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La cosa está clara.
No sé por qué nos sorprendemos o andamos confusos. En el maremagnum ideológico de los gobiernos españoles que se dicen progresistas - áteme esa mosca por el rabo, Sr. Bono, Sra. Vice,... - pervive la idea de una España vertebrada, un estado federal. Zapatero, y los nacionalistas a la par, trabajan continuamente en esa dirección. Llegará el día en el que ya no quedará más que pedir, entonces se cambiarán los nombres a las autonomías porque realmente se habrán convertido en partes de un estado federal.
¡Eso está más claro que el agua!. A más y más transferencias, menos estado y más estados. La urdimbre de cualquier autonomía es la misma que la de cualquier estado independiente; tiene un parlamento legislativo, tiene sus pseudoministros (consejeros), tiene instituciones de los tres poderes. Si acaso hay inconvenientes, vendrán a la hora de repartir, pero los escenarios están montados.
¿Era eso lo que queríamos los españoles de la transición, los que votamos la Constitución?. Yo creo que no.
Ciertamente, las cosas evolucionan, pero ¿no se está yendo demasiado lejos?
La impresión que yo tengo es que durante la transición, que yo alargo hasta el primer gobierno de Felipe González, se hicieron muchas cosas buscando salidas a un estado dictatorial, se redactan leyes necesarias para el nuevo estado democrático, pero algunas de ellas, ya desde su nacimiento, iban viciadas.
Creo que hasta que no haya una revisión en profundidad de esas leyes y se plantee de nuevo a los ciudadanos españoles una consulta sobre el modelo de estado que desean, no saldremos del atolladero donde nos hemos metido.
Hasta ahora no habían surgido problemas serios porque no se estaba jugando con las cosas de comer, pero estamos viviendo dos legislaturas de infarto. En mi opinión, se están saltando líneas con semáforos en rojo o intermitentes, y eso
está creando una inseguridad interna que no hay cuerpo que la resista. Si a ello unimos una crisis económica de un par de narices, entonces la necesidad de sentarse y reflexionar las cosas es ineludible.
La cosa está clara.
No sé por qué nos sorprendemos o andamos confusos. En el maremagnum ideológico de los gobiernos españoles que se dicen progresistas - áteme esa mosca por el rabo, Sr. Bono, Sra. Vice,... - pervive la idea de una España vertebrada, un estado federal. Zapatero, y los nacionalistas a la par, trabajan continuamente en esa dirección. Llegará el día en el que ya no quedará más que pedir, entonces se cambiarán los nombres a las autonomías porque realmente se habrán convertido en partes de un estado federal.
¡Eso está más claro que el agua!. A más y más transferencias, menos estado y más estados. La urdimbre de cualquier autonomía es la misma que la de cualquier estado independiente; tiene un parlamento legislativo, tiene sus pseudoministros (consejeros), tiene instituciones de los tres poderes. Si acaso hay inconvenientes, vendrán a la hora de repartir, pero los escenarios están montados.
¿Era eso lo que queríamos los españoles de la transición, los que votamos la Constitución?. Yo creo que no.
Ciertamente, las cosas evolucionan, pero ¿no se está yendo demasiado lejos?
La impresión que yo tengo es que durante la transición, que yo alargo hasta el primer gobierno de Felipe González, se hicieron muchas cosas buscando salidas a un estado dictatorial, se redactan leyes necesarias para el nuevo estado democrático, pero algunas de ellas, ya desde su nacimiento, iban viciadas.
Creo que hasta que no haya una revisión en profundidad de esas leyes y se plantee de nuevo a los ciudadanos españoles una consulta sobre el modelo de estado que desean, no saldremos del atolladero donde nos hemos metido.
Hasta ahora no habían surgido problemas serios porque no se estaba jugando con las cosas de comer, pero estamos viviendo dos legislaturas de infarto. En mi opinión, se están saltando líneas con semáforos en rojo o intermitentes, y eso
está creando una inseguridad interna que no hay cuerpo que la resista. Si a ello unimos una crisis económica de un par de narices, entonces la necesidad de sentarse y reflexionar las cosas es ineludible.
