LA FOTO ESCOLAR.
Estoy seguro que ninguno de aquellos “párvulos” escolarizados de los años 50 nos escapamos de unas fotos similares a éstas. Es más, en algunas casas se guardan toda una serie de las mismas, ordenadas cronológicamente, de los cursos escolares respectivos. Recuerdo que, aunque no eran obligatorias, casi nadie se escapaba de "retratarse" y, aunque algunos padres, al principio, se resistían a comprarlas, cuando se las llevaba el fotógrafo para que las vieran, al final no podían resistir la tentación de tener un recuerdo infantil de sus hijos tan "repeinados y arreglados" (la verdad es que, para una familia con dos o tres hijos en edad escolar, y en aquella época de “vacas flacas”, el coste de las fotos suponía un gran esfuerzo pecuniario). Pero como en la conocida estrofa de A. Machado de sus Recuerdos Infantiles, con monotonía, cada año se repetía la historia.
"Una tarde parda y fría
de invierno. Los colegiales
estudian. Monotonía
de lluvia tras los cristales".
Esta foto ya aparece “coloreada”, lo que nos puede anunciar que ya estábamos abandonando aquellos años del blanco y negro (más bien negro) o “años grises”, como algún escritor conocido los llamaría. Seguramente, hacía poco que se habían terminado las cartillas de racionamiento y los “cupos” de Abastos para algunas materias primas imprescindibles (la harina por ejemplo). Aunque todavía, seguían viniendo a Jimena, aquellos barbudos “Padres Misioneros” que nos “aterrorizaban” con las penas del Infierno y nos amenazaban (sobre todo a los niños) con el castigo de la ceguera si reincidíamos en las prácticas de Onán. Todavía tendríamos que hacer “La Semana del Buen Tarsicio” o participar en alguna de las llamadas “Cruzadas de la Bondad”. Y como no, cada 20 de Noviembre, formados desde la salida de la Escuela en fila de a dos, a las “órdenes” del maestro respectivo, ir a rendirles “honores” a los “Caídos por Dios y por España” e incluso leer en voz alta sus nombres y gritar ¡Presente!, allí, bajo la Placa de la pared de la Iglesia. Entonces no hacía falta ninguna Ley de la Memoria Histórica, ¡claro!, se recordaban a los caídos del Bando Vencedor, los "Otros", los "Imnombrables" ni mentarlos y a los “Desaparecidos”, más de 120.000, mejor dejarlos envueltos en el más cruel de los silencios.
Ahora, al cabo de los años, viendo el “marco” en el que está hecha la foto, en mi caso, alcanzo a pensar que “insinuaba” toda una “premonición de lo que iba a ser mi futuro.
Esa mesa amplia y la silla “decimonónica”. El imprescindible teléfono y la pequeña libreta, similar a una agenda. El “secante” para que las firmas de los “Vº Bº (visto bueno)” no queden manchadas. El propio libro que bien podía ser un expediente en estado de resolución. La misma “bola del mundo” para ubicar geográficamente de donde vienen los sobres extranjeros que salen de la valija diplomática. Vamos, como diría G. García Márquez, eso era “la crónica de una vida dedicada a la Función Pública” (efectivamente, ingresé con 20 años recién cumplidos). Por ahora sigo.
Por último, a mi izquierda, aparece una estantería llena de libros. Seguro que de ahí nació mi cariño a los libros, los libros que me han acompañado toda mi vida, libros que, gracias a su estudio me han permitido realizarme profesionalmente, los libros que ya “abarrotan” las numerosas repisas y librerías que en su día me dejó preparadas, el buen carpintero-ebanista que era mi padre. Librerías, repisas, estanterías de madera y de ladrillo que no dejan de incrementarse en mi casa de Jimena. Esos libros que, junto al fútbol y la “liga” con los amigos, conforman mis grandes aficiones, o mejor, yo las llamaría pasiones. Los libros, ¡que sería de mí! sin los LIBROS.
Saludos,
Estoy seguro que ninguno de aquellos “párvulos” escolarizados de los años 50 nos escapamos de unas fotos similares a éstas. Es más, en algunas casas se guardan toda una serie de las mismas, ordenadas cronológicamente, de los cursos escolares respectivos. Recuerdo que, aunque no eran obligatorias, casi nadie se escapaba de "retratarse" y, aunque algunos padres, al principio, se resistían a comprarlas, cuando se las llevaba el fotógrafo para que las vieran, al final no podían resistir la tentación de tener un recuerdo infantil de sus hijos tan "repeinados y arreglados" (la verdad es que, para una familia con dos o tres hijos en edad escolar, y en aquella época de “vacas flacas”, el coste de las fotos suponía un gran esfuerzo pecuniario). Pero como en la conocida estrofa de A. Machado de sus Recuerdos Infantiles, con monotonía, cada año se repetía la historia.
"Una tarde parda y fría
de invierno. Los colegiales
estudian. Monotonía
de lluvia tras los cristales".
Esta foto ya aparece “coloreada”, lo que nos puede anunciar que ya estábamos abandonando aquellos años del blanco y negro (más bien negro) o “años grises”, como algún escritor conocido los llamaría. Seguramente, hacía poco que se habían terminado las cartillas de racionamiento y los “cupos” de Abastos para algunas materias primas imprescindibles (la harina por ejemplo). Aunque todavía, seguían viniendo a Jimena, aquellos barbudos “Padres Misioneros” que nos “aterrorizaban” con las penas del Infierno y nos amenazaban (sobre todo a los niños) con el castigo de la ceguera si reincidíamos en las prácticas de Onán. Todavía tendríamos que hacer “La Semana del Buen Tarsicio” o participar en alguna de las llamadas “Cruzadas de la Bondad”. Y como no, cada 20 de Noviembre, formados desde la salida de la Escuela en fila de a dos, a las “órdenes” del maestro respectivo, ir a rendirles “honores” a los “Caídos por Dios y por España” e incluso leer en voz alta sus nombres y gritar ¡Presente!, allí, bajo la Placa de la pared de la Iglesia. Entonces no hacía falta ninguna Ley de la Memoria Histórica, ¡claro!, se recordaban a los caídos del Bando Vencedor, los "Otros", los "Imnombrables" ni mentarlos y a los “Desaparecidos”, más de 120.000, mejor dejarlos envueltos en el más cruel de los silencios.
Ahora, al cabo de los años, viendo el “marco” en el que está hecha la foto, en mi caso, alcanzo a pensar que “insinuaba” toda una “premonición de lo que iba a ser mi futuro.
Esa mesa amplia y la silla “decimonónica”. El imprescindible teléfono y la pequeña libreta, similar a una agenda. El “secante” para que las firmas de los “Vº Bº (visto bueno)” no queden manchadas. El propio libro que bien podía ser un expediente en estado de resolución. La misma “bola del mundo” para ubicar geográficamente de donde vienen los sobres extranjeros que salen de la valija diplomática. Vamos, como diría G. García Márquez, eso era “la crónica de una vida dedicada a la Función Pública” (efectivamente, ingresé con 20 años recién cumplidos). Por ahora sigo.
Por último, a mi izquierda, aparece una estantería llena de libros. Seguro que de ahí nació mi cariño a los libros, los libros que me han acompañado toda mi vida, libros que, gracias a su estudio me han permitido realizarme profesionalmente, los libros que ya “abarrotan” las numerosas repisas y librerías que en su día me dejó preparadas, el buen carpintero-ebanista que era mi padre. Librerías, repisas, estanterías de madera y de ladrillo que no dejan de incrementarse en mi casa de Jimena. Esos libros que, junto al fútbol y la “liga” con los amigos, conforman mis grandes aficiones, o mejor, yo las llamaría pasiones. Los libros, ¡que sería de mí! sin los LIBROS.
Saludos,
Hola amigo y admirado luismarin: Como seguidor de este foro que es el de nuestro pueblo, he de hacerte saber que de lo escrito por ti concretamente en los renglones superiores no tengo que variar ni una coma, solamente hacerte saber, que desde que tuve uso de razon hasta que dejé la escuela en 1961, (Escuela de Alejandro) me llama la atención de la cantidad de cosas que no recuerdo, solamente las fotos que efectivamente os hacian en las Escuelas Nacionales, y me pregunto, ¿si las fotos eran un dispendio economico y tan mal estaba la economia (esas escuelas eran gratuitas) como nos llevaban al fin y al cabo a otros a una escuela de pago?. ¿Seria que nuestros progenitores no eran o no estaban de acuerdo con la clase de enseñanza que impartian en dichas Escuelas Nacionales?, quiero aclarar que a la escuela de Alejandro ibamos nlños de muy modesta economia, por lo tanto: Nada de saludos, nada de presentes, nada de predicadores con barbas, enseñanza politica nula, por eso ahora gente como yó sé nos cae la baba por la sapienza de este magitral foro. Personalmente para ti luismarin mis mejores saludos. Diego Garrido.
Y ahora viene mi pregunta.
¿Si en esa fecha (la justa) todo estaba tan controlado, tan perseguido y tan manipulado, como existian esas escuelas, a la luz del día, donde se escapaban esa mentes (muchas privilegiadas), sin ser adoctrinados de acuerdo a la Religión y al Movimiento?
No había libertad y todo era público, como decía mi abuelo ¿como se come eso?
Había tantas sombras, o a lo mejor, ahora contamos las luces como sombras porque nos interesa.
Son hechos reales y verídicos de gente que ha vivido en Jimena y que aún vive para confirmarlos.
¡Muchas gracias!
¿Si en esa fecha (la justa) todo estaba tan controlado, tan perseguido y tan manipulado, como existian esas escuelas, a la luz del día, donde se escapaban esa mentes (muchas privilegiadas), sin ser adoctrinados de acuerdo a la Religión y al Movimiento?
No había libertad y todo era público, como decía mi abuelo ¿como se come eso?
Había tantas sombras, o a lo mejor, ahora contamos las luces como sombras porque nos interesa.
Son hechos reales y verídicos de gente que ha vivido en Jimena y que aún vive para confirmarlos.
¡Muchas gracias!