UN PASEO POR LAS NUBES (De Jimena, por supuesto).
Como comentaba el viernes pasado, tenía previsto recorrer este hermoso paisaje durante el fin de semana. Debido a que el sábado estuvimos de “convite” en Cánava (ya lo habéis podido comprobar en el reportaje gráfico del amigo Palomero, que no llegará a ser un Frank Cappa, pero sí un buen alumno del nunca bien ponderado Agustín Bodega), la excursión la dejé para el domingo y así de camino quemar un poco de las elevadas dosis de grasas, azucares y alcoholes, ingeridas en el referido evento.
Aprovechando el cambio horario, no tuve que madrugar mucho, además tuve suerte y amaneció un día esplendido, típico del otoño en Jimena. Como seguramente a muchos de los que estáis fuera os hubiera gustado realizar el paseo, voy a relatar sucintamente el recorrido.
Salí por el Parque y fui dejando atrás los antiguos Jimenatos, la Gasolinera y el chalet de Meliton, Cánava, el Ventorrillo, la desaparecida Caseta y Noguera de los Peones Camineros y la alberca de la Fábrica. En la recta del Pomar, girando a la derecha, enfilé el carril del Moro.
Comencé la cuesta, a la derecha la Casería del Prior, la Casería de Eulalia, la Casería conocida como de Sardinilla y enseguida el camino propio (ahora encementado) del Pilar del Moro. Me había dejado a la izquierda las “Casas de Labranza” del nieto de Viloreto y Reme "la Rusa" y la de Paquillo el de la Paula y Cati la del Rubio de las Campanas. Antes de llegar arriba eché una ojeada al “balconcillo” de la Saeta del Moro y rápidamente estaba bebiendo agua a “garfadas” en el caño del Pilar. Efectivamente, los cazadores habían limpiado el paraje y el pilar estaba limpio de cieno, ovas y juncos. Con la cubeta que han dejado para tal fin, regué las tres nogueras recién plantadas. Sentado en el banco, estuve oteando el horizaonte con los prismáticos, pero había mala visibilidad por las calimas que tapaban los Cerros de Úbeda.
Seguí subiendo y dejé atrás la Casería arruinada de Don Manuel Alfonso y el albercón de riego del Pago de la Sierra. Recorrí a paso ligero el camino que enlaza con el Pinar de Pabilo (monumento histórico natural) y por la empinada cuesta llegué al propio cortijo de Tio Pabilo (también en ruinas). Eché un vistazo a los Caracoles y campo a través me desvié hasta la Cruz de la Atalaya. Desde lo alto parece que estás subido a una nube. La visión era muy buena y estuve contemplado todos los pueblos de la Loma y los primeros de la entrada a la Sierra de Cazorla. Coincidí con varios forasteros buscadores de setas y por el Pilar de Barrero se oían los tiros de los cazadores.
En la bajada dejé a un lado los corrales de los Viloretos y fui a beber agua al Pilar de las Pilas. El ruido del caño y los cantos de los pajarillos invitaban a un breve descanso.
La Cuesta de la Cimbarra (véase la foto) la bajé en un santiamén y dejando atrás el Cortijo de las Pilas y el albercón del Pago de los Morales, llegué enseguida al cruce con el Camino del Monte. Al pasar por el Caracol y la Cueva del “Tio Calores” pensé que a su nieto Jose Mª le hubiera gustado estar ese día por allí. Como el camino estaba recién apisonado por un rulo grandísimo, estuve en un instante en la Cuesta de las Mosqueras y al momento tenía debajo la Casería de los Pozos. Siempre que paso por allí me acuerdo de tres personajes: Don Bartolomé, el Delegado de Hacienda (más bien de su hija Raquel) y el misterioso visitante de la cabeza rapada que para algunos era un huido de la Alemania Nazi.
Habían pasado tres horas y estaba en el Mirador de Juan Tomás. Allí di buena cuenta de un tercio fresquito del EL Alcázar (especia Navidad) y de un plato de “Talarines” y otro de “sangre con tomate”, regados debidamente con el vino de la casa. De postre un caqui dulcísimo y un plato de gajos de granada con un “chorreón” de aceite de oliva. A continuación una ligera siesta y a preparar el bolso de viaje para volver en el Talgo a Madrid. No estuvo mal el día.
Saludos y espero que os haya gustado.
PD: Éste paseo se lo dedico a mis amigos Juan e Isabel que nos van a visitar el próximo fin de semana y los animo, al igual que a todos los que vengan para la festividad de los Santos, a repetir el recorrido.
Como comentaba el viernes pasado, tenía previsto recorrer este hermoso paisaje durante el fin de semana. Debido a que el sábado estuvimos de “convite” en Cánava (ya lo habéis podido comprobar en el reportaje gráfico del amigo Palomero, que no llegará a ser un Frank Cappa, pero sí un buen alumno del nunca bien ponderado Agustín Bodega), la excursión la dejé para el domingo y así de camino quemar un poco de las elevadas dosis de grasas, azucares y alcoholes, ingeridas en el referido evento.
Aprovechando el cambio horario, no tuve que madrugar mucho, además tuve suerte y amaneció un día esplendido, típico del otoño en Jimena. Como seguramente a muchos de los que estáis fuera os hubiera gustado realizar el paseo, voy a relatar sucintamente el recorrido.
Salí por el Parque y fui dejando atrás los antiguos Jimenatos, la Gasolinera y el chalet de Meliton, Cánava, el Ventorrillo, la desaparecida Caseta y Noguera de los Peones Camineros y la alberca de la Fábrica. En la recta del Pomar, girando a la derecha, enfilé el carril del Moro.
Comencé la cuesta, a la derecha la Casería del Prior, la Casería de Eulalia, la Casería conocida como de Sardinilla y enseguida el camino propio (ahora encementado) del Pilar del Moro. Me había dejado a la izquierda las “Casas de Labranza” del nieto de Viloreto y Reme "la Rusa" y la de Paquillo el de la Paula y Cati la del Rubio de las Campanas. Antes de llegar arriba eché una ojeada al “balconcillo” de la Saeta del Moro y rápidamente estaba bebiendo agua a “garfadas” en el caño del Pilar. Efectivamente, los cazadores habían limpiado el paraje y el pilar estaba limpio de cieno, ovas y juncos. Con la cubeta que han dejado para tal fin, regué las tres nogueras recién plantadas. Sentado en el banco, estuve oteando el horizaonte con los prismáticos, pero había mala visibilidad por las calimas que tapaban los Cerros de Úbeda.
Seguí subiendo y dejé atrás la Casería arruinada de Don Manuel Alfonso y el albercón de riego del Pago de la Sierra. Recorrí a paso ligero el camino que enlaza con el Pinar de Pabilo (monumento histórico natural) y por la empinada cuesta llegué al propio cortijo de Tio Pabilo (también en ruinas). Eché un vistazo a los Caracoles y campo a través me desvié hasta la Cruz de la Atalaya. Desde lo alto parece que estás subido a una nube. La visión era muy buena y estuve contemplado todos los pueblos de la Loma y los primeros de la entrada a la Sierra de Cazorla. Coincidí con varios forasteros buscadores de setas y por el Pilar de Barrero se oían los tiros de los cazadores.
En la bajada dejé a un lado los corrales de los Viloretos y fui a beber agua al Pilar de las Pilas. El ruido del caño y los cantos de los pajarillos invitaban a un breve descanso.
La Cuesta de la Cimbarra (véase la foto) la bajé en un santiamén y dejando atrás el Cortijo de las Pilas y el albercón del Pago de los Morales, llegué enseguida al cruce con el Camino del Monte. Al pasar por el Caracol y la Cueva del “Tio Calores” pensé que a su nieto Jose Mª le hubiera gustado estar ese día por allí. Como el camino estaba recién apisonado por un rulo grandísimo, estuve en un instante en la Cuesta de las Mosqueras y al momento tenía debajo la Casería de los Pozos. Siempre que paso por allí me acuerdo de tres personajes: Don Bartolomé, el Delegado de Hacienda (más bien de su hija Raquel) y el misterioso visitante de la cabeza rapada que para algunos era un huido de la Alemania Nazi.
Habían pasado tres horas y estaba en el Mirador de Juan Tomás. Allí di buena cuenta de un tercio fresquito del EL Alcázar (especia Navidad) y de un plato de “Talarines” y otro de “sangre con tomate”, regados debidamente con el vino de la casa. De postre un caqui dulcísimo y un plato de gajos de granada con un “chorreón” de aceite de oliva. A continuación una ligera siesta y a preparar el bolso de viaje para volver en el Talgo a Madrid. No estuvo mal el día.
Saludos y espero que os haya gustado.
PD: Éste paseo se lo dedico a mis amigos Juan e Isabel que nos van a visitar el próximo fin de semana y los animo, al igual que a todos los que vengan para la festividad de los Santos, a repetir el recorrido.