Amigos del Foro:
Ayer por la tarde, en mi vuelta al Foro Capitalino, estaba contemplando desde la ventanilla del tren, una vista, más o menos parecida (sin la nieve), a la de la foto de arriba. Y mira por dónde, ¡qué casualidad! en el libro que releía, “LA HUERTA DEL EDÉN” (1996), de nuestro vecino de Úbeda y Académico, Antonio Muñoz Molina, me topaba con las siguientes frases:
“ El estrecho de Gibraltar, como el mundo entero, estaba detrás de aquella sierra azul de Mágina y del monte Aznaitín, grandioso y mineral, que es como la deidad derribada de aquellos paisajes, la montaña sagrada de nuestras imaginaciones infantiles de entonces, agrandada siempre por el efecto de espejismo que el calor daba al aire.
Como casi todo en esa tierra, el monte Aznaitín tiene un nombre popular además del nombre oficial que le atribuyen los mapas: yo siempre oí que la gente del campo le llamaba el cerro Natín. En invierno su larga cima aguda como el filo de un hacha paleolítica amanece con frecuencia nevada. Hace muchos años, cuando los aceituneros salían aún de noche al campo en grandes cuadrillas caminantes, miraban al cerro Natín para saber si se aproximaba la lluvia. Si las nubes se abrían para dejar paso a las primeras claridades rojizas del día era que iba a llover pronto:
Guadiana abierta, agua en la puerta.”
Mejor comentario para mi visión, imposible.
Saludos,
Ayer por la tarde, en mi vuelta al Foro Capitalino, estaba contemplando desde la ventanilla del tren, una vista, más o menos parecida (sin la nieve), a la de la foto de arriba. Y mira por dónde, ¡qué casualidad! en el libro que releía, “LA HUERTA DEL EDÉN” (1996), de nuestro vecino de Úbeda y Académico, Antonio Muñoz Molina, me topaba con las siguientes frases:
“ El estrecho de Gibraltar, como el mundo entero, estaba detrás de aquella sierra azul de Mágina y del monte Aznaitín, grandioso y mineral, que es como la deidad derribada de aquellos paisajes, la montaña sagrada de nuestras imaginaciones infantiles de entonces, agrandada siempre por el efecto de espejismo que el calor daba al aire.
Como casi todo en esa tierra, el monte Aznaitín tiene un nombre popular además del nombre oficial que le atribuyen los mapas: yo siempre oí que la gente del campo le llamaba el cerro Natín. En invierno su larga cima aguda como el filo de un hacha paleolítica amanece con frecuencia nevada. Hace muchos años, cuando los aceituneros salían aún de noche al campo en grandes cuadrillas caminantes, miraban al cerro Natín para saber si se aproximaba la lluvia. Si las nubes se abrían para dejar paso a las primeras claridades rojizas del día era que iba a llover pronto:
Guadiana abierta, agua en la puerta.”
Mejor comentario para mi visión, imposible.
Saludos,