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JIMENA: -------------PREGÓN DE LAS FIESTAS DE JIMENA 2.008-----------...

-------------PREGÓN DE LAS FIESTAS DE JIMENA 2.008-----------

JIMENA representa dentro de mí una obligación contraída para amarla siempre, una palabra dada para cumplirla, una fe empeñada para no renunciar a defenderla. La educación adquirida primeramente ha sido camino permanente para mi vida.

Jimena, la de mi corazón infantil y la de mi corazón de mayor; constante orientación. Ximena, también la de mis novelas creadas últimamente.

Ya desde niño me fijaba en ella. ¡Qué tenue y acogedor me resultaba su paisaje nocturno desde la altitud del matadero, con las lucecitas casi apagadas alrededor de las huertas y de los olivos del amplio valle! ¡no había ninguna edificación, ni cochera que me impidieran su magnífica visión! Aquel entorno lo observaba siempre callado y admirado.

En mi Jimena de niño dibujé mis primeras letras, escribí mis primeras palabras, rellené mis papelitos incipientes con recordatorios y manché con borrones mis primeros papeles escolares. Aquella época fue la del niño tímido e introvertido, la etapa en que mis cuadernos los ponía irreconocibles y pronto deteriorados. Pero aquella Jimena es la que siempre más he amado. ¡Ah, si pudiera volver a ella junto a todos los que me crié!, ¡ah, si pudiera jugar, de nuevo, vestido con mi babero en la plazoleta del Padre Lope y ver de nuevo a él embutido en su manteo ornamental, viniendo de la misa del domingo, cuando nos ponía su mano para que se la besáramos!.

Hoy, sin embargo, con melancolía, evocaría aquel sitio, imitando a Manuel Benitez Carrasco, de este modo:

"Placeta triste del mundo,
placeta de mi niñez;
ninguno de aquéllos hay,
ni mi madre en el cancel"

En la Jimena de aquel tiempo, íbamos por la Cuesta del Fraile a Peña Gorda, pasábamos en los Tablares momentos de alegría alrededor del precioso lugar, siempre transitábamos debajo de un tupido bosque de higueras y de árboles frutales. En muchos momentos, parábamos para sentarnos en los poyos de las casillas, cuyos patines acababan de ser regadospara mayor esplendor de los exuberantes dompedros floridos.

Mi Jimena de niño era preciosa aunque no tuviera parque. La naturaleza la envolvía y nos transmitía quietud y paz. Yo era feliz en ella.
Cuando hice mi primera comunión, me explicaron que el amor humano era ejemplo del que Dios tenía por toda su Creación. Dentro de mí conservo, aún hoy, este mensaje para obrar en consecuencia. El camino hacia la ermita lo hacía de la mano de mi madre; ella me decía que volvía a su casa, pues allí había nacido. Sus peticiones a la Virgen las escuché y fueron para mí vivencias que siempre he intentado imitar.

En las fiestas de mi infancia no faltaba la distracción y la cultura. Cuando tenía seis añitos, se celebraba el día primero, a las once de la mañana, después de la inauguración oficial de los festejos un gran disparo de cohetes, repique de campanas y recorrido de Gigantes y Cabezudos por las principales calles de la villa a los acordes de alegres marchas interpretadas por la banda de música de la localidad, era primera entre todas las de los alrededores. A dicha hora, se presentó el gran fotógrafo alemán, "Cuello corto, Ojos grandes y Lengua larga"; él hizo toda clase de fotografías a todos los niños que se presentaban. La misma banda de música, dirigida por don Antonio González Muñoz, interpretó aquí, Plaza de la Victoria, un selecto y escogido concierto. A las once y media de la noche, la banda ofreció un programa musical de tres partes de duración. Interpretó: Farruca y Zambra de la Zarzuela, Querer de gitanos, El sitio de Zaragoza, Torero Rondeño, Katiuska, Suspiros de España, La Cautiva, Romance Morisco y la Leyenda del beso, entre otras piezas. A las doce del día ocho, hubo abundante reparto de pan y comida para los pobres de la localidad en la sede de Auxilio Social, dado por el Ilustre Ayuntamiento. Eran tiempos distintos a los nuestros. Pero para mí, la Jimena de mi niñez era bella, radiante e iluminadora; era como un sol en primavera, que yo la llenaba de vida.

Pero, posteriormente, vino un tiempo nuevo, traidor, que me llevó fuera de ella para siempre y que me privó de mi pueblo y de su cercanía. A los que vivieron conmigo no los encontraba cuando volvía, emigraron sin yo enterarme, o dejaron de estar en el mundo; cada vez que regresaba observaba que los modos antiguos se eclipsaban más. Mis encuentros de antaño no podía restablecerlos, para mí eran sólo un recuerdo desde la ciudad de la Alhambra. El desarrollo económico posterior hizo que en Jimena hubiera menos reparto de pan a los pobres; no obstante, yo estaba insatisfecho porque vivía lejos, y con la distancia el sentimiento solidario no es tan vivo. La Jimena de niño tuve que recrearla desde la añoranza, desde la memoria y desde el recuerdo.

De joven no se mira a las cosas igual que de niño; pero, dentro de mí, Jimena seguía existiendo y queriéndola con inmensa dilección.
Respuestas ya existentes para el anterior mensaje:
Cuando volvía al pueblo e iba a las casas de mis amigos; aquellas reuniones me devolvían al antiguo encanto infantil. Cantábamos canciones y bailábamos al compás de nuestras palmas, del sonido del almirez y de las botellas de anís estriadas cuando las rasgábamos con los mangos de viejas cucharas. Estábamos de fiesta, aunque no fueran las fiestas.

Era feliz, me encontraba con mis paisanos queridos. En navidades, la plaza quedaba iluminada con prodigalidad, conjuntos luminosos manifestaban deseos ... (ver texto completo)