lo que ha de ser ignoras. / ¡Para qué contar las horas! / ¡Para qué!. (Julián del Casal)
Tal vez esas horas sean muy tristes y al no poderlas sentir no nos dejen huella como ocurre cuando pasan por el cielo las estrellas. Serán como la última hora que sólo de pensar en ella nos acobarda y sin embargo desconfiamos de no verla llegar y cuando más tarda más la ansiamos y algunas veces más la deseamos porque tanto tarda.
En algunos folklores europeos, esas horas en torno a las tres de la madrugada, son las “Horas de las Brujas”, es cuando aparecen los fantasmas y los demonios. Nos cuentan que a esa hora ocurren las “cosas mágicas” y que los actos de “magia negra” tienen su máxima efectividad. Algunos sugieren que si oyes aullar perros o cantar gallos a esa hora es señal de que se está haciendo alguno de esos sortílegos. Dicen que las 3 de la madrugada es la hora del Diablo, en oposición a las 3 del mediodía cuando Jesús murió crucificado. Que a esa hora se abre un portal demoniaco y que eligen esa hora para “retar” a la Divinidad. Sobre todo a las 3,33h que sería el lado negativo frente a las 3 de la tarde (Cristo murió a esa hora con 33 años y el número 3 representa a la Trinidad Divina) que sería el lado positivo.
A través de los años ha habido frecuentes informes de una variedad de “fenómenos inusuales” ocurridos alrededor de las 3 y las 4 de la noche, particularmente acentuados a las 3:33h. Muchas personas aseguran que a esa hora se despiertan sin ninguna razón lógica, afirmando experimentar misteriosos fenómenos como “la parálisis del sueño”. Las 3h también se conoce comúnmente como el “Tiempo Muerto” debido que es el momento en que la “actividad paranormal” entra en su máximo apogeo. Para los expertos en “demonología”, las 03:33 am tiene un simbolismo satánico, ya que es la mitad de 666, el número de la Bestia. Se cree que en este momento el velo entre el mundo de los vivos y el mundo de los muertos está en contacto, permitiendo que los demonios y espíritus se comuniquen con las personas cruzando con una mayor facilidad que en otras horas del día. Según algunos “investigadores”, se producen muchas muertes a las 3 de la madrugada, ya que en esta hora el sistema inmunológico del cuerpo es más vulnerable, los enfermos terminales y las personas muy ancianas son las más propensas para pasar al “Otro lado”.
Ahora mismo estoy oyendo unos ruidos muy raros al “Otro lado” de la puerta de entrada a mi casa, hace poco miré la nueva hora del reloj y eran las 3h 33m. Mejor dar por cerrado este tema.
Estoy seguro que cada uno de nosotros recuerda alguna anécdota, o situación “especial”, ocurrida en una de las tantas veces que hemos cambiado la hora del reloj desde que se implantó esa recomendación. Particularmente no olvidaré la primera vez, cuando en la madrugada del sábado al domingo del último fin de semana de septiembre de 1981, se inició esa práctica. Estaba con mi pareja de por entonces en una pequeña “boite” donde se bailaba hasta la hora de cierre que en aquellos años eran las 3 de la madrugada. En esas horas postreras solo sonaba música para “bailar lento”. Eran los mejores momentos para satisfacer las exigencias propias de unos cuerpos jóvenes y “hambrientos” de caricias. Por entonces, el “disc jockey” pinchaba aquella música tan romántica como la de los “Indios Tabajara” o “Los Panchos”. Precisamente, poco antes de las tres nos “restregábamos” con el meloso tema de “Reloj no marques las horas”. Nos quedaba solo un minuto para seguir viviendo nuestro amor y en el fondo pedíamos lo que indicaba la letra: Que el reloj no marcara las horas, que detuviera su camino y que esa noche fuera perpetua. De pronto, sonó una voz metálica por los altavoces comunicando una feliz noticia: ¡A las tres se atrasan los relojes una hora y por tanto volvemos a las dos!, ¡Falta una hora para cerrar!. La letra de la canción se ajustaba temporalmente a nuestro deseo. ¡Qué hora más bien aprovechada!.
Finalmente, quiero terminar con un viejo “acertijo” sobre las horas, que se le atribuye al romano Horacio, maestro del género lírico y satírico. Esta sentencia solía figurar al pie de los Relojes de Sol:
“Vulnerant omnes, ultima necat”. (Todas hieren la última mata).
Saludos y hasta otra,
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