Hola amigos: aquí les coloco parte del capítulo prometido, sobre mi viaje a Guanare. Observarán que en el presente relato, apenas "he salido de la ciudad de Caracas rumbo a Guanare", pero creí importante dedicarle este pequeño espacio a los que fuimos "emigrantes jimenatos", (parte de éllos, ahí están en la foto). Espero les agrade y sobre todo a las respectivas familias.
ANÉCDOTAS (Capítulo 3)
“MIS EXPECTATIVAS HACIA GUANARE”
Habiendo ya finiquitado los trámites, causantes de nuestra breve estadía en Caracas, llegó el momento de trasladarnos a Guanare, ciudad que sería nuestra residencia durante nueve años. Esta ciudad, capital del estado Portuguesa (se le llama estado, a lo que ahí se le llama provincia), está ubicada en la región de los llanos occidentales de Venezuela y es también llamada “la capital espiritual de Venezuela”, por ser la sede de la Patrona de Venezuela: La Virgen de Coromoto y aunque la historia sobre su aparición en esta tierra es muy hermosa, hoy sólo me limitaré a explicarles el por qué de su nombre: COROMOTO, pues segura estoy que a ustedes les sonará sumamente extraño. Se trata de que Élla se le apareció al cacique llamado Coromoto, quien era el jefe de la tribu de los indios Los Cospes, nativos de esta zona; de ahí proviene el nombre de esta Virgen.
Sin querer adelantarme a lo que será el relato sobre nuestra llegada a Guanare y las vivencias en élla, llevo mi memoria a ese día, a esa mañana, en aquel sencillo hotel caraqueño, cuando nos preparábamos para abordar aquel vehículo, que no sólo iba cargadísimo de todas las expectativas que cada uno de nosotros y dependiendo de la edad de cada quien, pudiéramos haber tenido, sino que además, aquel carro (coche para ustedes) iba “full” (lleno, al tope) de maletas y hasta de un baul, donde mi madre traía algunos enseres de su cocina y de su peluquería. ¿Pueden ustedes creer, que mi madre, después de 46 años, aún conserve algunos rollos y pinzas, de aquellos que usaba en su peluquería?, pues créanlo, no solo los tiene, sino que los ¡usa! eventualmente
Otro detalle que no puedo dejar de mencionar al narrar nuestra salida de Caracas, es sobre las vueltas que puede darnos la vida, pues en aquel momento, lejos estábamos de imaginar que el destino, siempre impredecible, nos iba a regresar, después de nueve años a esta ciudad para convertirla en nuestra nueva residencia; y de hecho, aún sigue siéndola para mis hermanas Paky y More, igualmente para mi madre, no así para mi hermana María Josefa (Fefa), ni para mí.
Deteniéndome un poco en este punto, y como de alguna manera he tocado los dos extremos del tiempo: el pasado más lejano (de nuestra llegada a Venezuela) y el presente más reciente, en lo que respecta a mi familia, no puedo evitar pensar en lo que ha sido la trayectoria en el destino de las recordadas y queridas familias Molina, quienes también, después de vivir sus primeros años en Guanare y a medida que sus familias iban creciendo, se fueron dispersando a otras ciudades. Para tratar de sintetizar la historia de todos aquellos jimenatos, que un día embarcamos en el Puerto de Cádiz, rumbo a estos lares caribeños, diré que sólo mi hermana María Josefa y Nany Molina, volvieron a España y tienen su residencia fijada allí desde hace algunos años; otros como Diego Molina, su esposa Dolores y su hija Isabelita, también regresaron a la madre patria, aunque en este caso, ya éllos descansan en la paz de Dios. Los demás, si es con respecto a la familia conformada por Agustín Molina, su esposa Esperanza y su único hijo, Juán Rafael, el Creador decidió recogerlos, sin haberle dado, lamentablemente y aunque fuese por breve tiempo, la dicha de volver a su pueblo…, abrazar a sus seres queridos…, y compartir con éllos todas esas cosas que tanto y tanto se añoran cuando se está tan lejos. Igualmente, el destino también quiso que en este suelo venezolano, fueran sepultados los dos hijos de Dolores y Diego: los muy queridos y recordados por siempre, Juanito y Kati, quedando de esta saga, viviendo en Venezuela actualmente, la hija menor: Rafi. Por supuesto, tanto de Juán Rafael, como de su primo Juanito y de Kati, existen ya dos bellas generaciones de descendientes en esta tierra. Y para finalizar con el recuento de los que fuimos, emigrantes jimenatos, me corresponde hablar de mi familia; sobre mi padre puedo decir que, lamentablemente también murió y aunque él sí tuvo la oportunidad de volver a su pueblo, aquellos breves viajes, jamás fueron suficientes para apaciguar su inmensa nostalgia por su Jimena. Del resto de la familia y como ya mencioné, sólo me hermana María Josefa regresó a España, mis otras hermanas y mi madre, viven en Caracas, y esta servidora, vive actualmente en Acarigua, ciudad que también pertenece al mismo estado (provincia) que Guanare, es decir, después de muchos años, volví al punto de partida, en lo que respecta a mi vida en Venezuela. Todo ello me hace pensar en ese dicho tan popular y tan cierto: “se sabe donde se nace…, pero no donde se muere”.
No quisiera cerrar este punto, sin compartir con ustedes, paisanos, un sentimiento de todos aquellos jimenatos, cuyos cuerpos hoy descansan en esta tierra venezolana. Y este sentimiento tiene que ver con el orgullo y dignidad con que éllos llevaron su gentilicio, tiene que ver con el recuerdo inolvidable que siempre tuvieron de su querida Jimena… Sus costumbres…, sus tradiciones…, me consta que eran los temas preferidos en nuestras frecuentes tertulias. Cómo no recordar las veces que nos reuníamos para degustar algunas de esas típicas comidas jimenatas, que aunque las mamás siempre decían que “no sabían igual”, al final, a todos nos sabía a gloria y además lo aderezábamos con el sabor de aquellos interminables relatos, de tantas y tantas anécdotas, de una Jimena que, a través del tiempo lógicamente iría cambiando, pero para nosotros, tal parecía que los recuerdos se habían estancado en aquellos años sesenta.
El estar convencida de que, paralelo al amor que todos éllos sintieron por su terruño, también se anidó en sus corazones un profundo agradecimiento por este país, entre otras cosas porque aquí, indudablemente, dejaron huellas y sobre todo… dejaron descendientes…, familias y amigos que los amaron y los recuerdan, me da razón para ser atrevida y pensar que, sus espíritus, libres ya de ataduras mortales, deben estar viajando constantemente, atravesando el Océano para así poder disfrutar, tanto de la calidez de esta Venezuela, como del inmenso placer que deben sus almas sentir, al retornar a su rincón de origen…, a sus inolvidables raíces…, a su querida Jimena…
ANÉCDOTAS (Capítulo 3)
“MIS EXPECTATIVAS HACIA GUANARE”
Habiendo ya finiquitado los trámites, causantes de nuestra breve estadía en Caracas, llegó el momento de trasladarnos a Guanare, ciudad que sería nuestra residencia durante nueve años. Esta ciudad, capital del estado Portuguesa (se le llama estado, a lo que ahí se le llama provincia), está ubicada en la región de los llanos occidentales de Venezuela y es también llamada “la capital espiritual de Venezuela”, por ser la sede de la Patrona de Venezuela: La Virgen de Coromoto y aunque la historia sobre su aparición en esta tierra es muy hermosa, hoy sólo me limitaré a explicarles el por qué de su nombre: COROMOTO, pues segura estoy que a ustedes les sonará sumamente extraño. Se trata de que Élla se le apareció al cacique llamado Coromoto, quien era el jefe de la tribu de los indios Los Cospes, nativos de esta zona; de ahí proviene el nombre de esta Virgen.
Sin querer adelantarme a lo que será el relato sobre nuestra llegada a Guanare y las vivencias en élla, llevo mi memoria a ese día, a esa mañana, en aquel sencillo hotel caraqueño, cuando nos preparábamos para abordar aquel vehículo, que no sólo iba cargadísimo de todas las expectativas que cada uno de nosotros y dependiendo de la edad de cada quien, pudiéramos haber tenido, sino que además, aquel carro (coche para ustedes) iba “full” (lleno, al tope) de maletas y hasta de un baul, donde mi madre traía algunos enseres de su cocina y de su peluquería. ¿Pueden ustedes creer, que mi madre, después de 46 años, aún conserve algunos rollos y pinzas, de aquellos que usaba en su peluquería?, pues créanlo, no solo los tiene, sino que los ¡usa! eventualmente
Otro detalle que no puedo dejar de mencionar al narrar nuestra salida de Caracas, es sobre las vueltas que puede darnos la vida, pues en aquel momento, lejos estábamos de imaginar que el destino, siempre impredecible, nos iba a regresar, después de nueve años a esta ciudad para convertirla en nuestra nueva residencia; y de hecho, aún sigue siéndola para mis hermanas Paky y More, igualmente para mi madre, no así para mi hermana María Josefa (Fefa), ni para mí.
Deteniéndome un poco en este punto, y como de alguna manera he tocado los dos extremos del tiempo: el pasado más lejano (de nuestra llegada a Venezuela) y el presente más reciente, en lo que respecta a mi familia, no puedo evitar pensar en lo que ha sido la trayectoria en el destino de las recordadas y queridas familias Molina, quienes también, después de vivir sus primeros años en Guanare y a medida que sus familias iban creciendo, se fueron dispersando a otras ciudades. Para tratar de sintetizar la historia de todos aquellos jimenatos, que un día embarcamos en el Puerto de Cádiz, rumbo a estos lares caribeños, diré que sólo mi hermana María Josefa y Nany Molina, volvieron a España y tienen su residencia fijada allí desde hace algunos años; otros como Diego Molina, su esposa Dolores y su hija Isabelita, también regresaron a la madre patria, aunque en este caso, ya éllos descansan en la paz de Dios. Los demás, si es con respecto a la familia conformada por Agustín Molina, su esposa Esperanza y su único hijo, Juán Rafael, el Creador decidió recogerlos, sin haberle dado, lamentablemente y aunque fuese por breve tiempo, la dicha de volver a su pueblo…, abrazar a sus seres queridos…, y compartir con éllos todas esas cosas que tanto y tanto se añoran cuando se está tan lejos. Igualmente, el destino también quiso que en este suelo venezolano, fueran sepultados los dos hijos de Dolores y Diego: los muy queridos y recordados por siempre, Juanito y Kati, quedando de esta saga, viviendo en Venezuela actualmente, la hija menor: Rafi. Por supuesto, tanto de Juán Rafael, como de su primo Juanito y de Kati, existen ya dos bellas generaciones de descendientes en esta tierra. Y para finalizar con el recuento de los que fuimos, emigrantes jimenatos, me corresponde hablar de mi familia; sobre mi padre puedo decir que, lamentablemente también murió y aunque él sí tuvo la oportunidad de volver a su pueblo, aquellos breves viajes, jamás fueron suficientes para apaciguar su inmensa nostalgia por su Jimena. Del resto de la familia y como ya mencioné, sólo me hermana María Josefa regresó a España, mis otras hermanas y mi madre, viven en Caracas, y esta servidora, vive actualmente en Acarigua, ciudad que también pertenece al mismo estado (provincia) que Guanare, es decir, después de muchos años, volví al punto de partida, en lo que respecta a mi vida en Venezuela. Todo ello me hace pensar en ese dicho tan popular y tan cierto: “se sabe donde se nace…, pero no donde se muere”.
No quisiera cerrar este punto, sin compartir con ustedes, paisanos, un sentimiento de todos aquellos jimenatos, cuyos cuerpos hoy descansan en esta tierra venezolana. Y este sentimiento tiene que ver con el orgullo y dignidad con que éllos llevaron su gentilicio, tiene que ver con el recuerdo inolvidable que siempre tuvieron de su querida Jimena… Sus costumbres…, sus tradiciones…, me consta que eran los temas preferidos en nuestras frecuentes tertulias. Cómo no recordar las veces que nos reuníamos para degustar algunas de esas típicas comidas jimenatas, que aunque las mamás siempre decían que “no sabían igual”, al final, a todos nos sabía a gloria y además lo aderezábamos con el sabor de aquellos interminables relatos, de tantas y tantas anécdotas, de una Jimena que, a través del tiempo lógicamente iría cambiando, pero para nosotros, tal parecía que los recuerdos se habían estancado en aquellos años sesenta.
El estar convencida de que, paralelo al amor que todos éllos sintieron por su terruño, también se anidó en sus corazones un profundo agradecimiento por este país, entre otras cosas porque aquí, indudablemente, dejaron huellas y sobre todo… dejaron descendientes…, familias y amigos que los amaron y los recuerdan, me da razón para ser atrevida y pensar que, sus espíritus, libres ya de ataduras mortales, deben estar viajando constantemente, atravesando el Océano para así poder disfrutar, tanto de la calidez de esta Venezuela, como del inmenso placer que deben sus almas sentir, al retornar a su rincón de origen…, a sus inolvidables raíces…, a su querida Jimena…