JIMENA: En memoria de:...

En memoria de:

DON PEDRO CALDERÓN DE LA BARCA
(1601-1681)

Don Pedro Calderón de la Barca nació en Madrid en 1601. Era su padre, don Diego, descendiente de noble casa, y parece que su nombre de familia viene de que uno de sus antepasados parecía haber nacido muerto, y le metieron en seguida en un caldero de agua caliente, según costumbre de la época, para verificar si era cierto que no vivía, en cuyo momento, al entrar en contacto con el agua de elevada temperatura, prorrumpió en sus primeros gritos.

En 1625 se alistó bajo las banderas de duque de Alba, y estuvo en Flandes e Italia, país el primero en que debió serle grata la estancia, pues muchísimos son los personajes flamencos de sus dramas: o acaso porque la nobleza de su madre, doña María Ana Henao, era de origen flamenco.

Pero sus campañas no debieron darle mucha gloria, pues no se le cita en parte alguna.

En cambio, su vida de letras fue más brillante: su padre, que era ministro de hacienda de los dos Felipes, II y III, le puso a los nueve años en el colegio de los jesuitas, y luego pasó a Salamanca, donde brilló en el estudio de las matemáticas y la filosofía.

A los 13 años estrenó su primera comedia, El Carro del Cielo, fantasía que se desarrolla entre el cielo y la tierra, y a los diez y nueve contaba ya tres o cuatro éxitos teatrales.

Su vida fue tranquila, y parece ser que contaba como suceso de ella, de los que hacen época, una cuchillada recibida en un tumulto habido en el estreno de sus obras; y en aquellos tiempos, una cuchillada no era tan grave cosa. Murió en 1681.

A las estrellas

Esos rasgos de luz, esas centellas
que cobran con amagos superiores
alimentos del sol en resplandores,
aquello viven, si se duelen dellas.

Flores nocturnas son; aunque tan bellas,
efímeras padecen sus ardores;
pues si un día es el siglo de las flores,
una noche es la edad de las estrellas.

De esa, pues, primavera fugitiva,
ya nuestro mal, ya nuestro bien se infiere;
registro es nuestro, o muera el sol o viva.

¿Qué duración habrá que el hombre espere,
o qué mudanza habrá que no reciba
de astro que cada noche nace y muere.

(Los Poetas. com)