Un poco de Gramática y lenguaje sexista (A quien pueda interesar).
Últimamente nos encontramos, de forma asidua, cuando vamos a leer o escribir y también cuando escuchamos la radio, la TV, etc. con el problema real del lenguaje sexista.
Tanto las Naciones Unidas como el Consejo de Europa y la Comisión de las Comunidades Europeas han emprendido diversas actuaciones y medidas orientadas a la revisión de textos para evitar usos y expresiones de desigualdad hacia las mujeres. En este contexto en 1992 la Junta de Andalucía dictó una Orden el 24 de noviembre (Boja del 5 de diciembre) sobre la eliminación del Lenguaje sexista en los textos y documentos administrativos, como ejemplo del interés despertado en las administraciones públicas por este “problema”.
La Federación de Mujeres Progresistas entiende que Sexismo tiene que ver con la Desigualdad y la discriminación, es sexista todo aquello que exalta los logros de un solo sexo, generalmente el masculino, y subordina o invisibiliza los del otro sexo, generalmente el femenino.
Existe hoy la creencia de considerar los desdoblamientos “Compañeros-compañeras” o “ciudadanos-ciudadanas” como una moda al uso, como una moda pasajera propia de los tiempos en que vivimos dados a la igualdad de sexos. Nada mas lejos de la realidad: desde los orígenes de nuestra lengua aparece la solución especificadora del uso de ambos géneros, así el poeta medieval cuando narra la entrada del Cid en Burgos sintió la necesidad de diferenciar entre “mugieres e uarones, burgueses e burguesas”
Myo Cid Roy Diaz por Burgos entroue,
En sue conpaña sessaenta pendones;
Exien lo ueer mugieres e uarones,
Burgueses e burguesas por las finiestras sone,
plorando de los oios, tanto auyen el dolore.
De las sus bocas todos dizian una razone:
“Dios, que buen vasallo, si ouiesse buen señore”
(Poema del Cid, vv. 15-20)
Pero no siempre será fácil encontrar la solución acertada y oportuna con el suficiente sentido común para erradicar estereotipos que puedan ofender o inquietar a sectores tan amplios de población. La Real Academia Española de la Lengua, en su habitual ritmo lento, ha venido corrigiendo en los diccionarios la fórmula tradicional en las definiciones de profesiones, transformando “el que” por la más exacta “persona que”.
Mucho mas complicado parece sustituir los masculinos sintéticos por los desdoblamientos del tipo “niños y niñas”, “ciudadanos y ciudadanas”o “compañeros y compañeras”, sin caer en aquel desatino tan comentado de “jóvenes y jóvenas” de la diputada Carmen Romero, o aquel otro de Julio Anguita: “Compañeros y compañeras, el proyecto que defendemos nosotros y nosotras…” y así varios ejemplos mas.
Hace poco recibía por correo electrónico un comentario muy atinado sobre el uso correcto de un lenguaje que actualmente nos aparece cargado de rasgos antropocéntricos. El mensaje nos decía que en el castellano existen los participios activos como derivado de los tiempos verbales. El participio activo del verbo atacar es "atacante"; el de salir es "saliente"; el de cantar es "cantante" y el de existir, "existente".
¿Cuál es el del verbo ser? Es "el ente", que significa "el que tiene entidad", en definitiva "el que es". Por ello, cuando queremos nombrar a la persona que denota capacidad de ejercer la acción que expresa el verbo, se añade a este la terminación "-nte".
Así, al que preside, se le llama "presidente" y nunca "presidenta", independientemente del género (masculino o femenino) del que realiza la acción.
De manera análoga, se dice "capilla ardiente", no "ardienta"; se dice "estudiante", no "estudianta"; se dice "independiente" y no "independienta"; "paciente", no “pacienta"; "dirigente", no "dirigenta"; "residente", no "residenta”.
No se lo que pensareis vosotros (¿Tengo que decir también vosotras para que todos y todas nos sintamos incluidos?), pero creo que en este caso, como en casi todos, deberíamos fiar mas de las tendencias populares que hacen rico nuestro lenguaje, sin ahormarlo a estereotipos injustos y asimetrías absurdas.
Un saludo a los foreros que hayan tenido la paciencia de leer hasta el final.
Últimamente nos encontramos, de forma asidua, cuando vamos a leer o escribir y también cuando escuchamos la radio, la TV, etc. con el problema real del lenguaje sexista.
Tanto las Naciones Unidas como el Consejo de Europa y la Comisión de las Comunidades Europeas han emprendido diversas actuaciones y medidas orientadas a la revisión de textos para evitar usos y expresiones de desigualdad hacia las mujeres. En este contexto en 1992 la Junta de Andalucía dictó una Orden el 24 de noviembre (Boja del 5 de diciembre) sobre la eliminación del Lenguaje sexista en los textos y documentos administrativos, como ejemplo del interés despertado en las administraciones públicas por este “problema”.
La Federación de Mujeres Progresistas entiende que Sexismo tiene que ver con la Desigualdad y la discriminación, es sexista todo aquello que exalta los logros de un solo sexo, generalmente el masculino, y subordina o invisibiliza los del otro sexo, generalmente el femenino.
Existe hoy la creencia de considerar los desdoblamientos “Compañeros-compañeras” o “ciudadanos-ciudadanas” como una moda al uso, como una moda pasajera propia de los tiempos en que vivimos dados a la igualdad de sexos. Nada mas lejos de la realidad: desde los orígenes de nuestra lengua aparece la solución especificadora del uso de ambos géneros, así el poeta medieval cuando narra la entrada del Cid en Burgos sintió la necesidad de diferenciar entre “mugieres e uarones, burgueses e burguesas”
Myo Cid Roy Diaz por Burgos entroue,
En sue conpaña sessaenta pendones;
Exien lo ueer mugieres e uarones,
Burgueses e burguesas por las finiestras sone,
plorando de los oios, tanto auyen el dolore.
De las sus bocas todos dizian una razone:
“Dios, que buen vasallo, si ouiesse buen señore”
(Poema del Cid, vv. 15-20)
Pero no siempre será fácil encontrar la solución acertada y oportuna con el suficiente sentido común para erradicar estereotipos que puedan ofender o inquietar a sectores tan amplios de población. La Real Academia Española de la Lengua, en su habitual ritmo lento, ha venido corrigiendo en los diccionarios la fórmula tradicional en las definiciones de profesiones, transformando “el que” por la más exacta “persona que”.
Mucho mas complicado parece sustituir los masculinos sintéticos por los desdoblamientos del tipo “niños y niñas”, “ciudadanos y ciudadanas”o “compañeros y compañeras”, sin caer en aquel desatino tan comentado de “jóvenes y jóvenas” de la diputada Carmen Romero, o aquel otro de Julio Anguita: “Compañeros y compañeras, el proyecto que defendemos nosotros y nosotras…” y así varios ejemplos mas.
Hace poco recibía por correo electrónico un comentario muy atinado sobre el uso correcto de un lenguaje que actualmente nos aparece cargado de rasgos antropocéntricos. El mensaje nos decía que en el castellano existen los participios activos como derivado de los tiempos verbales. El participio activo del verbo atacar es "atacante"; el de salir es "saliente"; el de cantar es "cantante" y el de existir, "existente".
¿Cuál es el del verbo ser? Es "el ente", que significa "el que tiene entidad", en definitiva "el que es". Por ello, cuando queremos nombrar a la persona que denota capacidad de ejercer la acción que expresa el verbo, se añade a este la terminación "-nte".
Así, al que preside, se le llama "presidente" y nunca "presidenta", independientemente del género (masculino o femenino) del que realiza la acción.
De manera análoga, se dice "capilla ardiente", no "ardienta"; se dice "estudiante", no "estudianta"; se dice "independiente" y no "independienta"; "paciente", no “pacienta"; "dirigente", no "dirigenta"; "residente", no "residenta”.
No se lo que pensareis vosotros (¿Tengo que decir también vosotras para que todos y todas nos sintamos incluidos?), pero creo que en este caso, como en casi todos, deberíamos fiar mas de las tendencias populares que hacen rico nuestro lenguaje, sin ahormarlo a estereotipos injustos y asimetrías absurdas.
Un saludo a los foreros que hayan tenido la paciencia de leer hasta el final.