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JIMENA: MAYOS Y MAYAS...

MAYOS Y MAYAS

En los pueblos de la Comarca de Mágina era igualmente costumbre en el mes de mayo las rondas de mozos las vísperas de fiesta por la noche, así como los bailes y demandas de mozas, todo lo cual, junto con el “poner mayos ni mayas”, lo prohíbe el obispo D. Andrés Cabrejas y Molina en su visita pastoral de 1742. En vista de que no se cumplía, diez años más tarde lo reitera Fray Benito Marín.

En la localidades de Albanchez y Torres, existían costumbres parecidas, pues ese mismo año de 1742 el prelado Fray Benito Marín pide a los mozos que no canten de noche a las puertas de las mozas poniéndolas ramos “causando en todo escándalo y ruinas espirituales de las almas” y se recojan en sus casas y no anden en cuadrilla por las calles ni pongan “el que llaman maio”.

Otro mandato de este obispo dado en la misma visita a otros pueblos del Arciprestazgo es el referido a las mozas, que protagonizaban la costumbre de las “mayas”: por el mes de mayo y con el pretexto de sacar limosna para Nuestra Señora salían con desenvoltura y falta de recato por el lugar y a los caminos a pedir a los mozos y los pasajeros, y para obligarles a que les diesen les cantaban “canciones libidinosas”, peinándoles y haciéndoles otras demostraciones de que se siguen graves ofensas.

D. Fray Benito Marín censura esta costumbre, describiéndola detalladamente, con ocasión de la visita que hizo en febrero de 1763 a Torres:

“En la actualidad esta visita y no en otra, a sido informado S. I. con gran quebranto y dolor de su corazón, que en este pueblo y demás que a el han concurrido a ella, como en el primer día de Maio de cada un año por los mozos de ellos, se pone un árbol pinado con el nombre de maia, con cuio pretexto salen las mozas solteras en los días festivos y demás del citado mes de maio con sus platillos y serbilletas a pedir limosna a los transitantes y forasteros, al parecer con un piadoso fin, a causa de que con semejantes limosnas hacen cierta función dedicada a la Reina de los Ángeles María Santísima, pero no haciéndose cargo de la ruina Espiritual que con tales demandas se puede originar, y acaso se ocasionara con las demostraciones que ejecutan dichas mozas solteras, como es el que hacen a los transitantes y forasteros, se sienten y así hecho pasan a peinarles y decirse los unos a los otros algunas chanzas y palabras o acciones que la malicia apetece para hacer caer en pecado….

Por todo ello prohíbe a las mozas que hagan tales demandas y la función que de ellas procediere y manda a los curas que no lo permitan bajo ningún pretexto, so pena de 20 ducados de vellón.

Esta costumbre de los mayos y las mayas aparece reflejada en la literatura española de los siglos de oro (comedias de Lope de Vega y Tirso de Molina, entremeses de Quiñones de Benavente…) y aún antes aludida, en algunos textos medievales. En el XVIII, ante el cariz que estaba tomando estas costumbres de los mayos, se pretende acabar con ella como con tantas otras costumbres populares que se habían convertido en caricatura de sí mismas. En Madrid se prohibió mediante un bando en 1769 y en el resto de España en 1777 mediante Real Cédula.

Otra costumbre de mocedad vituperada por el estricto obispo Fray Benito Marín en la visita de 1752 a la zona de Mágina es las luchas y contiendas que se establecían entre los mozos para probar sus fuerzas y valentía en las vísperas y días de festividades solemnes, y muy especialmente en las romerías, de noche. Le parece esta costumbre “detestable” por cuanto “además del daño corporal y exponerse a perder la vida, se sigue la ruina espiritual”. En estas ocasiones, con las competiciones se emparejaba el baile de hombres y mujeres; lo uno y lo otro debía ser evitado por los curas con la ayuda de la justicia y las multas disuasorias.