JIMENA: precioso relato!...

Cosas de Mi Pueblo.
La Matanza del cochino:
He querido aproximarme aquel leguaje de nuestro Pueblo por lo que pido perdón por las faltas de ortografía.
Aquel día era muy especial para la familia pues a la tarde Mi Madre iría a casa de mi Abuelo Mariano que junto con mis Titas irían a cortar la cebolla para las morcillas del día siguiente.
Aquella calle Bella era un ir y venir de gente, al día siguiente había varia matanzas y el olor en la calle a cebolla cocida invadía desde las cuatro esquinas hasta el parralejo.
Junto con mis primos Paco “Conejo” y Bartolomé subíamos y bajábamos de la casa de Mi Tío Andrés hasta la de Mi Abuelo Mariano como si el suceso de la matanza sería algo muy importante para la familia, era un autentico festín a pesar de que el entrar en el portal las lagrimas como las de la dolorosa caían sobre las mejillas de aquellos niños y de aquellos mayores.
La caldera negra por fuera y color de oro por el interior en la lumbre encima de aquellas trébedes gigantes nos hacía que darnos embobaos, la frase de: nene retírate que te va a salpicar que está la cebolla hirviendo, pero el espectáculo familiar en la cocina no podíamos perderlo era como una gran boda o piduria para nosotros la cena, el almuerzo la comida de al mediodía, el probar las morcillas en masa, estoy viendo a Mi Madre Mi Titas Ana Maria y Angeles La novia de Mi Tito Maria, Mi Chacha Paquita la Malena, a Isabel Juana su Madre, la Chacha Juana la Valleja, Mi Chacha Ana Maria “la coneja” Su madre Isabel, las hermanas de Mi Abuela Juana y Paquita en fin un gran acontecimiento allí nos daban las tantas hasta que la cebolla estaba cocida y se preparaba otra caldera para calentar el agua y pelar bien al cochino al día siguiente el Abuelo estaba casi toda la noche metiendo palos de oliva en aquella lumbre.
Pues a si empezaba la matanza, aunque el día más importante sería el siguiente, apena había amanecido y la lumbre de la casa parecía el infierno, sí, aquel que nos relataban en la catequesis, joer que miedo daba. La noche había sido cortita pues bien pronto de la mano de Mi Padre bajábamos otra vez a la calle Bella para ver como mataban al cochino, que alguna lagrimilla se no caía cuando veíamos a Juan Ramón y Alejandro “Los Tatos” con aquel puñao de guchillos en la mano y una especie de erraera redonda con un mango torcio que servía para rascar los pelos de cochino.
¿Cómo estaba aquel portal? se habían quitado todas las sillas, el velador y todo lo que estorbaba solo había una mesa chica que era la que subirían el cochino para desangrar l! Coño ¡aquello no era agradable, como chillaba el probetico que lamentos, hasta que aquella sangre terminaba de caer en la cubeta bien removía por Mi Abuela pues era la base principal de las morcillas y no se podía cuajar, y así iba pasando aquella mañana, lo dejaban tan limpio y lustroso que ya daba gana de hincarle en diente a la chicharra, pero ante debería decir Don Carlos el veterinario si estaba bueno, que sepa Yo siempre estaba bueno nunca vi tirar ninguno.
Bueno pues una vez muerto y limpio, traían un palo en corvao con unas muescas del centro a la punta de cada lado y lo colgaban de un agujero que daba a la habitación del dormitorio y con una soga subían y colgaban al cochino dejándolo colgado pegando la boca casi en el suelo.
Y comenzaba la segunda parte del espectáculo, guchillo en mano lo iban abriendo y sacándole las tripas que por cierto no olían nada bien y que luego una vez limpias en el caz servirían de soporte para las morcillas, los chorizos la butifarra y el relleno y aquí hago hincapié en una tripa grande que llamábamos la zambomba y que una vez seca y llena de aire le atábamos a a un palo y le dábamos a los amigos y amigas en la cabeza, la verdad que no hacía daño, era mas el sustillo que le arreabas y así llegaba la hora de las morcillas, en la cocina, la caldera una vez cocidas las probaban las abuelas y si le daban el visto bueno ya podíamos coger una cuchara y probarlas ¡! Que ricas ¡estaban con ese puntito de picante insignificante pero tan propio de nuestro Pueblo.
Aquella noche una vez terminada la faena, venia la cena de la pajarilla que esto era la saura del cochino ¡! que buena ¡que manera de mojar sopas en el aceite y coger tajaillas, además todas sin gueso buenísima y anda que no había hambre ni na.
Al día siguiente los chorizos las butifarras y el relleno otro acontecimiento, ver cómo iban con las manos metiendo la masa en aquella maquina que parecía de plata, una de la Mujeres metía la masa por arriba y le daba a la manivela con cuidao de no pillarse los deos que más de un susto daban aquellas cuchillas, otra ponía la tripa en el canuto de la punta y otra iba atándolos a una distancia que parecía tener una metro salían tos iguales.
Luego durante el invierno colgados todos los embutidos en aquellos ramales en la cámara y la artesa llena de sal con los jamones las espaldillas y los tocinos dentro salándolos, eran motivos de visita cada vez que se podía
Pues bien paisano más o menos a sí recuerdo Yo un día de matanza de aquéllos años en Mi Pueblo, cada día un poco más lejanas pero que dejo aquí para que recordéis aquellos momentos que más de uno de nosotros vivió al igual que Yo.
M. Nieto de M. Rasca.
9/12/2011

precioso relato!
recuerdo que no me gustaba nada oir chillar al cochico, pobrecito!...
también recuerdo que me gustaba mucho la masa de los chorizos frita, y las chincharras!
Un saludo Mariano.