La diosa Cibeles volvió a vestirse de blanco. Se hizo esperar pero, a eso de las ocho de la tarde, Iker Casillas resguardó al símbolo del madridismo de la constante lluvia que azotó a la capital durante toda la tarde. Alrededor, jugadores, cuerpo técnico y afición se fusionaron para gritar al mundo que el Madrid ha regresado. Y un título de Liga es el mejor ejemplo de ello.