JIMENA: Ahhhh que alegría, por fin es San Lunes, esta mañana...

Buenos días Luis!
Muchas felicidades en el día de tu santo.
Un saludo.

HAN ELIMINADO LA FOTO DE ANTONIO ORTEGA QUE ENCABEZABA EL TEXTO Y TAMBIÉN EL TEXTO. AHORA VA DEL CASTILLO DE JIMENA (A buen entendedor sobras palabras)

LOS DOMINGOS POR LA TARDE (PESE AL FÚTBOL) NO OS ABANDONO.
(VISITA AL PALACIO DEL MARQUES DE LINARES). (Por Luismarín)

Otro domingo.“Siempre es domingo”, ¡eso querrían algunos!. Como aquella divertida película (titulada así) de 1961, con Mª Luisa Merlo y Carlos Larrañaga, dirigidos por Fernando Palacios. Pero que no sea nunca más otro “Domingo Sangriento”, al igual que el del 21 de noviembre de 1920 en Irlanda del Norte y que está relacionado con nuestro “relato” de hoy.

Habitualmente, (quizás desde los 10 años) casi todos los domingos por la mañana los he dedicado al deporte: fútbol, atletismo,“trote cochinero”, paseo rápido, etcétera. Mi cuerpo ha tenido que acomodarse a las exigencias de mis años. Pero desde hace cuatro meses, ni lo último, maldito tendón de Aquiles. Ahora tengo más tiempo libre. Me he convertido en un “diletante” pobre, pero honrado, que vive de su trabajo. Lo que pierdo en mantenimiento físico (“volverán los odiados michelines,/de tu cintura sus orzas a colgar”) lo gano en aumento de conocimientos y en disfrute de la belleza artística en muchas de sus variadas acepciones. Hoy ha tocado la Fotografía.

Ésta mañana he visitado la Casa de América (no confundir con el Museo de América) sita en la misma plaza de las Cibeles, en el Palacio del Marqués de Linares (del cual también hablaremos). He podido contemplar en sus salas tres muestras diferentes de lo que puede hacer un buen fotógrafo. Por un lado, las fotografías de Rodrigo Petrella sobre la “Luz de la Selva Amazónica”, por otro 50 fotos de Outumuro realizadas a otras tantas personalidades del mundo de las artes, el deporte o las letras y finalmente las que realizó Roger Casement en Iberoamérica. Sobre éste personaje nos vamos a detener un poco más.

La primera vez que supe de Roger Casement fue al leer “El sueño del Celta”, de M. Vargas Llosa. Era 1910, el año en que le concedieron el Premio Nobel. Algunas de sus obras (creo que sólo me faltan 4 o 5 por leer) me han encantado. Sin embargo, para expresar mi opinión personal sobre él, voy a utilizar una frase parecida a lo que piensa Alfredo Relaño (director del diario “AS”) sobre Mouriño: “es un buen entrenador pero un ser desagradable”. Para mí Vargas Llosa es un fenomenal escritor pero como persona, sus ideales políticos y sociales están en las “antípodas” de los míos.

Sir Roger Casement (Dublín 1864-Londres 1916) fue un cónsul británico que se hizo famoso en su época por sus denuncias contra las atrocidades y abusos del Rey belga Leopoldo II en su administración colonial del Congo en las dos últimas décadas del siglo XIX (las autoridades practicaban torturas, mutilaciones, violaciones, castigos corporales y asesinatos). Después, en 1910, sacó a la luz pública la explotación, aún más terrible y brutal, si cabe, de los indígenas de la selva amazónica (región del río Putumayo) por la Compañía Peruvian Rubber, que se dedicaba a la extracción del caucho y estaba dirigida por Julio Cesar Arana.

Algunos lo compararon con un nuevo Bartolomé de las Casas en su labor denunciante de las injusticias y arbitrariedades que cometían los países europeos en sus colonias. Sin embargo, tuvo un trágico final. Murió ajusticiado por el Gobierno Británico en Londres en 1916. Terminó de ésta manera por su condición de partidario y organizador del movimiento independentista irlandés. Antes, como cónsul inglés había recibido las máximas condecoraciones del Imperio Británico. Pero fue detenido por su intento de obtener ayuda alemana para su causa, mientras se desarrollaba la I Guerra Mundial. Acusado de traición y homosexualidad, sufrió en la prisión de la Torre de Londres terribles vejaciones por parte de los servicios de inteligencia ingleses.
Tras registrar su domicilio se publicaron sus diarios personales. Sus escritos privados, llamados “Diarios negros”, jugaron en su contra, ya que en aquellos años la homosexualidad era un delito grave.

Durante muchos años Casement fue sometido al oprobio y al olvido. El poeta inglés W. B. Yeats escribiría: ¡Oh! ¿Qué es ese súbito ruido? ¿Qué es lo que se alza en el umbral?/ Acercaos y gritad:/El fantasma de Roger Casement/está aporreando la puerta”.

Para los amantes de la fotografía antigua, las realizadas por R. Casement en el Congo y en el Amazonas, en torno a 1900, tienen un valor incalculable. De la sede de ésta exposición, el Palacio del Marqués de Linares y de sus fantasmas hablaremos a continuación.

Hay mucha bibliografía sobre éste Palacio y su historia. Yo he buceado en múltiples Guías e Historias de los Palacios de Madrid, de sus Monumentos y de sus Leyendas Urbanas. Voy a tratar de contaros los hechos de la forma más concisa posible.

D. José de Murga, el primer marqués de Linares, entre 1872 y 1900, sin escatimar gastos, sobre un solar de más de 3.000 m2, edificó su Palacio. De mentalidad liberal, su fabulosa fortuna la había amasado en Cuba. Tenía un solo hijo y le hizo saber que no le importaría si se casaba con una joven de posición social inferior. Un buen día, su hijo José, le comunica que se ha enamorado perdidamente de la hija de una estanquera llamada Raimunda. Ante su asombro y sorpresa, su padre, tajantemente, le ordena que se vaya a estudiar a Londres y que se olvide de ella.

Al poco tiempo, el padre muere y el hijo José, vuelve de Inglaterra convertido en marqués y en el heredero de su fortuna. Lo primero que hace, es casarse con su “adorada” Raimunda.

Pero un día, oculta entre unos papeles, el joven marqués encuentra una carta que su padre tenía previsto entregarle. En ella le cuenta que Raimunda, es fruto de su adulterio con una modesta cigarrera y que por tanto es su hermana. De ahí, la fundamentada negativa de su padre al enlace que el joven pretendía.

Imaginaros el golpe que recibieron José y Raimunda. Además, el asunto era más grave todavía. Aunque el Papa León XIII les había concedido la bula “Casti convivere” (convivir en castidad), fruto de su amor tuvieron una niña a la que llamaron Raimunda. Aquello se convirtió en una pesadilla y en infinidad de quebraderos de cabeza para los marqueses. La versión oficial es la de que el marqués decidió mandar a la niña a un orfanato, con el objetivo de salvaguardar el honor familiar de cara a la opinión pública. La madre nunca aceptó el hecho de padecer el doloroso trance de tener que desprenderse de su amada hija.

Otras versiones sobre ésta historia de amor tan turbulenta apuntan, que la pequeña Raimunda fue emparedada o enterrada en el jardín. Con esta historia como telón de fondo, el Palacio de Linares encierra tantos misterios como polémicas. Sus amplios salones han sido sometidos a toda clase de pruebas de detección de fenómenos paranormales. Por allí han pasado desde el Padre Pilón, Antonio José Ales, el doctor Jiménez del Oso, Iker Jiménez o una tal Carmen Sánchez (falsa doctora) que hizo unas truculentas grabaciones. La Cadena Ser obtuvo algunos escalofriantes resultados con cacofonías, grabaciones con TV o barridos electromagnéticos. Todo esto, unido a los rumores de vigilantes de seguridad y empleados de la Casa de América, siguen dándole al Palacio ese halo de misterio que siempre lo ha envuelto.

En 1976 el alcalde D. Juan de Arespacochaga lo declaró Monumento Histórico. Gracias a ello lo salvó de la piqueta. El industrial Emilio Revilla (el de los chorizos), dueño ocasional, pretendió derribar el Palacio para edificar pisos.

Por mi parte, puedo aportar algo. En el año 1981, se rodó en su interior, la superconocida película ”Patrimonio Nacional" de Luis García Berlanga. Entonces, se podía visitar el Palacio de forma individual (ahora, una vez restaurado las visitas se hacen por cita y guiadas). Yo lo recorrí una tarde de otoño en la que Madrid se veía azotada por una tormenta cargada de fuerte aparato eléctrico.

La escalera que sube a la primera planta (la única que se podía visitar) es majestuosa, está hecha con mármol blanco de Carrara. Los muebles (de estilo Luis XV y Rococó), así como los valiosos cuadros estaban protegidos por grandes fundas. Las colgantes lámparas, de miles de cristales de araña, no se encendían y los salones estaban pobremente iluminados por unos apliques de pared. Entre el ruido de los truenos, el centelleo de los relámpagos producía unas fantasmagóricas sombras que se reflejaban sobre las paredes bellamente empapeladas. Mis oídos, creyeron escuchar algunos extraños ruidos. Parecían ser realizados por el arrastre de unos delicados pies infantiles. En una de las
habitaciones había una gran “Casita de Muñecas” que parecía estar recién usada. También, con un fondo musical, que podía ser de una guitarra o de una pequeña lira, lejana y debilmente, me llegaba la melodía de una vieja canción infantil:

¡Ya vienen las monjas/cargaditas de toronjas,/por donde han de pasar,/por el río y por el mar,/pase una pasen dos…

En otro de los salones, entre la penumbra, en un rincón, medio tapada, había una pequeña arpa. Al instante, recordé a Gustavo Adolfo Bécquer y su Rima Nº XIII:

Del salón en el ángulo oscuro,/de su dueña tal vez olvidada,/
silenciosa y cubierta de polvo,/veíase el arpa.

Igualmente rememoré otra estrofa de esa Rima. De ésta suelo acordarme cuando me siento en la mesa ante un folio en blanco:

¡Ay!, cuantas veces mi ingenio,/así duerme en el fondo de mi alma/
y una vez como Lázaro espera,/que le diga ¡levántate y anda!.

Saludos y hasta otra.

Hola luismarin, me he dado cuenta, que en tus escritos casi siempre mencionas algún párrafo de los evangelios, opino que tienes grandes inquietudes espirituales y en el fondo una gran fe eso si,, todavía muy oculta... algún día de caerás del caballo, cual Saulo.
Un saludo desde las alemanias.

LOS DOMINGOS POR LA TARDE (PESE AL FÚTBOL) NO OS ABANDONO.
¿QUIEN NO HA TENIDO? COMO SAULO, ALGUNA CAÍDA DEL CABALLO. (Por Luismarín)

Han pasado siete días y otra vez estamos en la tarde del domingo. Sin embargo, cabe recordar, si se hubiese implantando el Calendario de la Revolución Francesa, tenían que haber sido diez, los días pasados, para llegar al Décadi o día de descanso. Ésta mañana, cumpliendo mi precepto dominical me he acercado al emblemático edificio del Círculo de Bellas Artes (la florista viene y va/ y sonríe descará /por la acera de la calle de Alcalá, 42).

Éste singular inmueble es obra del conocido arquitecto Antonio Palacios. Un gallego, de Porriño (1920), que ha dejado huella de su talento en algunos de los más conocidos monumentos del Madrid de “aquellos años locos” de primeros del siglo XX. Aparte del Círculo, son también suyos: el Palacio de Telecomunicaciones en las Cibeles (antes Correos y ahora Ayuntamiento), el Banco Español del Río de la Plata, actual sede del Instituto Cervantes y más conocido como “Casa de las Cariátides”, Alcalá, 49), el Casino de Madrid (Alcalá, 15) o el Hospital de Jornaleros de la calle Maudes (sede de la Consejería de Transportes) entre otras muchas obras. El Círculo de Bellas Artes es Monumento Histórico desde 1981.

Uno de los motivos de mi visita al Círculo, ha sido ver la reconstrucción de un proyecto que quedó truncado por la Segunda Guerra Mundial: la edición especial del poema “La Siesta del Fauno”, de Mallarmé, ilustrado con más de 200 dibujos de Francisco Bores. Éste pintor madrileño (1898-19712) en sus inicios simpatizó con el movimiento “ultraísta”. Más tarde perteneció a la Nueva Escuela de París y estuvo influenciado por Manuel Ángeles Ortiz, Pancho Cossío, Juan Gris o Pablo Picasso. También he recorrido una exposición didáctica sobre la obra de Gustav Klimt, que ahora cumpliría 150 años. Klimt es uno de los artistas más importantes de Austria y de la Europa de su época (1862-1918), pintor encasillado como “simbolista”, su obra más universalmente conocida es “El beso”.

Pero realmente, mi presencia en el Círculo ha tenido la finalidad de “recordarme” una de mis CAÍDAS DEL CABALLO, ¿quién no ha tenido más de una?, que en su momento, me sirvió para afirmarme en la frase “Nunca digas nunca jamás”, como Sean Connery, cuando en 1983 interpretó por última vez al espía de su Real Majestad Británica, James Bond. Éste “baño de realidad” lo sufrí con el poeta Rafael Alberti y el “costalazo” desde su Jaco Blanco me dolió bastante.

Voy a tratar de explicar que tiene de común el Palacio de Bellas Artes, al igual que el otro Palacio que vamos a citar, con Rafael Alberti. Me refiero al Palacio de los Heredia-Spínola o Palacio de Zabalburu (obra del arquitecto José Segundo de Lema y construido en fecha cercana a la del Palacio del Marqués de Linares) que se encuentra entre las calles Marqués del Duero y Salustiano Olózaga, casi en el Pº de Recoletos.

En mi adolescencia, Alberti me deslumbró, con alguno de sus poemas de “Marinero en Tierra”, “Cal y canto” o “Sobre los ángeles”. Por los manuales de Literatura supe de su pertenencia a la Generación del 27 y a la llamada Edad de Plata de las letras españolas. Igualmente, más adelante, leí sus memorias en “La arboleda perdida”. Sin embargo, a través de otras muchas lecturas, ahora creo, que como su paloma, se equivocaba, por ir al norte fue al sur. Se equivocó la paloma. Se transformó en "cuervo".

El poema que más me impactó fue escrito por Alberti en 1936, durante el asedio a Madrid por los militares alzados frente a lagitimidad Republicana: “Madrid, corazón de España”:

Madrid corazón de España,/late con pulsos de fiebre./Si ayer la sangre le hervía,/hoy con más calor le hierve. Ya nunca podrá dormirse,/porque si Madrid se duerme,/querrá despertarse un día/y el alba no vendrá a verle. No olvides, Madrid, la guerra,/jamás olvides que enfrente/los ojos del enemigo/te echan miradas de muerte.

Pero una cosa es “predicar y otra dar trigo”. Alberti y su pareja de entonces Mª Teresa León, aunque usaban los famosos “monos azules” de los republicanos, los suyos siempre estuvieron inmaculados, ajenos a mancha alguna. La pareja se estableció en el citado Palacio de Zabalburu, en donde también se instaló la “Alianza de Intelectuales Antifascistas”. No se vivía mal en ese Caserón, al menos, eso nos cuenta en sus memorias el poeta y novelista afroamericano Langston Hugues, uno de sus huéspedes, al igual que Dos Passos, Hemingway o el fotógrafo Robert Cappa, que veló allí el cuerpo de Gerda Taro, su pareja. Gerda murió haciendo fotos en el frente de Brunete. “A pesar de la guerra y el hambre, las fiestas (con las mesas bien surtidas de licores y manjares, frente a la penuria que padecía el pueblo madrileño) y bailes eran frecuentes en sus salones. Utilizaban el vestuario de los condes Heredia Spínola. Los hombres se vestían con chaquetillas de torero y las mujeres con vestidos de la Sevilla de antaño y sonaban con fuerza los discos de jazz. Algunos, se atrevían con las armaduras antiguas y las cotas de malla que ornaban sus paredes”. Para disfrazarse, no hacía falta que fuese Halloween, aunque el palacete podía servir para una película de miedo (de hecho, más bien de terror).

Hoy he vuelto a visitar el Palacio (ahora lo ocupan unas dependencias del Mºde Justicia).“Las puertas de madera y la rejería de las ventanas son de fortaleza, se entra por una sólida escalera de piedra y en el chaflán hay un curioso balcón apuntado que parece sacado de un castillo alemán. La fachada es de ladrillo visto y abunda el hierro y el cristal. En el interior, los muebles eran de estilo Imperio, colgaban de sus paredes escudos heráldicos y retratos de familia firmados por Madrazo o Sorolla. Magníficos tapices, grandes arañas de cristal y doradas consolas en las que se alzaban esbeltos jarrones”. No, no vivían mal.

Según nos narra J. L. Ferris en su obra “Pasiones, cárcel y muerte de un poeta”, Miguel Hernández, llegó del frente del Guadarrama macilento y sin afeitar, con su mono lleno de grasa y sangre, la pistola al cinto y las cuencas de los ojos vacías de las imágenes de tantos jóvenes muertos para que el enemigo no entrara en Madrid. Se encontró con una de esas “juergas”, en las que los Alberti vestían el uniforme de gala de los Marqueses. Miguel gritó, ¡esto es una casa de putas gobernada por una puta!, Mª Teresa lo golpeó y derribo al grito de “troskista”, que es como llamaban los “estalinistas” a los que querían quitarse de en medio. No les gustaba el “mal ejemplo” del poeta de Orihuela a aquellos “señoritos”.

Alberti, también “trajinó” por la checa implantada en los sótanos del Círculo de Bellas Artes (la palabra checa viene del ruso Comisión Extraordinaria de la Organización Militar. Eran locales en donde se detenía, interrogaba y torturaba. Para algunos la antesala del “paseo”). En la zona de Madrid hubo más de 200, cada partido o sindicato tuvo alguna. La de Bellas Artes dependía del Servicio de Inteligencia Militar de la República (estos locales “macabros” fueron comunes en ambos bandos, hasta en Jimena, durante el Terror Rojo de la Guerra y el Terror Blanco de los “Victoriosos”, tuvimos muestra de ellas). Alberti también intervino en la “depuración” de la Real Academia Española de la Lengua, que realizó la Alianza de Intelectuales Antifascistas. Este comité, con el argumento de que la mayoría de sus miembros eran de derechas, realizó una durísima represión. Igualmente, desde su columna “A Paseo”, en el ABC incautado, realizó repugnantes delaciones incitando a la eliminación de oponentes ideológicos. En los primeros días de noviembre de 1936, su hermano Vicente, amigo de Pedro Muñoz Seca, le pidió ayuda para sacarlo de la checa de San Antón (Muñoz Seca era un conocido autor de obras de teatro llenas de comicidad a las que se les llamaba “astracanadas”), como respuesta, en diciembre, lo llamó para decirle: “lo fusilamos en noviembre”. Ejemplarizante.

Andrés Trapiello, en su libro “Las armas y las letras. Literatura y Guerra Civil”, asimila a Alberti con el personaje de “La peste” de Camus, que no quería que acabara la epidemia porque perdería su libertad. Nos cuenta que Rafael fue mucho más expresivo. En 1965, todavía llamaba a la guerra “la belle époque”. Su mujer, Mª Teresa, por si quedaban dudas, la citaba como “nuestros mejores años”. Sigue diciendo: “no sé si los Alberti, sin la Contienda, hubieran sido la mitad, pero a Juan Ramón Jiménez nadie le quitó de la cabeza que con la Guerra los Alberti fueron el doble". En una de sus cartas, J. R. Jiménez le escribió “Ha trepado usted, para siempre, al trinquete del laúd”.

(Continúa)

Ahhhh que alegría, por fin es San Lunes, esta mañana me decía mi mujer que a donde iba yo tan deprisa, si ella supiera que iba corriendo al curro me tacharía de loco, bueno yo también hasta que le dió al tito Luis por escribirnos los lunes, aunque el Madrid juegue el domingo por la tarde noche hay que seguir Luis, no nos dejes en le estacada, un lunes sin tu escrito es terrible.

Una cosa quería decirte y es que no me extraña que el tal Bores, Francisco Bores, fuese un gran pintor, seguro que si se lo hubiese propuesto también habría podido ser un gran, por ejemplo, escultor, mecánico, electricista y estoy seguro que hasta un buen agricultor, con los años que este personaje vivió, diecisiete mil doscientos setenta y cuatro, le dió tiempo a aprender muchas cosas.

Espero sinceramente que cuando nos hagas las cuentas utilices la calculadora mejor, porque si no apañaos vamos, oye en la cuenta del viernes no te habrás equivocado otra vez? porque es una pasada.

Este tal Bores no me extraña que fuese un artista, ya que fue coetáneo de mi abuelo Diego Lahabana, aquel vivió entre los años 1898 y 1972, y mi abuelo 1898 y 1970, se ve que en esa generación abundaba el arte, de lo que fuera pero arte.

Bueno y una vez hecha la apreciación malegro del escrito, yo el sábado me tocó hacer de cicerone pero solo nos dió tiempo a ver el mercado de San Miguel, despues las inclemencias del tiempo, vulgarmente empezó a llover a mares, nos impidió seguir, una pena porque habíamos pensado hacer un tour parecido al tuyo, nos visitó, de paso, una sobrina que le gusta mucho esto del artisteo, estudió, y terminó, historia del arte en Graná, la que estuvo en el instituto de Mancha Real de profe.

Bueno a pasar buena semana.