Mi asombro fue creciendo, en la medida que nos desplazábamos por una especie de maraña de vías, que entretejidas, unas con otras, conforman el Distribuidor La Araña. Mis ojos jamás habían visto algo semejante, y aún me faltaba por ver los otros Distribuidores llamados Ciempiés y El Pulpo. Estas vías, imponentes y super modernas para los años 60, al igual que otras muchas construcciones de vanguardia, fueron realizadas durante el mandato del dictador Marcos Pérez Jiménez (alguna huella positiva tenía que dejar en la historia); y si bien es cierto que una dictadura no tiene justificación alguna, no es menos cierto que, en cuanto a construcción se refiere, este personaje tuvo una tremenda “visión de futuro” al realizarlas, tanto así que, desde mi modesto punto de vista, son las mejores y más sólidas construcciones que tiene Venezuela. A tal punto esto es cierto, que actualmente, la gran mayoría de las vías que se usan aún para recorrer el territorio venezolano, (autopistas o carreteras), son las mismas que se construyeron durante los años 52 al 58, período del mandato de Pérez Jiménez.
Disculpen mi “salida” del punto, pero creo que un poco de ilustración no es malo
Continuábamos desplazándonos por la bella Caracas y conforme nos adentrábamos a lo que mi papá llamaba “el centro”, ya se podía observar cómo, en esa ciudad, se conjugaba lo tradicional con lo moderno: altos edificios haciéndole sombra a pintorescas casas, cuyas fachadas, pintadas de fuertes colores, dejaban asomar ciertas reminiscencias españolas. Finalmente llegamos a un sencillo hotel, ubicado en la popular parroquia de La Candelaria, pleno “centro de Caracas”. Como ilustración diré, que esta zona caraqueña fue siempre considerada como la zona residencial de los emigrantes españoles, especialmente de los gallegos, pues en verdad, ese gentilicio siempre fue uno de los más numerosos aquí, en Venezuela. Tan cierto es que, a lo largo de mi vida aquí, en muchas ocasiones, cuando me preguntaban: “ ¿de dónde eres musiuita?”, al responderle que era española, trataban entonces, a manera de agradarme, simular el acento gallego, a lo que yo tenía que decirle: “que no…, que yo no sé nada de gallego…, yo soy de Andalucía…, al otro extremo del mapa”. Creo que es oportuno agregar en este punto que, este país, siempre acogió a los emigrantes con los brazos abiertos. Realmente puedo decir con toda propiedad, que jamás me he sentido rechazada, ni “de segunda fila”, por ser extranjera; todo lo contrario, mis características físicas, delatadoras de mi origen europeo, más bien fueron, en muchas oportunidades, la causa de ciertas atentas y agradables consideraciones hacia mi persona. Aquellos españoles, portugueses, italianos, etc., venidos entre los años 50 y 60, encontraron en Venezuela un lugar donde desarrollarse y progresar económicamente, por supuesto con su propio esfuerzo, pero jamás se les impuso obstáculos. De tal manera, que todos éllos deben hoy sentirse agradecidos de que, este cielo benévolo, fuese testigo del crecimiento y mezcla de sus familias, contribuyendo, entre otras cosas y en gran parte, a la “nueva raza” que actualmente existe en Venezuela, ejemplo de ello son sus hermosas mujeres, ganadoras en muchos certámenes de belleza. Por mi parte, yo siempre le diré a Venezuela y a su gente: “GRACIAS”.
Continuando con el relato de aquellos breves días en Caracas, mi memoria retiene algunos recuerdos como por ejemplo: nuestro primer contacto con unos, muy pequeñitos insectos, llamados “zancudos”, cuyas picadas producen intensa y terrible picazón. Aquella noche, oí que mi papá iba a colocar unos “caracoles” para que no nos picaran los tales zancudos (¿). Los caracoles se trataban de un producto, en forma de espiral, con componentes especiales para “atontar” a los zancudos. Pero no, amigos, aquellos espirales no los “atontó”, más bien los “espabiló” ante la “carne fresca” que representábamos los recién llegados. Después de una inquieta noche, por fin amaneció y… ¡HORROR…! estábamos con la piel llena de “rosetas” rojas. Los “muérganos” (expresión muy criolla), y casi invisibles insectos, habían dejado en nosotros su huella y su veneno, especialmente en mi hermana Fefa, a quien pobrecita, la hinchazón producida por las picadas, la había dejado totalmente deforme.
Nuestra estancia en Caracas fue apenas de 2 o 3 días, por lo que casi no tengo anécdotas qué contar. Sin embargo, recuerdo una noche que estábamos en la Plaza de La Candelaria, y no sé exactamente por qué motivo, se estaba presentando un sencillo acto cultural, y fue allí donde presencié, por primera vez, cómo se baila “el joropo”, danza considerada como baile típico nacional, y del que posteriormente, durante mi vida en Guanare, tuve la oportunidad de empaparme mejor, pudiendo apreciar las otras versiones de este género, quizás más recias y auténticas, por ser Guanare, una de las ciudades ubicadas en la Región de los Llanos Venezolanos, región ésta considerada la cuna del joropo
No creo que en aquella plaza lleváramos mucho tiempo, disfrutando del frescor nocturno y del evento arriba mencionado, cuando mi papá comenzó a decir que ya era hora de retirarnos al hotel. Probablemente, la razón de su prisa por irse no era otra, sino la molestia que le causaba el simple mirar de algún mozalbete hacia nosotras, especialmente, supongo, hacia mi hermana Fefa y mi persona, pues éramos las que, por la edad, rayábamos entre la adolescencia y la juventud, Paky y More, aún eran muy niñas.
Esto lo deduje unos cuantos años después, al comprobar que su actitud, excesivamente protectora, se acentuaba en la medida que nosotras nos convertíamos en jóvenes, con edad de pensar en posibles noviazgos.
Condición “inalterable” para mi padre: el pretendiente debía ser ¡ESPAÑOOOL!
Lo cierto es que mi papá dio por terminada la función y nos llevó, sin derecho a rechistar, directo al hotel.
Hasta aquí mi relato de este capítulo. En los próximos, les contaré de mi vida, ya residenciada en Guanare y en donde, realmente, comencé a palpar las diferencias socio-culturales, junto al resto de los otros jimenatos, que por cierto, ya habían viajado y nos estaban esperando en la caluroooosaaa Guanare.
Saludos
Disculpen mi “salida” del punto, pero creo que un poco de ilustración no es malo
Continuábamos desplazándonos por la bella Caracas y conforme nos adentrábamos a lo que mi papá llamaba “el centro”, ya se podía observar cómo, en esa ciudad, se conjugaba lo tradicional con lo moderno: altos edificios haciéndole sombra a pintorescas casas, cuyas fachadas, pintadas de fuertes colores, dejaban asomar ciertas reminiscencias españolas. Finalmente llegamos a un sencillo hotel, ubicado en la popular parroquia de La Candelaria, pleno “centro de Caracas”. Como ilustración diré, que esta zona caraqueña fue siempre considerada como la zona residencial de los emigrantes españoles, especialmente de los gallegos, pues en verdad, ese gentilicio siempre fue uno de los más numerosos aquí, en Venezuela. Tan cierto es que, a lo largo de mi vida aquí, en muchas ocasiones, cuando me preguntaban: “ ¿de dónde eres musiuita?”, al responderle que era española, trataban entonces, a manera de agradarme, simular el acento gallego, a lo que yo tenía que decirle: “que no…, que yo no sé nada de gallego…, yo soy de Andalucía…, al otro extremo del mapa”. Creo que es oportuno agregar en este punto que, este país, siempre acogió a los emigrantes con los brazos abiertos. Realmente puedo decir con toda propiedad, que jamás me he sentido rechazada, ni “de segunda fila”, por ser extranjera; todo lo contrario, mis características físicas, delatadoras de mi origen europeo, más bien fueron, en muchas oportunidades, la causa de ciertas atentas y agradables consideraciones hacia mi persona. Aquellos españoles, portugueses, italianos, etc., venidos entre los años 50 y 60, encontraron en Venezuela un lugar donde desarrollarse y progresar económicamente, por supuesto con su propio esfuerzo, pero jamás se les impuso obstáculos. De tal manera, que todos éllos deben hoy sentirse agradecidos de que, este cielo benévolo, fuese testigo del crecimiento y mezcla de sus familias, contribuyendo, entre otras cosas y en gran parte, a la “nueva raza” que actualmente existe en Venezuela, ejemplo de ello son sus hermosas mujeres, ganadoras en muchos certámenes de belleza. Por mi parte, yo siempre le diré a Venezuela y a su gente: “GRACIAS”.
Continuando con el relato de aquellos breves días en Caracas, mi memoria retiene algunos recuerdos como por ejemplo: nuestro primer contacto con unos, muy pequeñitos insectos, llamados “zancudos”, cuyas picadas producen intensa y terrible picazón. Aquella noche, oí que mi papá iba a colocar unos “caracoles” para que no nos picaran los tales zancudos (¿). Los caracoles se trataban de un producto, en forma de espiral, con componentes especiales para “atontar” a los zancudos. Pero no, amigos, aquellos espirales no los “atontó”, más bien los “espabiló” ante la “carne fresca” que representábamos los recién llegados. Después de una inquieta noche, por fin amaneció y… ¡HORROR…! estábamos con la piel llena de “rosetas” rojas. Los “muérganos” (expresión muy criolla), y casi invisibles insectos, habían dejado en nosotros su huella y su veneno, especialmente en mi hermana Fefa, a quien pobrecita, la hinchazón producida por las picadas, la había dejado totalmente deforme.
Nuestra estancia en Caracas fue apenas de 2 o 3 días, por lo que casi no tengo anécdotas qué contar. Sin embargo, recuerdo una noche que estábamos en la Plaza de La Candelaria, y no sé exactamente por qué motivo, se estaba presentando un sencillo acto cultural, y fue allí donde presencié, por primera vez, cómo se baila “el joropo”, danza considerada como baile típico nacional, y del que posteriormente, durante mi vida en Guanare, tuve la oportunidad de empaparme mejor, pudiendo apreciar las otras versiones de este género, quizás más recias y auténticas, por ser Guanare, una de las ciudades ubicadas en la Región de los Llanos Venezolanos, región ésta considerada la cuna del joropo
No creo que en aquella plaza lleváramos mucho tiempo, disfrutando del frescor nocturno y del evento arriba mencionado, cuando mi papá comenzó a decir que ya era hora de retirarnos al hotel. Probablemente, la razón de su prisa por irse no era otra, sino la molestia que le causaba el simple mirar de algún mozalbete hacia nosotras, especialmente, supongo, hacia mi hermana Fefa y mi persona, pues éramos las que, por la edad, rayábamos entre la adolescencia y la juventud, Paky y More, aún eran muy niñas.
Esto lo deduje unos cuantos años después, al comprobar que su actitud, excesivamente protectora, se acentuaba en la medida que nosotras nos convertíamos en jóvenes, con edad de pensar en posibles noviazgos.
Condición “inalterable” para mi padre: el pretendiente debía ser ¡ESPAÑOOOL!
Lo cierto es que mi papá dio por terminada la función y nos llevó, sin derecho a rechistar, directo al hotel.
Hasta aquí mi relato de este capítulo. En los próximos, les contaré de mi vida, ya residenciada en Guanare y en donde, realmente, comencé a palpar las diferencias socio-culturales, junto al resto de los otros jimenatos, que por cierto, ya habían viajado y nos estaban esperando en la caluroooosaaa Guanare.
Saludos
Un saludo Ana, quiero decirte para empezar que nos agrada y mucho tener noticias Tuyas, pues llevábamos varios días sin saber nada y el echo de tu operación creíamos que podía haber tenido algún contratiempo. Por lo tanto me alegro que todo vaya muy bien.
A partir de aquí decirte que me encanta nos relates tus vivencias en esa época un poco lejana, pero tan importante Para Ti y Los Tuyos, leyendo Tus relatos compruebo cuanto tenemos en común todos los que un día salimos de nuestro Pueblo, pero quiero acentuar los que salimos en nuestra edad año arriba o abajo.
A quien de nosotros no le sorprendía cuando llegaba a una gran ciudad del país que fuera sus grandes calles, sus edificios gigantes o aquellos supermercados donde podías coger de la estantería los productos personalmente, por poner algunos ejemplos.
Fueron como te decía en algún escrito sentimientos cruzados de alegría por la novedad de lo que encuentras y de pena por lo que dejabas evidentemente de hay quizá nos que de la huella tan importante de sentimientos hacia nuestras raíces.
Quiero despedirme recordándote como siempre, que tenemos una cita en nuestro Pueblo un día no muy lejano, allí seguro que estaremos todos los que nuestros compromisos de trabajo o familiares nos lo permitan, hasta entonces que tu salud se recupere cuanto antes y que la vida te vaya bonito como dice la canción.
Un saludo Para Ti y los Tuyos.
M. Nieto de M. Rasca
A partir de aquí decirte que me encanta nos relates tus vivencias en esa época un poco lejana, pero tan importante Para Ti y Los Tuyos, leyendo Tus relatos compruebo cuanto tenemos en común todos los que un día salimos de nuestro Pueblo, pero quiero acentuar los que salimos en nuestra edad año arriba o abajo.
A quien de nosotros no le sorprendía cuando llegaba a una gran ciudad del país que fuera sus grandes calles, sus edificios gigantes o aquellos supermercados donde podías coger de la estantería los productos personalmente, por poner algunos ejemplos.
Fueron como te decía en algún escrito sentimientos cruzados de alegría por la novedad de lo que encuentras y de pena por lo que dejabas evidentemente de hay quizá nos que de la huella tan importante de sentimientos hacia nuestras raíces.
Quiero despedirme recordándote como siempre, que tenemos una cita en nuestro Pueblo un día no muy lejano, allí seguro que estaremos todos los que nuestros compromisos de trabajo o familiares nos lo permitan, hasta entonces que tu salud se recupere cuanto antes y que la vida te vaya bonito como dice la canción.
Un saludo Para Ti y los Tuyos.
M. Nieto de M. Rasca